MI ENAMORADO

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San Valentín se encontraba a la vuelta de la esquina, ya se podía notar en el ambiente de aquella academia de héroes y jóvenes enamorados.

—¿Y vas a regalarle algo a...?

—¡No hables tan alto, que pueden escucharte!

Las conversaciones estaban llenas de confidencialidades, todo temas de amores secretos que no debían ser descubiertos.

La gente se veía muy ansiosa por cocinar esos deliciosos bombones de chocolate y ver la reacción de su persona especial, o también se frustraban por no saber plasmar sus sentimientos con tinta sobre una hoja de papel.

Dejó la cartera sobre su mesa, abriéndola para sacar su material antes de que llegara el profesor correspondiente y diera comienzo la clase. No pudo evitar soltar un pesado suspiro.

—¿Qué te pasa?—preguntó su compañero de atrás sin tapujos.

—Todo el mundo está...—se giró para mirarle a los ojos—demasiado entusiasmado.

—¿Lo dices por la mierda de día ese?—rió con ironía—. Ya llorarán cuando les rompan el corazón.

—No es gracioso, solo—se dejó caer en su asiento, fijando su mirada en el suelo—. En verdad cuesta declararse a la persona que te gusta.

Esa confesión captó toda la atención de Bakugō.

—¿Pero tiene que ser ese día? Parece que lo hacen por compromiso, y no porque de verdad quieran estar con...—levantó la vista, sobresaltado al chico—esa persona.

—¿Y a mí qué me cuentas?—se encogió de hombros.

—Ya que estamos solos—se acercó a la mesa del oji-carmín—. Dime, Bakugō. ¿Alguna vez has pensado en escribirle una carta a una chica? O tal vez no te van.

—¿Qué demonios insinúas?—levantó la voz—. Esas mierdas son... una mierda.

—¿Regalar chocolate?

—No pienso perder mi tiempo invirtiéndolo en cualquier extra.

—Pero no es cualquier extra—golpeó la mesa—. ¡Es tu persona especial!

Miró a la chica, analizando por unos segundos su rasgos faciales antes de desviar sus ojos hacia cualquier parte del aula. A su parecer, se encontraba demasiado cerca.

—Mi persona especial soy yo.

—Menudo egocéntrico estás hecho—suspiró rendida, tomando distancia—. Con todo esto de la presión social me estoy planteando declararme también.

La atención de Bakugō regresó en su máximo esplendor.

—¿Tú también estás con eso?—carcajeó—. ¿Vas a unirte a esa muchedumbre de extras idiotas el día catorce?

—Quién sabe—se cruzó de brazos—. ¿Crees que debería escribir una carta o hacer unos chocolates?

—Con tu apetito de oso seguro que terminas comiéndote el chocolate antes de terminarlo.

—Te doy un punto.

—Ambas opciones me parecen igual de lamentables—dejó descansar su espalda en el respaldo de la silla—. Si te declaras, ni se te ocurra venir llorando a mí cuando te rechacen de la forma más cruel posible.

—Sí, te veo capaz de ello.

—A mi me importan una mierda las feas que me dejan cosas en la taquilla.

—Qué tonto eres, Bakugō.

—¡¿Y ahora por qué me insultas?!

—Nada, nada—rodó los ojos—. Dices todo eso, pero cuando alguien se te declara eres una persona diferente.

[] KATSUKI BAKUGŌ • ESCENARIOS []Donde viven las historias. Descúbrelo ahora