—Debo irme —anunció Jano Slora empacando las cosas de vuelta a su mochila. Killian y yo nos miramos el uno al otro.
¿Qué?
—¿En serio? —averigüó Mirt bajando de su piltra—. ¿Por qué?
—Soy un general de las fuerzas armeras. Mi relevancia dentro de la milicia es evidente, ¿no crees? —recalcó cerrando el equipaje. Mirt, cruzado de brazos, se interceptó en su camino a la puerta.
—Me es extraño considerando tu misión.
—Mencionada labor ha perdido su importancia. El mensaje recién recibido del Rey Edevane fue claro...
—Aguarda un segundo —lo detuvo Mirt, confundido—. ¿Cómo sabe en dónde estamos?
Tragué saliva ante el silencio de Slora.
—Es hora de irme —finalizó apartando a Mirt de su vía.
—¿Acaba de ignorarme por completo? —se ofendió Mirt apuntado a la entrada. Killian se encogió de hombros y yo murmuré un «ya sabes cómo son.»—Ajá... —balbuceó inconforme Mirt. Nos dedicó una última mirada recelosa antes de salir del cuarto.
—Uff... Por poco. —Killian secó el sudor falso de su frente.
—¿A quién crees que contrató Marvin, por cierto? —cuestioné en medio del repentino silencio.
—¿Mm? —Ante mi falta de contestación, Killian destinó sus pupilas al acceso, tal como yo—. Ni idea —restó importancia. Se levantó de la cama—. Empero, fue eficiente estimando lo rápido que se ha ido. Y sin excusas —se sorprendió—. ¿Sabes? Habría supuesto una amenaza de por medio. No obstante, no presencié atisbo de miedo en él. Además haberse marchado...
—Por voluntad propia —musité continuando su oración.
—¡Justamente! —corroboró Killian. Como si acabase de exteriorizar una fachada.
Y tal vez, lo hizo.
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—¡Jano, en serio! —lloriqueé al verlo ascendiendo a un navío añejo manejado únicamente por varones. Dicho transporte no demoró en partir, abandonado el muelle, dejándome con la duda de por qué, realmente, se había ido súbitamente.
—¿Alguna problemática, Mysie? —Al girar sobre mi eje, me encontré con Marvin posicionado bajo la sombra de una palmera, recargado en el tronco de ésta.
—Sí..., es decir... —Sacudí mi cabeza, sacando a Slora de mi conciencia—. No es nada —disminuí la relevancia del asunto con un gesto de mano cuando se acercó. Su vestimenta, semejante a la diaria (o a la que había apreciado en distintas ocasiones). Camisa desabotonada de lino. Pantalones cortos. Huaraches. Un satgat sostenido por un resorte el cual circundaba su barbilla. Además de que su cabello oscuro y semilargo caía por sus hombros estrechos.
—¿Dilemas en el paraíso? —sugirió sonriendo sarcástico al encontrarme inmerso en mis pensamientos. Resoplé ante su despreocupada actitud.
—Estoy acongojado por Jano, es todo. —Me rasqué el codo izquierdo con la mano contraria—. Ha optado por partir a no sé dónde sin advertírnoslo.
—¿Debe pedirles permiso, acaso?
Mirt se escandalizó por al insinuación.
—Por supuesto que no. Es solo que... —Suspiró rendido—. Su “tarea” se trataba de velar por el cuidado de Iol —confesó descuidadamente. Alcé una ceja en secuela—. Larga historia.
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𝕻𝕽𝕰𝕯𝕺𝕹𝖀𝕸: 𝕰𝖑 𝕽𝖊𝖌𝖗𝖊𝖘𝖔 𝖉𝖊 𝖑𝖔𝖘 𝕭𝖊𝖑𝖑𝖆𝖙𝖔𝖗𝖊𝖘
Fiksi RemajaLa tierra se pudre y la gente se asesina entre sí por miedo a la diferencia de raza entre los humanos comunes y los cambia formas. El Rey Carnifex retoma la casería de transgressus y la Ammyt anuncia su regreso tras dos siglos de su primera...