Abismos

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—Capítulo XIX—

Aléjate. Aléjate de todos aquellos a los que hayas amado porque un día —que te aseguro que llegará—, todos te abandonarán y dejarán un vacío en tu corazón que jamás podrás llenar.

***

—¿Quieres tú a Charlotte?

La pregunta flotó en el aire y él tragó saliva. Después de un rato respondió:

—¿Importa?

No pude evitar soltar una triste risa que se extendió por algunos segundos sin poder controlarlo.

—¿De qué te ríes?

Después de un rato, las lágrimas volvieron a salir de mis ojos.

—De el hecho de que perdí la mejor relación de mi vida y mi puta reputación por alguien quien ni siquiera le importa el amor.

Su pecho subía y bajaba con sus respiraciones en un intento de no llorar.

—Noelia, te quiero —dijo con sinceridad.

Mis ojos se iluminaron pero el pronto agregó otra frase que cambió el significado de todo.

—Pero también quiero a Charlotte.

Volví a secar mis lágrimas con la manga de mi camiseta.

—Eso no pareció cuando rompiste con ella en Mónaco.

Se rascó la nunca incómodamente.

—La gente dice cosas que no quiere decir cuando está enfadada.

—Parecía que cada una de las palabras que decías venían desde tu corazón.

Una lágrima huyó por su mejilla pero la secó inmediatamente.

—Eres tan egoísta —dijo sin mirarme a los ojos.

Lo miré sorprendida de que se hubiera atrevido a decirme eso.

—¿Egoísta? ¿Por querer que seas feliz?

Levantó su mirada verde como dos Esmeraldas y la clavó en mí.

—No entiendes la cantidad de cosas que he tenido que sacrificar en mi vida para llegar a donde estoy. Y si ser feliz con alguien que me quiera es una cosa que también tengo que sacrificar, tendré que hacerlo.

—¡Tú eres el egoísta! —no puede evitar gritarle—. Pensabas en ti y en tu carrera, pero ¿yo? Sabías que esto iba a terminar así.

Puede ver en su mirada como mis palabras lo hirieron.

—Intenté evitarlo —se justificó—. Por eso hice la promesa.

—La promesa no sirve de nada si ninguno de los dos la cumple.

La promesa no solo se limitaba a cosas físicas, sino también a los sentimientos que sentíamos el uno por el otro y eso era algo que no podíamos apagar con unas cuantas palabras bonitas.

—Pero los dos fallamos —respondió.

—¿Los dos? Tú fuiste el que me besó en Arabia Saudí y en el yate. Y por eso dos besos no podemos ni podremos estar juntos.

Bajo su mirada al suelo.

—Eso era antes de la promesa —susurró.

—Eso era cuando ni tú ni yo estábamos solos.

Tragué saliva por fin estábamos aceptando todos los errores que cometimos, por fin sabíamos en qué mejorar, pero ya era muy tarde.

—En realidad los dos somos egoístas —dijo Charles—, sabíamos lo inevitable: que íbamos a herir a aquellos que queríamos, y no nos importó.

300km/h | Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora