3. El café

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La cena ya estaba lista y servida, nosotros nos encontrábamos en la mesa apunto de comer.

—Disfruten —dijo mi padre.

—Gracias —respondimos Deon y yo al unísono lo que hizo que nos miráramos y apartamos la vista rápidamente pero mi padre se dio cuenta de eso.

El momento se tornó algo incómodo hasta que Deon habló.

—Está delicioso señor Brow.

—Gracias hijo —dijo sonriendo.

(Solo falta que lo adopte) me reí bajo debido a este pensamiento pero ambos se dieron cuenta y me miraron como si estuviera loca.

—No es nada, tranquilos —seguí comiendo.

Mi padre y Deon se quedaron hablando durante toda la cena y yo de vez en cuando daba mi opinión, la verdad estos dos tenían una química increíble. Cuando terminamos de cenar, con la ayuda de Deon recogí la mesa y lavé los platos. Mi padre y Deon se despidieron y yo no me despedí hasta llevarlo a la salida.

—Nos vemos —dije recargada en el marco de la puerta.

—Buenas noches —sonrió y se acercó a mí, nos miramos fijamente y sentí como me deposita algo en las manos discretamente y se marcha.

Estaba atónita por su cercanía y levanté lentamente mi mano para encontrarme con un papel un poco estrujado. Mi corazón se aceleró y cuando abrí el papel ahí estaba un número de teléfono. Aún en shock entro a la casa y cierro la puerta lentamente, cruzo el pasillo, subo las escaleras y me dirigo a mi habitación. Al entrar lo primero que hice fue dar saltos y soltar chillidos de la emoción. Me tiré a mi cama satisfecha y decidí llamar a Laya.

—¡Lo logré! —repetía una y otra vez.

—Wow, wow, wow. Relájate ¿qué pasó?

—¡Me dio su número sin tener que pedírselo! —dije aún emocionada.

—Nooo —alargó.

—¡Sí!

—Bien hecho amiga. Pero, hablando en serio ¿cuándo me lo vas a presentar? —insinuó con voz coqueta.

—Ni lo pienses Laya.

—Qué aburrida. ¿Hiciste las tareas? —ella sí que sabe cambiar de conversación rápidamente.

—Aún no. ¿Y tú?

—Menos. Bueno, me iré a hacerlas. Adiós.

—¡Espera! Zigor y yo iremos a un café mañana, deberías venir.

—Claro, nos vemos —dijo esto y cerró la llamada.

Con pesar hice todas mis tareas. Me duché y mientras me secaba el cabello recibí un mensaje de mi madre el cual ignoré, ella es muy molesta. Recordé el número que me había dado Deon y lo busqué por todas partes pero no lo encontraba hasta que recordé que estaba en el bolsillo de mi pantalón ya sucio. Luego de añadir el número, me quedé un momento pensando que debía escribirle.

—¿Hola?... no, no. Muy serio —borre instantáneamente el mensaje—. ¿Qué onda? —lo borré nuevamente—. ¡¿Por qué es tan difícil?! —estaba estresada—. Bien. Solo le pondré un hola —dicho y hecho.

Pasaron varios minutos que se sintieron como horas y aún no respondía. Entré por décima vez al chat y nada. Caí rendida en la cama soltando un suspiro de decepción, cerré los ojos y traté de relajarme pero el sonido de mi teléfono sonando me espantó. Ilusionada tomé el teléfono para solo ver el nombre de mi madre, apagué mi teléfono ya cansada de su insistencia y decidí dormirme.

¿Qué esconde una melodía?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora