22. Incertidumbre

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Iba de camino a la escuela acompañada de Zigor. Sonreía al pensar cómo estaría Deon al trabajar y cuidar a dos chicos al mismo tiempo. Sin duda muy gracioso.

—¿Trajiste el diario?

—Sí.

—¿Y todas las notas? —asentí.

Seguimos caminando en silencio, uno muy cómodo, disfrutando del ambiente matutino.

—Oye... ¿tu madre está mejor? —giré mi cabeza a su dirección y pude ver una expresión de tristeza.

—Eso quisiera...

Mi corazón se estrujó, sentía mucha lástima. Zigor sin duda es un buen chico, merece más que esto.

Mientras caminaba miraba detalladamente a Zigor quien iba a un paso de mi. Siempre admití la belleza que poseía con su sedoso pelo rubio y ojos azules, también su resplandeciente sonrisa que le transmitía alegría a cualquiera. Sin duda su futura pareja tendrá mucha suerte.

—¿Estás ahí? —dijo muy cerca de mí—. No te culpo, soy muy hermoso —tomó pose de diva.

Por mi parte solté una estruendosa carcajada acompañada con la suya.

Pasaron las horas y ahora Zigor y yo nos encontrábamos almorzando en la cafetería. Mientras almorzábamos Zigor hablaba sobre la universidad, un tema completamente irrelevante para mi. A lo lejos me percaté de la presencia de alguien.

—¡Oye, hazme caso! ¿A quién miras? —cuestionó mirando a la misma dirección que yo—. ¿Jacob Walsh? ¿Ahora te gusta el rarito? —lo miré con cara de pocos amigos.

—Se le ve decaído.

—Es de esperarse, estaba enamorado de Laya desde el séptimo grado —comentó sin importancia.

—Es una pena —le di un bocado a mi sándwich.

—A pesar de todas las humillaciones que tuvo que soportar por su culpa, la seguía queriendo. Luego de que Laya se enterara de sus sentimientos le hizo la vida imposible. No me creo que fui amigo de una persona así...aunque solo lo hacía por ti —al decir las últimas palabras pude notar cierto brillo en sus ojos.

—No hables así de ella, no era tan mala como dices —solté un suspiro.

—Lo que digas.

De pronto un recuerdo llegó a mi mente de manera rápida.

***

—Oye Laya, ¿todo está bien? ¿Por qué pones esa cara?

—Que molesto. Es solo Walsh, como siempre —exclamó molesta.

—¿Walsh? ¿Jacob Walsh? —asintió—. ¿Te está incomodando?

—Es un acosador. Cree que soy tan estúpida para no darme cuenta de que me sigue a todas partes. Es un cerdo —estaba muy furiosa—. Lo toleré por mucho tiempo, le pondré fin a esto —dijo mientras se iba dando pisotones.

***

—Odele, despierta! —exclamó el rubio sacudiendo mis hombros.

—¡Eh, sí!

—¿Qué demonios te sucede?

—Lo siento, acabo de recordar algo y... creo que tenemos al primer sospechoso.

                                     •••

—¿Entonces lo haremos? —preguntó mientras mirábamos cómo Jacob salía de la escuela.

—Hagámoslo —estaba decidida.

Empezamos a caminar de manera apresurada para seguirlo y empezó el plan.

—¡Oye, Jacob! —Zigor empezó a correr hacia él saludándolo con un brazo en alto—. ¿Puedes prestarme tu teléfono? Olvidé el mío en mi casa.

—Oh... eres tú —parecía un fantasma—. ¿Hmm? ¿Tu amiga no puede prestarte el suyo? Tengo prisa.

—Oh... es que yo... la batería está muerta.

—Está bien, aquí tienes.

Zigor tardó unos segundos en marcar un número de teléfono y habló con su prima.

—Te lo agradezco —le dió una de sus típicas sonrisas y me tomó de la muñeca alejándome de aquel lugar rápidamente.

—¡Oye! —me zafé de su agarre y este se giró con cara seria—. ¿Qué pasa? ¿Viste algo?

Miró a todos lados antes de proceder a hablar.

—En su galería de fotos hay miles de fotos de Laya—lo miré con horror solo de imaginarlo.

—Mierda. ¿Crees que fue él?

—No lo sé pero sin duda eso no es normal.

•••

—Buenas tardes. Busco al oficial Oscar Davies.

—Claro. Segunda puerta a la izquierda.

—Gracias.

Zigor y yo atravesamos el pasillo hasta llegar a la puerta correspondiente. Toqué la puerta y obtuvimos el permiso para entrar.

—Bienvenidos —nos recibió el hombre quien leía lo que parecía ser informes—. Tomen asiento —y eso hicimos.

El oficial nos realizó una serie de preguntas comunes y dio por terminada la sesión.

—Ahora, nosotros le queremos hablar sobre lo que hemos investigado —comenté decidida. Él solo enarcó una ceja, intrigado.

—¿Eso es porque...?

—Luego de la muerte de Laya han empezado a ocurrir cosas extrañas. Había un sujeto que enviaba cartas con mensajes extraños e incluso tuve un encuentro muy peligroso con él donde casi me apuñala. Antes de la muerte de Camila, ella desapareció sin dejar rastro y el mismo día que murió me envió esta nota —le entregué la nota.

—Ya veo. Entonces insinúas que quien asesinó a Camila Dubois fue el mismo que mató a Laya Wood —asentí—. Pero, según los informes, Laya Wood fue asesinada por su padre.

—Eso no es completamente seguro. Tengo pruebas —saqué el diario de mi mochila y se lo entregué—. Piénselo.

—Muy bien, gracias por cooperar. Veámonos otro día —asentimos.

Salimos de la estación de policía y me acabo de percatar que Zigor no habló mucho durante el interrogatorio.

—¿Está todo bien?

—Sí, todo bien —sonrió pero sabía que lo hacía falsamente.

No hablamos más hasta que nos tuvimos que despedir.

Entré a mi hogar y subí hasta mi habitación. Estaba pensando en si tomarme una ducha o no pero mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de mi puerta la cual rechinó. Mi corazón se detuvo e inmediatamente miré hacia atrás. Nada. Suspiré de alivio.

Finalmente, opté por tomarme una ducha para aliviarme. Salí del baño y estaba acabando de vestirme cuando escuché la puerta rechinar otra vez más no le di importancia. Volví a escuchar ese irritante sonido y ya cansada me giré y ahí lo vi.

Está aquí.

¿Qué esconde una melodía?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora