RyanCuando dejo a Connor recostado boca arriba sobre la cama matrimonial, continúa balbuceando más sandeces incoherentes que soy incapaz de entender y, para ser honestos, tampoco tengo ningún deseo de hacerlo.
Aún así, me tomo unos segundos para detallarlo; siento mi pecho pesado con un sentimiento de nostalgia. Es básicamente imposible para mí no viajar años atrás cuando él era el que solía cubrirme con mis padres porque solía escaparme a fiestas con mis amigos y regresaba alcoholizado.
Siempre estaba ahí para mí. Nunca me abandonó.
Los dos crecimos muy unidos hasta que tuve que marcharme para ir a la Universidad a la que mis padres querían que fuera.
E incluso cuando volví, nos gustaba pasar tiempo juntos. Los dos hacíamos deporte y amábamos jugar retas de baloncesto. Sabía que Connor me admiraba, que yo era el ejemplo que él seguía, aunque ahora mismo sólo soy un completo fracaso que se quedó estancado, pero me alegro de que al menos uno de los dos haya conseguido algo bueno en la vida.
Que si haya podido avanzar.
Al cabo de unos minutos, me percato de que se queda en completo silencio, no dice nada mas, lo que me da a entender que por fin ha caído rendido ante el sueño.
Atareado por la situación, suelto un suspiro mientras me acomodo la chaqueta, reuniendo el valor suficiente para levantar la mirada y encontrar la de ella, porque he estado fingiendo que no está aquí por mi propia sanidad.
Ella se encuentra de pie al otro extremo de la cama con una postura inquieta, como si estuviera a la espera de mi siguiente movimiento porque desconfía de mí.
Me mira con cierto recelo pero también puedo percatarme de lo nerviosa que se encuentra por tenerme cerca, la manera desnivelada en que respira y entreabre los labios. Aunque se rehuse, puedo asegurar que mi presencia la desequilibra tanto como a mí la suya. O tal vez sólo quiero creer eso porque me resulta imposible sacarme su imagen de la cabeza.
He luchado tanto conmigo mismo para dejar de desear a la mujer de mi hermano, pero no puedo evitarlo. El sentimiento me domina. Me sobrepasa. Y comienzo a creer que voy a volverme loco en cualquier segundo.
—Creo que no te dará más problemas durante la noche, puedes estar tranquila —me escucho decir después de un largo silencio, mi intensa mirada puesta en ella, que se cruza de brazos y mantiene una postura a la defensiva.
No permito que mis ojos vuelvan a escrutar su cuerpo porque no quiero tener una jodida erección en este momento. Pero el hecho de que el dormitorio esté inundado de ese aroma dulce a durazno no hace más llevadero el asunto, porque huele exactamente a ella.
Aprieto la mandíbula, sopesando cada una de las razones por las cuales no debería ceder ante mis instintos, obligándome a reprimir un gruñido bajo, porque los recuerdos de nosotros juntos no dejan de recopilarse en mi mente.
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La Noche Que Nunca Existió
RomanceUna sola noche es suficiente para que todo cambie, y nada más vuelva a ser igual. Dos destinos se cruzan por accidente, y un error aparentemente inocente los une, desencadenando consecuencias que ninguno de los dos pudo prever. Ada es una mujer con...