Capítulo 8

135 6 0
                                    

Ada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Ada

Connor y yo nos encontrábamos sentados en el consultorio de uno de los ginecólogos más prestigiosos del estado de Nueva York, esperando con impaciencia el resultado de los estudios médicos, que de ser negativo, cambiaría nuestras vidas de manera significativa y posiblemente crearía una grieta en nuestro matrimonio que no podríamos enmendar.

Porque hacía unos meses que él se había hecho unas pruebas y todas habían salido perfectas, mi esposo a sus treinta y tres años era un hombre muy sano y no tenía ningún problema que le impidiera tener hijos.

La del problema era yo, ningún doctor tenía que decírmelo para confirmarlo. En lo más profundo de mi ser lo sentía.

—Díganos doctor, ¿cuáles son los resultados de los estudios que hicieron? —La voz de mi esposo me trajo de vuelta a una realidad que no quería—. ¿Qué es lo que tiene mi esposa?

—Lamento decirle que no tengo buenas noticias para su esposa, señor Holland.

Un silencio incómodo y pesado resurgió en el consultorio. Pude sentir como una oleada de frío abrazaba mi cuerpo. Por primera vez en mi vida sentí ese tipo de miedo. Ya no se trataba de suposiciones sobre lo que estaba mal conmigo, ahora me estaba enfrentando a una realidad que podría destruirme.

—Sólo díganos —demandó él.

La vacilación en la mirada del doctor encogió mi corazón. Ya no podía soportarlo. Quería, necesitaba saber.

—¿Qué es lo que está mal conmigo? —inquirí en susurro, sonando desesperada.

El doctor finalmente desvió la mirada de Connor y miró en mi dirección. Sentí que se me oprimía el pecho cuando ese atisbo de vacilación había sido remplazado por uno de comprensión y simpatía. Y antes de que siquiera dijera algo con respecto a mi diagnóstico, supe que sus palabras me iban a romper por dentro.

—Señora Holland lo que usted padece es uno de los problemas de fertilidad más comunes entre las mujeres, a esta condición se le conoce como Síndrome de Útero Hostil o Hostilidad Cervical. En estos casos, el útero no crea un entorno propicio para que los espermatozoides lleguen al óvulo y mueren antes del proceso de fecundación. La edad también es un factor que afecta su condición. Por este motivo, las mujeres que se diagnostican con útero hostil presentan muchas dificultades para quedar embarazadas —explicó con tono neutro; mi mente estaba lejos de la consulta del médico, y aunque sus palabras resonaban en mi cabeza, no entendía nada. Solo podía pensar en que nuestro sueño podría no hacerse realidad nunca y era mi culpa—. Incluso si usted llegase a concebir con éxito, puede tener problemas con su útero más adelante y sufrir un aborto espontáneo.

Vi la expresión entristecida en el rostro de Connor. El dolor surgió en sus ojos mientras me cogía la mano y me daba un suave apretón. Sabía que intentaba hacerme sentir apoyada, pero no podía evitar sentirme tan impotente. La noticia terminó por derrumbar mis ilusiones, porque no podía negar que una parte de mí deseaba que fuera sólo el estrés de querer un bebé, de ser madre, lo que estaba haciendo más difíciles las cosas.

La Noche Que Nunca ExistióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora