Capítulo 1: Encuentro

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—Vegeta, ¿me prestas una camisa? Olvidé lavar algunas cosas—preguntó, asomándose por la puerta. El aludido levantó la mirada para enfocar con sus ojos negros a ese chico de cabellera alborotada.

—Te estuve repitiendo toda la semana que metieras tus cosas en la lavadora.

—Je Je—rascó su nuca—. ¿Me lo prestas?

—Tsk—soltó aire, resignado—. Agarra lo que necesites. Pero que sea la última vez, Kakarotto.

—¡Gracias, Vegeta! —se acercó a su armario, y comenzó a rebuscar entre las prendas que estaban en gancho—. ¿Sí me acompañarás?

—Odio los lugares con demasiada gente—el menor lo miró—. No iré.

—¿Eh? ¡¿Pero por qué no?! —hizo un puchero, que fácilmente fue ignorado por el más bajo, quien retomó su lectura—. ¡Será divertido!

—Ya di que sólo tú piensas en la comida que habrá—el de cabellera alborotada rio—. Olvídalo. Tú eres beta, no te afecta en lo absoluto las feromonas. Pero a mí sí. Y en lugares así el ambiente es asqueroso.

—No seas tan amargado—se acercó a su cama y lo comenzó a mover, consiguiendo que esa venita en su frente se inflamara y su ceño se frunciera un poco más—. Ven, Vegeta. Aunque sea un rato—el chico lo miró—. Por favor.

—¿Cómo puedes convencerme? —le dio un pequeño zape—. Muévete, buscaré ropa antes de que me arrepienta.

—¡Genial, Vegeta! —señaló una camisa azul—. Esta te queda grande, ¿verdad? La usaré hoy—avisó, antes de salir de su habitación para ir a la propia.

Tsk...—soltó un pesado suspiro antes de dejar el libro a un lado.

Se levantó de la cama, para arreglar un poco las sábanas y buscó un conjunto de ropa limpia. Se metió a la ducha, para asearse. Estando bajo el agua de la regadera no pudo evitar soltar un pesado suspiro.

La idea de ir a una fiesta, donde posiblemente haya alcohol y tabaco, no le fascinaba en lo absoluto. No por nada las experiencias anteriores le habían quitado todos los deseos de regresar a un evento así, donde un mar de feromonas llenó sus fosas nasales al punto de tener que salir asqueado.

¡¿Y cómo no?! Siendo un alfa dominante su olfato era hipersensible ante las feromonas de alfas y omegas. Y era muy probable que en ese lugar estuviera inundado de jóvenes que todavía no podían controlar la cantidad de feromonas que emitían.

Al menos Kakarotto, como beta, no tenía ese problema. Era inmune ante las esencias de cada individuo, siendo también que no podía identificar si eran alfas, betas u omegas. Pero no tenía problema de estar en una habitación donde los olores de cada ser se combinaban.

Los alfas y omegas, debido a la posibilidad del vínculo entre ambos, eran los únicos que percibían dichos aromas. Aunque, claro, cuando se concretaba la mordida en la nuca se estimulaban unos neurotransmisores, provocando un pequeño "click" que impedía volver a percibir las feromonas de alguien más, para ambos miembros.

Tremenda estupidez...—susurró, antes de cerrar la llave del agua. Extendió su mano para alcanzar la toalla y secó su cuerpo.

¡Ni siquiera estaba convencido de ir a esa mentada fiesta! Usualmente, tanto alfas como omegas tan sólo iniciaban su edad fértil podían liberar feromonas, y muchos ni siquiera llegaban a aprender cómo controlarlas. Eso sin contar que los omegas tenían celos más frecuentes que los alfas, donde el aroma se intensificaba de sobremanera. Si bien ahora existían muchos supresores (por cierto, bastante asequibles), había quienes olvidaban llevarlos consigo o, peor aún, no les hacía efecto.

AntipatíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora