Dirigete a mí

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—Capítulo III—

Bahréin fue un principio emocionante para la temporada del 2022.

Todo empezó por la rivalidad entre mi Dios: Max Sugar Daddy Verstappen, y Charles Leclerc. En donde el de Ferrari iba delante en casi todo momento y el amor de mi vida intentaba adelantarlo como pudiese a pesar de algunas complicaciones que tuvo.

Durante toda la carrera pensé que Red Bull iba a remontar pero tristemente los dos coches tuvieron problemas técnicos por lo que Verstappen se tuvo que retirar y Checo tuvo que, lamentablemente, hacer los mismo.

Hoy no le puedo pedir autógrafo a Max.

Y aunque en Red Bull aquella haya sido una noche triste, fue una fiesta en Ferrari porque Leclerc quedó primero y Carlos segundo. Así que os podéis imaginar la manera en la Charlotte, Carlos 2 —alias el primo de Carlos 1—, Mattia y los mecánicos e ingenieros se pusieron a gritar.

Fue muy bonito ver cómo todos los que estaban en el pit box corrieron a las rejas a festejar con Leclerc y Carlos cuando ellos aún estaban en los monoplazas. Y fue muy divertido ver cómo se rociaban con una botella de champaña que probablemente valiera más de dos mil euros.

Y, otra vez más, la mirada de Leclerc paseó por el público y se detuvo en mí.

Eso no significa nada. Él tiene novia.

***

Después de que todo el mundo se hubiera preparado dejar el paddock e irse de fiesta, Mattia, Carlos y yo tuvimos una charla.

—Te tienes que venir con nosotros —dijo muy emocionado—. Las fiestas después de los Gran Premios son espectaculares.

—Ella tiene que acompañaros —comentó Mattia—. Ella es vuestra encargada.

Reí mientras intentaba mantenerles el paso porque ambos caminaban a grandes zancadas.

—Tengo que asegurarme que no hagas idioteces —le dije a Carlos en español para que Mattia no me regañara, cosa que hacía bastante a menos a pesar de que ya tuviera veinte años.

—Entonces, ¿para que vamos a fiestas? —respondió él con una gran sonrisa.

Antes de que pudiera contestarle Charles Leclerc llegó. Me miró rápidamente de arriba a abajo y luego le pido a Mattia hablar con él en privado. Mattia también parecía sorprendido pero los dos se fueron juntos de vuelta a paddock.

—¿Pasó algo? —le pregunté a Carlos que se había quedado igual de atontado que yo.

—No que yo me acuerde —dijo mirando en la dirección en la que los dos se fueron—. Qué raro —susurró para sí.

Los dos seguimos caminando mientras me contaba más sobre la carrera pero mi instinto me dijo que había algo mal. Claramente estaban hablando de mí por la manera en la que él me miró y lo más probable es que tuviera algo que ver con lo de la noche anterior.

—Espera —alcé la voz mientras buscaba en los bolsillos de mi chaqueta y mis vaqueros—. Creo que me he olvidado el móvil.

Carlos se burló de mí.

—¿Quieres que te ayude a buscarlo?

Negué con la cabeza. En realidad no lo había perdido pero necesitaba una excusa para ir a ver dónde estaban.

—No hace falta, voy y vengo rápido.

Di una media vuelta y corrí como si no hubiera un mañana. Llegué al pit box y subí rápido las escaleras para ir a paddock pero antes de pasar por el umbral de la puerta me detuve a escuchar la conversación.

—¿Esa chica está aquí para hacer prácticas? —podía escuchar la voz de Leclerc con claridad aún cuando me estaba ocultando.

—Claro, la próxima semana va a estar juntos a los mecánicos conociendo más sobre los coches.

—¿Y por qué es la encargada de los pilotos? —desde la rendija de la puerta podía ver cómo él estaba gesticulando con los brazos claramente molesto—. No tiene sentido.

—Tengo que asegurarme que no vuelva a pasar lo mismo del año pasado —la voz de Mattia se tornó más fría.

—Ese escándalo no tiene absolutamente nada que ver con la Fórmula 1 —señaló con su dedo índice a Mattia—. Habíamos quedado que no se hablaba más de tema.

Mattia negó con la cabeza algo decepcionado de Leclerc mientras éste daba vueltas en círculos claramente molesto por algo más.

—Es escándalo tiene todo que ver con la Fórmula 1. Podríamos haber perdido patrocinadores y eso hubiera sido un gran problema para Ferrari.

¿Qué habrá hecho?

¿Me lo vas a reprochar para siempre? —continuó diciendo—. Fue cosa de una vez. No volverá a ocurrir.

Los ojos de Mattia estaban clavados en él. Aunque la mayoría del tiempo pareciese amigable, podía ser aterrador si quisiera.

—De eso me voy a encargar yo.

Leclerc mantuvo la mirada unos instantes y luego se rio de una manera cínica.

—No me puedo creer que hayas metido a la hija de tu amigo en la escudería. Esto es serio, no es un lugar en donde una universitaria pueda venir a hacer fiesta con la excusa de "hacer prácticas".

Auch

—Hasta donde a ti te incumbe, esa universitaria puede irse a todas las fiestas que le de la gana mientras que yo no te tenga que salvar el pellejo de nuevo.

Al ver cómo Mattia se acercaba a la puerta tras la cual yo estaba oculta, decidí bajar corriendo y esconderme en el pit box que por suerte estaba vacío. A la lejanía pude ver cómo Mattia se iba ya del circuito mientras que Leclerc golpeaba un neumático que estaba en el pit box.

Di un paso hacia atrás con miedo de que me pudiera ver pero terminé golpeando una mesa de donde se cayó una llave. Él inmediatamente se dio cuenta de donde estaba.

—¿Qué haces ahí?

—Me olvidé mi móvil —mentí mientras lo sacaba del bolsillo trasero de mi pantalón para enseñárselo.

Su mirada verde como dos esmeraldas se clavó sobre mí. No sabía que responder.

—Escuchaste nuestra conversación —no fue pregunta sino afirmación como si con sólo mirarme a los ojos supiera lo que había hecho.

No intenté negarlo, no valía la pena.

—Teniendo en cuenta de que hablabais sobre mí, no me pareció que fuera un problema.

Pude vislumbrar una sonrisita en su rostro por algunos instantes pero ésta se fue rápidamente.

—¿Mattia te contó sobre lo que pasó?

Negué con la cabeza.

—Bien —simplemente respondió y se dispuso a irse.

Antes de que pudiera dar tres pasos, llamé su atención.

—Charles —dio un paso hacia él y puse la mirada más seria que tenía—, si alguna vez vuelves a tener algún problema sobre quién soy, por qué estoy aquí, qué hago, qué sé y qué no —mis ojos clavados en sus pupilas—; dirígete a mí. ¿Está claro?

Una comisura de sus labios se dobló en una sonrisa doblada, una sonrisa ciertamente bonita.

—Tan claro como el agua.

***

300km/h | Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora