𝕯𝖎𝖊𝖓𝖒𝖆𝖓𝖙

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Contextualizando la historia, más que nada.

XII

𝕰l gorjeo matutino de las aves sobre las ramas de los árboles inundó el silencio. Con ello, el crujir de varas y hojas bajo un par de sandalias en trasiego, luego otro dúo. Los arbustos temblaban ante cada roce que la ropa le brindaba. El viento contrariaba al movimiento dentro del bosque y lo azotaba. Un conejo cruzó el estrecho sendero para evitar ser arrollado en el transcurso de la carrera. Pero no era una carrera como tal, era una persecución.

        —¡Iol, por favor! grité desesperado. Él ignoro mis palabras y echó a correr más rápido. Lo último que alcancé a oír fue su risa encantadora e infantil.

        Frustrado, cesé mi trayecto tras él y me recargué en un árbol para recuperar el aire. ¿Cómo era que siempre me ganaba? Entendía que fuera mayor que yo por cinco años, que tuviera piernas muy largas y ágiles, pero yo era un alfa y ya tenía cinco años ¡cinco!

        Me di de topes con el tronco.

        No, no, no, repetí en mi mente. Alfas y omegas iguales, betas también, recité. No, no iguales, 'merecedores del mismo respeto'. Sí, eso, concluí en mi mente. Iol se hubiera enojada mucho si me hubiese escuchado decir lo contrario.

        Tú y yo merecemos la misma respetabilidad —señaló Iol cuando me negué a contarle lo que sucedió en la junta a la que asistí con papá, porque él me dijo que era cosa de alfas—. Además, soy mayor que tú, chico, hazme caso —se excusó cruzándose de brazos. Yo sacudí mi cabeza para decir no.

        Reanudé mi paso, no podía perderlo de vista, se lo había prometido a Nadir, aquel viejo de cabello blanco largo que usaba un anillo de oro con una piedra lila en el anular.

        —No necesito tu protección, sé cuidarme sólo, Killian me aclaró cuando lo regañé por haberse escapado tan temprano de su cuarto. Golpeó cariñosamente con su índice sobre mi frente (dolió muchísimo) y fruncí el ceño.

        —¡Pudo haberte pasado algo! exclamé molesto. Él se limitó a entornar los ojos y se sentó a la orilla del río que me enseñó el día anterior a ese.

        Me removí incómodo y solté un siseó ante mi posición.

        —¡Iol, aguarda! le pedí abrumado, no me hacía caso desde que entró su madre y lo golpeó, así que estaba obviamente angustiado por él. Lo único 'bueno' de ello era que ya sabía hacia dónde se dirigía. Por suerte, Mirt también, y venía corriendo detrás de mí con una galleta entre los labios y temí que se atragantara.

        Llegamos casi a la par a aquel río colina abajo, lugar adonde siempre asistía en compañía de Iol, y desde ese entonces también con el omega pelirrojo que no se nos despegaba jamás.

        Encontramos a Iol sentado encima de la roca que usábamos de banca, presionando ambos puños sobre sus parpados y sollozando quedito. No tuvimos de otra más que tomar en ambos costados de él hasta que logró calmarse; yo lo abrazaba mientras que Mirt le brindaba palmaditas consoladoras en su omoplato.

        Años después, justamente en el mismo sitio encontramos nuevamente a Iol desahogándose, solamente que en esa ocasión arrojaba roca tras roca al tronco magullado que sufría cuando Iol también de cualquier modo, como en aquella ocasión.

𝕻𝕽𝕰𝕯𝕺𝕹𝖀𝕸: 𝕰𝖑 𝕽𝖊𝖌𝖗𝖊𝖘𝖔 𝖉𝖊 𝖑𝖔𝖘 𝕭𝖊𝖑𝖑𝖆𝖙𝖔𝖗𝖊𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora