Hubo un eterno silencio y podía sentir la mirada preocupada de Deon. Tomé bruscamente el teléfono de su mano y entendí perfectamente a qué se refería... aquella niña no era Mia. Frustrada tomé nuevamente la laptop y reproducí el video, en ninguna de las imágenes estaba Mia, era otra niña. Si esto es así ¿Por qué lo haría? ¿Por qué envió imágenes de otra niña? ¿Qué es lo quiere lograr? ¿Qué está pasando conmigo?
Tomé mi cabeza la cual me empezó a doler fuertemente. Lo último que recuerdo es el grito de Deon y luego de eso todo se volvió oscuro.
•••
Abrí los ojos lentamente y lo primero que vi fue unos enormes ojos que me miraban con intriga.
—¡Ya despertó! —su chillona vocecita inundó mi cabeza lo que provocó que esta doliera.
Me senté en la cama y al instante sentí sus pequeños brazos abrazándome.
—Duermes mucho —dijo la pequeñita con su típica sonrisa la cual muestra su inocencia.
Sonreí levemente correspondiendo débilmente su abrazo. A los segundos Deon y Artem se asomaron por la puerta.
—Mía no grites, le puedes causar molestias —reprochó dulcemente Artem mientras cargaba a su hermanita separándola de mi.
—Lo siento jeje —dijo la pequeña mientras empezaba a jugar con el cabello de su hermano.
Deon se acercó a mí y se sentó a mi lado.
—¿Cómo te sientes?
—Mejor —mi cabeza ya no me molestaba.
—Eso es bueno —me dio una de sus encantadoras sonrisas —. Deberías bajar a desayunar.
—Conque la rara despertó —habló Artem y se ganó una mirada fulminante de Deon.
—¿Por qué lo dices?
—Anoche no parabas de disculparte con alguien y eso para mi es bastante raro.
—Yo... no recuerdo nada —dije tocando mi cabeza.
—Eso no importa ahora. Vamos a desayunar —habló esta vez Deon.
Me levanté de la cama o eso traté pero mis piernas fallaron y casi caigo de no ser por Deon. Este al ver que me sería complicado caminar me cargó a estilo princesa. Bajamos todos hasta el comedor y empezamos a comer, todo sabía horrible.
—¿Quién hizo esto? Que asco —dije tomando una servilleta y sacando aquella extraña comida.
—¡Oye! —gritaron al unísono los chicos, totalmente ofendidos.
Rodé los ojos y fui tambaleante hasta la despensa en busca de una caja de cereal. Serví cuatro tazones y remojé el cereal con la leche. Con la ayuda de Deon los lleve hasta la mesa y todos empezamos a comer.
—Siéndoles sincero... esto es mejor —habló Artem avergonzado. Todos reímos.
—Mía, siento lo qué pasó ayer —la niña se me quedó viendo por unos segundos y luego me regaló una enorme sonrisa.
—No pidas perdón. Mi hermano Deon me contó que solo te preocupaste por mí —dijo sin quitar aquella sonrisa que iluminaba los caminos más oscuros.
Al decir esto miré a Deon quien me sonreía y reí al ver como Artem miraba mal a este, estaba celoso. Después de un rato terminamos de comer.
—¡Yo lavo los platos! —habló entusiasmada la pequeña mientras se levantaba de la mesa, recogía velozmente los tazones.
Me daba gracia ver cómo se subía en un pequeño taburete para poder lavarlos.
—En un momento saldré —avisé a los chicos.
—¿No quieres compañía? —yo negué y Deon asintió.
Me tomé una larga ducha y me vestí. Me despedí y salí de la casa, caminé algunos metros hasta que logré tomar un taxi y luego de un momento llegué a mi destino, una pequeña tienda de flores. Compré algunas y empecé a caminar por varios minutos hasta que me detuve frente a la puerta de aquel viejo cementerio. Crucé la oxidada y vieja puerta y caminé hasta una de las lápidas.
—Laya... te extraño. Todo es tan difícil y sofocante, ya estoy perdiendo la cordura. Solo quiero tener una vida tranquila. Si tan solo supiéramos quién fue el que te hizo estar aquí todo fuera más fácil pero ¿sabes que? Voy a vengarte. Encontraré al hijo de perra que te hizo esto —dije lo último determinada.
Le comenté sobre los hermanos y que me gustaría que ella los hubiese conocido. Hablaba y hablaba hasta que el sonido de unas pisadas me hicieron detenerme. Rápidamente miré detrás de mí, no vi a nadie...
Escuché nuevamente las pisadas pero esta vez se intensificaron lo cual me asustó. Me levanté del suelo y miraba a todas las direcciones pero no veía a nadie. Mi cabeza empezaba a dar vueltas y cuando pensé que estaba delirando una sombra me hizo reaccionar, por impulso eché mi cuerpo a un costado y pude ver a aquella persona encapuchada la cual tenía guantes negros y una enorme piedra en la mano. Antes de que recuperara su compostura salí corriendo de ahí rápidamente sintiendo sus pasos detrás de los míos, mi corazón latía frenéticamente. Salí de aquel cementerio y luego de correr varios metros me detuve ya que no sentía a nadie siguiéndome. Con la mano en el pecho me giré con intención de ver hasta el cementerio pero me quedé helada al ver como esa silueta se quedó justamente en la entrada de este. Sin pensarlo dos veces corrí más hasta que llegué a una calle muy transitada.
Me quedé esperando unos segundos hasta que vi un taxi que se aproximaba. Me hice una señal para que se detuviera y así fue. Subí a este con la respiración entrecortada y una de mis manos en mi pecho.
—¿Estás bien Odele?
—Sí, gracias —hablé tratando de regular mi respiración.
Traté de recordar lo sucedido anteriormente pero me decepcioné al analizar y saber que no vi el rostro de aquella persona. No vi nada con el que pueda identificarlo en alguna ocasión. Suspiré frustrada, sería un problema salir sola de casa. Estaría en peligro constante y no solo yo, todos. Esa sensación de angustia recorría mi cuerpo, mordía mis uñas y mi corazón latía desenfrenadamente. ¡¿Por qué está pasando todo esto?!
Traté de calmarme ya que no tenía a nadie más que a mí en ese momento. Luego de unos segundos me calmé pero esa paz no prevaleció mucho ya que un fue corrompida por un pensamiento...
¿El conductor mencionó mi nombre?
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¿Qué esconde una melodía?
Mystère / ThrillerLos humanos somos como las monedas. Todos tenemos dos lados. Uno lo utilizamos para nuestro beneficio, el otro es el motivo por el cual podemos ser denominados como seres crueles e impuros. *** Odele Brow, la chica perfecta. Aquella chica que desde...