Capítulo 6

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Ryan

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Ryan

Estábamos a principios de julio, donde el sol todavía seguía brillando con gran intensidad, la temperatura era cálida, soportable, pero los rayos solares se enterraban en mi piel de una manera que me hacía cuestionar haber abandonado mi hogar por la mañana.

Resentí la ropa que llevaba puesta, consistía en un traje negro de corbata a la medida. Lo odiaba tanto como odiaba ser uno de los candidato a la gobernatura de Nueva York. Pero mis padres insistían en cambiar cada aspecto de mi apariencia y convertirme en algo que yo no era y nunca iba a ser.

Hacía tiempo que me había resignado a aceptar mi destino, abandoné mis sueños, los deposité en un baúl de madera, lo cerré con llave y nunca más volví a abrirlo. Ya no había nada que me hiciera rebelarme contra mis padres. No tenía ningún propósito y seguir sus pasos me parecía más fácil que encontrar mi lugar en el mundo...

Maldecí al cielo por haber decidido ir andando cuando contaba con más de tres autos a mi disponibilidad.

Pero sabía que solo lo había hecho para despejarme, aunque, ahora que lo pensaba bien, sólo quería tener una excusa para no asistir a más eventos que me drenaban emocionalmente.

Apresuré mis pasos sobre el asfalto, pese a que cada vez se hacían más lentos gracias a los pinchazos de dolor en mi cabeza, había estado bajo mucho estrés durante las últimas semanas, mis padres eran la causa principal y no había tenido tiempo de descansar como me lo había sugerido Connor. Dejé escapar un suspiro que se disipó en el aire y divisé a los neoyorquinos que venían de un lado a otro, sumergidos en sus propios mundos y ajenos a lo que sucedía a sus alrededores.

Por un pequeño instante la realidad pareció irreal ante mis ojos, el mundo se quedó congelado en el tiempo, los fastidiosos sonidos se desvanecieron por completo, la cálida brisa de Nueva York no tocó mi rostro y cuando la luz del semáforo se puso en verde dándonos el paso, todo volvió a la normalidad, el encanto terminó, los sonidos resurgieron y la gente avanzó de manera automática y remota.

No fui la excepción.

Seguí mi camino con el pensamiento de que no éramos más que personas ordinarias y reemplazables, las cuales sólo existían para jugar su respectivo papel en un mundo que había visto demasiadas personas como para llevar la cuenta, nada nos diferenciaba y en unos cuantos años, seríamos olvidados.

El pensamiento no me entristeció, era cierto y hasta ese preciso instante, no había conocido a ninguna persona que me hiciera cambiar de parecer.

Por alguna razón, que en ese momento no entendí, me detuve en un pequeño café que resaltaba entre los demás restaurantes, el clima no estaba para tomarme una bebida caliente, pero las mesas redondas del local llamaron mi atención y mi paladar exigió ese líquido amargo que me sabía a vida y me daba paciencia para soportar las exigencias de mis padres, que cada vez se hacían más constantes, me estaba hundiendo en sus inalcanzables expectativas y lo último que deseaba era convertirme en alguien como mi padre.

La Noche Que Nunca ExistióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora