Capítulo 3: Intimidad

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—Dodoria me dijo que Zarbon tendrá su fiesta de graduación en el antro—el Saiyan levantó su mirada, observando al Son que estaba echado sobre su cama mientras él trabajaba en su mesa—. ¿Vamos?

—Olvídalo—el menor hizo un puchero—. Ya sabes la razón.

—Vegeta, estás muy raro—giró sobre la cama, de modo que su cabeza colgara de la orilla del colchón para verlo de forma invertida—. Desde que tú y Granola se fueron a su cita...

—No fue una cita—interrumpió. El menor rio.

—Bueno... Desde que fuiste a dejar a Granola a su casa el día que salí con Milk, has estado evitándolo.

—No lo evito.

—Vegeta, siempre que salimos y te digo que Granola irá, me cancelas. Y si ya estamos afuera tú buscas excusas—el otro seguía negando—. Él no me quiso decir nada.

—Kakarotto, ya te lo dije. No nos sentimos cómodos el uno con el otro.

—Mentiroso. Me dijiste que te cae bien. Y Granola me dijo lo mismo de ti—el otro volteó a mirarlo.

—¿Te dijo que le agrado? —Goku giró, para volver a mirarlo esta vez correctamente.

—Bueno, no dijo eso exactamente. Dijo que no eres tan mal sujeto como pensó—el Saiyan volvió a girarse en su silla, para ver su computadora—. Vegeta, no seas sentido. Él es algo tímido al hablar, sé que quiso decir que...

—Basta.

—¡Pero...!

—Déjalo, Kakarotto. Es mejor así—el menor volvió a hacer un puchero—. No quiero relacionarme con él.

—Dijiste que te agradaba, ¿por qué no quieres verlo? —el otro lo ignoró—. Llevas una semana sin querer verlo. Cuando te dije que vendría a pasar la noche aquí, dormiste afuera. Y cuando estábamos en el restaurante y te dije que nos alcanzaría allá, dijiste que tenías un compromiso y te fuiste antes de que llegara. Y también...

—Demonios, Kakarotto. ¡Ya cierra la boca! —el Son guardó silencio—. Ve a tu habitación.

—¡Pero...!

—Detén esto—tocó su tabique y soltó aire—. Te acompañaré a esa estúpida fiesta, pero deja de insistir.

—Veg... —suspiró—. Bien. Será el sábado a las diez... Me iré a dormir—observó al Son yéndose, con su mirada hacia el suelo.

Cubrió su rostro con ambas manos, al observar que aquellos ojos, que siempre estaban iluminados con un brillito de emoción, ahora lucían decaídos. Soltó aire y miró la pantalla de su laptop, viendo aquel documento que tenía abierto. Sacudió su cabeza, sacó sus auriculares y los conectó, para poder mantener aislado cualquier ruido exterior.

El reporte se ve bien así...—frunció el ceño cuando en la reproducción automática sonó una canción de aquella banda que el peliverde también disfrutaba. La detuvo y desconectó los audífonos con fuerza, antes de sostener su cabeza con ambas manos, mirando la superficie del escritorio con molestia—. Debo sacármelo de la cabeza. Sólo es un sujeto que no sabe ni siquiera cómo hablar sin amenazar cada cinco minutos.

>>Desconfía de mí, cree que le haría daño a mi mejor amigo... Y por lo de la vez anterior, seguro es por el simple hecho de que soy alfa—miró al techo, haciéndose hacia atrás—. Sólo porque tuvo un mal incidente, ya culpa a todo mundo...

AntipatíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora