Un día desaparecí sin dejar rastro, fue como si de repente me hubiera tragado la tierra. No aparecía en ningún lugar y mi familia estaba demasiado preocupada por mí, mis amigos me llamaban con insistencia sin recibir respuesta alguna y mi hija lloraba por la noches porque no estaba su mami para que le contará su cuento y le diera un beso de buenas noches, pero uno de los cuales sufrió más mi desaparición fue él, mi esposo.
Mi esposo, me encantaba llamarlo así cuando aún estaba viva, me resultaba demaciado lindo escuchar decir esa palabra sin tener que sentir miedo por su rechazo. Pero lo que me encantaba aún más era que él me llamara a mi; esposa, esa simple palabra en sus labios se sentía demasiado hermosa como para no derretirse por él.
Conocí a mi esposo desde que tengo memoria, creo que fue cuando tenía diez años cuando lo ví por primera vez, su cabello y ojos negros me dejaron flechada desde el primer momento en que lo ví, era muy pequeña para saber que era el amor en ese momento, pero aún así, sentí un sentimiento demasiado intenso desde la primera vez que lo ví y todo fue en aumento cuando lo fui conociendo de manera profunda a causa de nuestras familias las cuales eran cercanas por sus compañías e inversiones.
Al cumplir los quince años entendí o por lo menos tenía una idea de lo que me pasaba, cada vez que lo veía mi corazón se aceleraba, cuando me miraba mi rostro de incendiaba pero cuando me hablaba con esa calidez y tranquilidad que él desprendía y lo caracterizaba todo en mi se calmaba, su voz era tan dulce y calma que me resultaba relajante escucharla hasta en los peores momentos ella me calmaba.
No fue hasta que cumplí 17 años que él pareció mirarme como algo más que una simple amiga de la familia.
Cuando se me declaro fue el segundo mejor día de mi vida, se los juró, y si, es el segundo mejor, pero de eso ya sabrán el porqué.
Duramos dos años y medio de noviazgo, luego de eso tomamos la gran decisión de...Casarnos.
El día de mi boda fue el tercer mejor día que he tenido, mi boda fue simple pero no por eso dejo de ser hermosa, todo estaba tan lindo que me pareció irreal, me parecía como si yo estuviera en un cuento de hadas en dónde yo era la princesa y mi esposo fuera el príncipe encantador.
«Pero lastima que como en todo cuento de hadas, existiera un villano que quisiera robarse a la princesa y eso lo hizo de la peor manera.»
Luego de un año de matrimonio quedé en estado, y de ahí conocí al que sería la pequeña princesita de mis ojos. Mi pequeña Sarada.
El día de su nacimiento fue sin lugar a dudas el mejor día de mi vida y ese lugar no se lo quitara nadie ya que ser madre siempre fue mi deseo y mi adoración.
Los mejores días de mi vida siempre los compartí con la compañía de mi esposo y aunque no discutieramos seguido, no soportabamos estar peleados por más de un día siquiera.
La verdad no podíamos mantenernos enojados el uno con el otro, se nos hacía imposible mantenernos serios sin mostrar emociones, ya que siempre vivíamos abrazados por cualquier situación.
Mi niña fue creciendo de manera rápida y siendo tan inteligente como lo era su padre, siempre tan cálida, mi pequeña Sarada era una perfecta mezcla entre mi esposo y yo; cabello negro con destellos azulados, ojos negros cuales gemas oscuras y de piel clara cual porcelana. Mi hija era extremadamente hermosa y para mí y su padre lo era aún más.
Ella heredo la calidez y la inteligencia de su padre y de mi heredó mi personalidad amable y cariñosa además de que siempre se sonrojaba con facilidad. Era tan tierna cuando lo hacía.

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"Asesinada"
Fiksi PenggemarLas personas por quienes daría la vida, fueron las que me quitaron la mía.