CAPÍTULO 6

348 38 7
                                    

Fue un día agotador.
Aquellas jornadas de promoción me dejaban más exhausto que un intenso maratón de entrenamiento.
Radio, televisión, un puñado de entrevistas con diferentes medios y en lugares tan dispares donde hacerme fotos como hoteles, estudios de cine o clubs de carretera. Almorzamos con un presentador de un canal local y cenamos con un director de cine que quería conocerme.
Durante todo el tiempo JiMin estuvo conmigo. Fue discreto, amable, participativo cuando era necesario, y tomó nota de todo. De vez en cuando yo lo miraba, sentado tras el periodista que me entrevistaba, o al otro lado de la pecera en la estación de radio. Hasta ese momento no me había dado cuenta de que era un tipo realmente guapo. No lo vi por mí mismo, sino a través de los ojos de muchas chicas con las que nos cruzábamos y que lo deboraban con la mirada, a él en vez de a mí. No era una belleza impactante. Era de esas que florecían según lo ibas conociendo, hasta hacerse tan evidente que todos a su alrededor palidecían. Quizá se debía a aquella seguridad que transmitía, a su discreta amabilidad, o a la manera viril de moverse sin ser por ello descuidada ni vulgar.  Y después estaban sus labios. Habían logrado en mí maravillas y reconozco que me sentía adicto a ellos y muerto de deseo.
Mientras volvíamos al hotel en la misma limusina, lo invité a tomar algo antes de ir a dormir.
―Gracias, pero estoy cansado ―dijo ruborizándose ligeramente―. Otro día, si no te importa.
―Tienes que estar conmigo veinticuatro horas, ¿recuerdas? ―intenté poner una expresión cómica―. Te vas a perder a una estrella de fútbol americano dando cabezazos antes de quedarse dormido. Tu reportaje empeorará visiblemente si no tomas nota de eso también.

Sonrió, pero lo meditó antes de contestar. Temí que dijera que no, pero al final asintió. Yo fui hasta los ascensores, pero él no se movió de donde estaba.

―El bar del hotel está en la otra dirección ―me dijo.
―¿Estás de coña? Si entramos en un bar firmaré autógrafos hasta que me duelan los dedos. Mi suite está equipada con un bar y unas vistas magníficas. Vamos.

Tardó en seguirme. Creo que no se fiaba de mí, y hacía bien.

No hablamos mientras subíamos a la última planta. Tampoco cuando accedimos a la habitación. En verdad era todo un apartamento, con varias estancias, un salón enorme, un gimnasio y una piscina privada en la terraza.
―¿Qué tomas? ―le pregunté, arrojando mi mochila sobre una silla.
―Lo que tú.
Serví dos copas de tequilla con una rodaja de limón, y tomé asiento en el enorme sofá. JiMin aún lo dudó antes de hacer lo mismo justo al otro extremo.
―¿Qué te ha parecido la jornada? ―le pregunté, mientras me quitaba los zapatos y ponía los pies sobre la mesa.
―Dura e intensa ―me miró de reojo, realmente incómodo―. Eres toda una estrella.
―¿Hablarás bien de mí en tu revista?
―Aún nos queda mucho para terminar. Depende de cómo te portes de aquí a entonces.
Me acerqué a él, hasta sentarme justo a su lado. Vi cómo se envaraba, cómo se desplegaban sus alarmas, pero no se movió de donde estaba.
―Suelo portarme mal ―le dije en voz baja―, te lo advierto.
―Eso dicen, pero espero no comprobarlo.
―Ese club al que perteneces...
―No pertenezco a ningún club ―no me dejó terminar.
―Ese rollo con los hombres casados...

JiMin se puso de pie, como si hubiera activado un resorte automático. Parecía alterado, confundido.
―Mira, YoonGi, estoy cansado. Será mejor que nos despidamos hasta mañana.

No me dejó añadir nada. Sin más, fue hasta la puerta con la intención de largarse. Pero yo era más fuerte, más rápido y más ágil que él. De un par de zancadas lo había alcanzado. Solo tuve que ponerle una mano en el pecho para que su espalda tocara con la pared. Me puse frente a él. Muy cerca, y apoyé contra el muro empapelado uno de mis brazos para que no escapara.
―Siento haberte molestado ―me disculpé, sin poder dejar de mirarlo a aquellos verdes e intensos ojos.
―No lo has hecho ―vi cómo se ruborizaba de nuevo. Eso me excitó. Porque aquel tío había hecho conmigo cosas que... y sin embargo aún sentía pudor―. Pero YoonGi, no soy un tipo que hace estas cosas con cualquiera, y menos por dinero. Quiero que lo entiendas.

DESEO | SAGA HOMBRES CASADOS #3 | ADAPTACIÓN Y.MDonde viven las historias. Descúbrelo ahora