PESADILLAS

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Cinco minutos en el pasillo, cinco eternos minutos frente a la puerta de su propia habitación, observando el oscuro pasillo en el que debía adentrarse para llegar al ascensor.

—El Coco...—murmuró, aterrorizada—. No te tengo miedo, maldito.

Entre internos gritos de guerra, para no despertar a sus compañeros, tomó impulso para correr lo más sigilosamente posible hasta las puertas metálicas.

—Mierda—se maldijo a sí misma, percatándose que debía esperar a que el ascensor subiera para poder bajar a la sala común.

Pulso el botón como si la vida le fuera en ello, a punto de las lágrimas por el pavor que la oscuridad provocaba en ella, o lo que no podía observar dentro de ella.

Sintió los mil paros cardíacos apoderarse de ella cuando una gruesa mano le tapó la boca, ahogando un chillido de pánico y terror.

—Tranquila, idiota—parte de su cuerpo se relajó en cuanto las palabras del rubio llegaron a sus oídos—. No grites o despertarás a todos.

—Joder, Bakugō—le maldijo apartando su mano con lentitud mientras asimilaba la situación—. Qué susto.

—¿Adónde vas?—preguntó ignorando sus quejas.

—Chismosa—bufó—. Tenía hambre.

—¿Y tus reservas en el hueco del suelo?—enarcó una ceja con diversión, sabiendo perfectamente que las intenciones de la femenina eran otras.

—Vete a la mierda, Kats—golpeó su pecho echando su cuerpo hacia atrás, todavía la tenía apresada por la espalda—. No podía dormir, solo iba a... No sé, entretenerme o tomar el aire.

—¿Después de lo que ha pasado con La Liga de Villanos?

Abrió sus ojos con sorpresa, no se esperaba esa reacción, mucho menos el tono tan triste y preocupado con el que Bakugō había hablado. También podía notarlo en el abrazo por la espalda que reforzó contra ella.

—Katsuki...—se giró con algo de dificultad para quedar cara a cara—. Oye—tomó su rostro con cuidado—. Tú tampoco has podido dormir, ¿verdad?

Se sentía vulnerable pero, cuando estaba con ella, era imposible evitarlo. Si no se encontrase en esta situación ya estaría girando sobre sus talones para volver a su maldita habitación y evitar el fuerte sonrojo en frente de ella, pero ahora estaba demasiado preocupado como para pensar en eso. Acababa de sufrir un incidente con la organización de Villanos más conocida del país, había sido secuestrado y, echándose la culpa, creía haber arruinado todo al acabar con el Símbolo de la Paz.

Cedió. Terminó rindiéndose ante ella, dejó caer parte de su peso sobre su compañera, quedando su nariz sobre la apertura de su cuello para tener esa agradable oportunidad de aspirar su aroma. Todavía quedaba la flagrancia a su gel de ducha y era realmente reconfortante.

Ella decidió no decir nada, entendió que en estos momentos el chico necesitaba apoyo, pero como se trataba de Katsuki Bakugō, decidió no hablar por si tomaba alguna de sus palabras desde ese carácter tan acorazado que había desaparecido en estos momentos.

—Puedo...

Sus palabras parecieron desvanecerse en el aire, como si ese "puedo" hubiera sido producto de la imaginación de la femenina.

—Quiero dormir—se retractó en un suspiro.

No entendía muy bien esas palabras, lo que sí llegó a entender es que no eran las que quería decir en un principio.

Pensando en qué podría hacer para que su amigo conciliase el sueño, llegó a una idea no muy brillante, ya que este podría tomarla por demente. Decidió probar, así que le agarró de la mano para guiarlo hasta su puerta. Esperó unos segundos para dejar al cenizo procesar su idea en silencio, y pareció no importarle, así que abrió la puerta y lo invitó a entrar.

[] KATSUKI BAKUGŌ • ESCENARIOS []Donde viven las historias. Descúbrelo ahora