Capítulo 9

124 4 0
                                    

Ada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Ada

Después de ver a mi esposo marcharse de nuestra casa con una mirada que expresa su decepción hacia mí por mis decisiones, me obligo a no pensar más en ello. Si lo hago, si me permito analizar todas las cosas que le dije en un arrebato porque me sentía acorralada, probablemente terminaré llorando y hecha un desastre porque no sé cómo no herir a las personas que amo.

No sé cómo expresarme de la manera adecuada y sin siquiera querer hacerlo, siempre termino hiriendo a las personas que en realidad me importan.

Connor no se merece esta actitud de mi parte y hay una parte dentro de mí que me dice que estoy siendo muy egoísta con él al ponerlo a elegir entre su mayor sueño y yo, su esposa. Sé que me ama y yo también lo hago, pero son momentos como estos en los que inevitablemente me pregunto si vale la pena continuar con lo que tenemos cuando es obvio que de alguna manera nuestros caminos dejaron de coincidir.

Desde hace tiempo que nuestros sueños no se alinean más, tenemos diferentes planes y últimamente optamos por ignorar nuestros problemas para no afrontar el hecho de que nuestro matrimonio comienza a venirse abajo porque no sabemos cómo volver a conectar. Quizá nos hemos perdido el uno al otro y ya no sabemos cómo encontrarnos cuando nuestros caminos no se cruzan.

Cuando nos cuesta demasiado encontrar un terreno en común para congeniar como lo hacíamos hace años atrás.

Dejando salir un suspiro de tristeza, sacudo la cabeza para enviar esos pensamientos lo más lejos posible y me dedico a recoger los platos de la mesa, porque es obvio que lo que se suponía ser un almuerzo tranquilo se ha acabado.

Connor no volverá hasta en la noche. Lo sé. Su trabajo como el gobernador de Nueva York tiende a absorber la mayoría de su tiempo y desde hace meses que llega demasiado tarde como para esperarlo despierta. Sin embargo, sé que siempre llega. Puedo sentir su peso hundiéndose en la cama, pero no me molesto en ver la hora, porque entiendo que tiene muchas responsabilidad bajo su mando.

Siempre le echo de menos. Me gustaría pasar más tiempo a solas con él, intentar volver a hacer nuestras actividades juntos, aunque debo de admitir que desde hace unas semanas ha dejado de molestarme que llegue tan tarde a casa. Sé muy bien que su trabajo es importante para él, ayuda a mucha gente y sé que disfruta haciéndolo. Y a pesar de que solía resentir su ausencia, respeto lo que hace. Porque él también respeta mi trabajo, nunca interviene en mis decisiones. Se mantiene al margen de mi vida laboral y me apoya.

Eso debería bastar pero es imposible no darme cuenta de que evidentemente algo no está funcionando.

Tomo mi móvil de la mesada de la cocina y busco el contacto de Clarissa, una de mis amigas y mi empleada de confianza, rápidamente le envío un mensaje haciéndole saber que cómo la última semana, hoy tampoco iré a trabajar, y que ella está a cargo mientras el tiempo que no esté presente.

La Noche Que Nunca ExistióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora