FLECHADO

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Le cedieron su tiempo libre hasta ser informado de una nueva misión, cosa que no le agradaba. El hecho de tener que estar merodeando entre tanta gente le causaba fastidio.

Pero justo en entonces, entre toda esa gente, su corazón se detuvo por unos segundos antes de bombear como loco.

—Mierda—maldijo entre dientes—. Es ella—movió su cabeza hacia todas direcciones en un intento por encontrar algún sitio que le sirviera como escondite.

Pero fue demasiado tarde para él.

—¡Bakugō!—saludó con energía.

—Ah, eres tú. No te esperaba por aquí—habló con torpeza—. Qué coincidencia.

—Verdad—asintió—. No solemos coincidir casualmente, a menos que nuestras agencias necesiten colaborar entre ellas—explicó brevemente—. ¿Y qué hacías? Te veías nervioso.

—No. Es solo que... Estaba esperando—trataba de pensar una excusa lo más creíble posible—. A Kirishima.

—¿Están juntos en una misión?

—Sí—apartó su mirada, nervioso al tener que mentirle—. Todavía no le dan el tiempo libre y... Sí. Es eso. Está... Está en el baño—soltó una risita nerviosa— ¿Y tú? —carraspeó—. ¿Qué te trae por aquí?

—Bueno, Hawks me ha dejado un tiempo libre hasta la siguiente misión, así que me apetecía descansar en alguna cafetería. ¿Te gustaría acompañarme? Podemos esperar a Kiri y vamos a merendar—dijo con ilusión.

—No—negó de inmediato—. Creo que sería mejor que te vayas o...

Silenció sus palabras de golpe al ver el rostro triste y confundido de su compañera. Otra vez volvía a soltar palabras sin pensar que se podrían malinterpretar, esto le pasaba mucho con ella, todo el tiempo. Ahora mismo en lo único que podía pensar era en no quedarse a solas con ella para evitar perder la cabeza.

—Bueno...—retrocedió—. Supongo que otro día, entonces—levantó la mano, mirándole menos animada que antes—. Nos vemos.

Quiso detenerla y aclarar el error ahí mismo, pero no fue capaz, la dejó marchar. Peor no sabía que ese error le iba a costar muy caro.

Los próximos días de prácticas no volvió a verla ni entabló conversación alguna con ella, si la veía era a la distancia, pero él era incapaz de acercase, mucho menos después de lo sucedido. Pero algo que Bakugō no habría deducido por culpa del dolor que causaba el distanciamiento de la chica con él, era que, todas las veces que se habían encontrado por casualidad, fueron gracias a la iniciativa de la femenina, cosa que el rubio jamás podría imaginar.

Bakugō se sentía impotente, no era capaz de tomar la iniciativa, y ahora que la chica no lo haría por miedo a ser rechazada nuevamente, no habría ningún acercamiento.

—¡No es mi culpa, maldición! Si no quiere acercarse... Que se vaya a la mierda.

Sus palabras no sonaron para nada convincentes viniendo del cenizo, eso pudo saberlo Kirishima a la perfección, porque hace un par de días atrás su amigo se encontraba alabando a la chica como lo mejor que había podido parir una mujer.

—¿No has pensado en tomar la iniciativa?—preguntó, ignorando el comentario de Bakugō.

—¡Yo!—gritó indignado—. ¡Ni lo sueñes!

—¡Bakugō!

Puso toda su atención en el pelirrojo. Nunca había gritado de esa forma, como si ya estuviera harto de la situación.

—Quieres estar con ella, ¿no es así? Vamos, cada día mencionas cualquier detalle en ella que te fascina y ningún otro ser podría haberse dado cuenta de ello—tomó aire—. ¡Te gusta! Háblale, porque, por lo que me estás contando, es ella la que siempre ha tomado la iniciativa—suspiró, regulando su tono de voz—. Después de lo que hiciste, si no se acerca ella... No tienes otra opción.

Endureció su mirada, bajando la cabeza y evitando los ojos de su amigo, pensando en sus palabras claramente razonables.
Se levantó de golpe y se marchó como si nunca hubiera hablado con él, pero Kirishima tenía claro que sus palabras le harían reflexionar.

—¡Nos vemos!

El último día de prácticas daba a su fin, y una chica se despedía vigorosamente de su instructor.

La despedida fue breve, y ahora esperaba su tren con ansias por volver a casa y relatar a su familia la mejor experiencia de su vida.

Unos pasos pesados resonaban con eco por la estación vacía. Era tarde. Solo ignoró a la persona, prestando atención en la pantalla de su móvil, pero su mirada se detuvo en la persona que se posicionó frente a ella.

—Ah—abrió la boca sorprendida—. Hola—saludó con pocos ánimos.

Se veía indeciso, con pequeñas gotas de sudor cayendo por su frente que delataban lo nervioso que se encontraba.

—¿Bakugō?

—No estaba esperando a Kirishima.

—¿Eh? Bueno... Creo que Kiri no toma esta línea de tren.

—¡Antes! El último día que me hablaste—dijo con recelo.

—No esperabas a Kirishima... ¿Vale? Entonces me mentiste.

—¡No!—agitó su cabeza como si quisiera organizar sus ideas o hacerse espabilar—. Sí—confesó.

—¿Entonces estabas esperando a alguien?

Casi agradecía que ella le hiciera preguntas, por lo menos le empujaba a hablar y sincerarse poco a poco.

—No.

—No querías quedar conmigo.

Guardó silencio.

—Bueno, podrías haberlo dicho, no hacía falta que me evadieras de esa forma, Bakugō.

—Yo...—apretó sus manos, procurando no soltar ninguna explosión—. ¡Joder, no es eso!—la tomó por los hombros, mirándola a los ojos, haciendo que la femenina se sobresalte—. Mira, no me gusta estar contigo.

Suavizó su mirada al ver el rostro sombrío de la chica.

—¡A solas! ¡Si me gusta estar... contigo!—se alejó unos pasos, chasqueando la lengua con frustración—. Cuando nos quedamos a solas me comporto como un imbécil, odio eso. Pero por otra parte... Me gusta pasar tiempo contigo, fea.

—Lo último era innecesario—se cruzó de brazos, mirándole con los ojos entrecerrados.

—Lo sé—zapateó el suelo—. Lo siento. Tú eres... demasiado—apartó la mirada—. Demasiado para mí.

—¿Qué estás diciendo?—rió.

—¡Nada, extra! ¡Está claro que quieres salir conmigo, por eso siempre tomabas la iniciativa!

—¿Sabes? Nada de lo que dices tiene sentido.

Estaba a punto de explotar como una bomba a contrarreloj.

—Solo... Podríamos—aclaró su garganta—. Podríamos quedar, supongo.

—Me parece bien—esbozó una amplia sonrisa—. Por cierto—volvió a hablar al escuchar el tren aproximándose—. Nosotros no tomamos la misma línea para ir a casa.

Abrió sus ojos de par en par al ser atrapado en el acto. Había ido hasta ahí solo para hablar con ella, y la chica lo supo desde el primer momento.

—En fin—se encogió de hombros, divertida por la situación—. No vemos, Katsuki.

Abrió la boca para hablar, pero los labios de la femenina plantando un cálido y repentino beso en su mejilla le hizo callar de inmediato.

Atesoraría ese precioso momento por mucho tiempo.

Tal vez hasta tener otro lo suficientemente bueno como para reemplazarlo.

Tal vez el recuerdo de un primer beso.

[] KATSUKI BAKUGŌ • ESCENARIOS []Donde viven las historias. Descúbrelo ahora