Mentiras, mentiras

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—Capítulo XVII—

Mi ley favorita de newton es la tercera: para cada acción hay una reacción.

Mi cabeza dio un giro lo hacia la derecha mientras que la mano de Charlotte me daba en la mejilla izquierda.

—¿Desde cuándo?, eh —su volumen de voz era alto y se notaba que estaba al borde de las lágrimas—. ¿Hasta donde habéis llegado?

Me sobé la mejilla adolorida mientras intentaba aguantar mis lágrimas de culpabilidad y vergüenza.

Carlos se interpuso entre los cuatro intentando controlar la situación sin mucho éxito.

—Vamos a calmarnos que no es el fin del mundo —dijo mientras colocaba su antebrazo delante de Charlotte.

Ella intentó su brazo reduciendo la distancia que nos separaba y continuó gritándome.

—¿Os habéis acostado ya? Seguro no desperdiciaste ningún momento.

Todo el mundo se había girado para mirar la escena que estábamos protagonizando pero la única mirada que quería encontrar era la de Arthur que se había quedado mirando la foto y evitando siquiera mirarme a los ojos.

Entiendo, no te merezco —me dije y tenía razón.

—No es para tanto, sólo fue un beso —intervino Leclerc.

Ella rió sarcásticamente.

—¿Cómo voy a confiar en vosotros si me lleváis mintiendo todo este tiempo?

Ninguno de los dos dijo nada.

—¿En verdad fue uno o eso es otra de vuestras mentiras?

Leclerc bajó la mirada al suelo pero yo no. Si me habían atrapado no hacía falta volver a mentir.

—Fueron dos —murmuré pero ella fue capaz de escucharlo aunque se mantuvo en silencio—. Uno en Arabia Saudí y el otro en el yate.

Arthur levantó la mirada por primera vez.

—Entonces yo era el remplazo de Charles, ¿no? —empecé a negar con la cabeza mientras las lágrimas recorrían mis mejillas pero él continuó—. Como no lo podías tener a él, me escogiste a mí.

—Te quería en ese momento, todavía te quiero —respondí entre sollozos.

—Pero lo querías más a él porque no te importó romperme el corazón.

Sus palabras fueron como un puñal que lentamente se clavaba en mi corazón hasta desangrarme.

—Yo... nunca quise que esto fuera así —las palabras salieron de mi boca como un suave murmuro de una persona que sabía muy bien que era culpable.

—Sabías lo que estabas haciendo —respondió mientras lentamente iba subiendo el volumen de su voz—. Desde la primera noche que nos conocimos sabías lo que sentía por ti, y la siguiente carrera ya te estabas liando con mi hermano.

Tragué saliva.

—No éramos nada en ese entonces —intenté justificarme pero problems te fue lo peor que pude haber hecho.

—Nunca debimos ser algo.

Una lágrima rebelde se escapó por mi mejilla cuando esas palabras me golpearon más fuerte que la bofetada de hacía unos pocos minutos.

—¿Cómo siquiera me mirabas a los ojos y me decías "te quiero", si sabías que lo escogerías a él? —prosiguió mientras se me hacía imposible ocultar mis lágrimas.

300km/h | Charles LeclercDonde viven las historias. Descúbrelo ahora