capítulo 2

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―¿Ya están calmados?― Pregunta Gabriel.

―¡No!― respondimos Cristian y yo.

―¿Qué fue lo que pasó?― Pregunta y los cuatro estamos en la sala de su departamento.

―Todo empezó cuando tu querida novia le dio una brillante idea―Habla con sarcasmo Cristian.

―Es una pena que vaya a quedar viudo antes de casarte―Le digo dándole una sonrisa malvada.

Janeth se sienta más cerca de su novio, manteniéndose alejada de su hermano y de mí.

―Vuelvo y pregunto ¿Qué fue lo que pasó?.

―Yo te contaré qué fue lo que pasó. Después de haberle dado tremenda noticia a nuestras familias y como debes saber, nuestras madres empezaron a planear nuestra boda―Cierro los ojos respirando hondo para contener la rabia que hay dentro de mí― Todo iba un poco bien, nuestros padres no volvieron hablar sobre posibles candidatos y cuando fue la noche de la fiesta todo estaba tranquilo, no había acoso por parte de ningún soltero.

―No saben lo felices que estamos por esta unión―Dice la abuela con entusiasmo ―Solo espero conocer a mis bisnietos antes de que me muera.

Sin poder contenerme empiezo a toser.

―¿Estás bien querida?―Pregunta Cristian fingiendo preocupación.

―Claro cariño― Respondo.

―Aún me cuesta verlos así juntos y no tratando de matarse―Se burla la abuela Gertrudis.

―No es para tanto querida, yo sabía muy bien que entre estos dos había algo más que odio―Dice mi abuelo.

―Como dice el dicho, entre el odio y el amor hay un solo paso.

Odiaba esta tensión y en especial odio tener que mentir a mi familia. ¿Qué va a pasar después cuando llegue el momento de decir nuestra separación? Sabía que lo íbamos a decepcionar.

―¿Podemos bailar?―Pregunta Carlos.

―Claro― Le doy mi mano.

―No te la quedes por mucho tiempo, padre―Dice Cristian antes de golpear mi trasero.

―¿Le has golpeado su trasero?― Pregunta Gabriel.

―Tenía que verse como si de verdad fuésemos una pareja.

―Aún no me la he cobrado y ten por seguro que lo haré― Le señalo.

―¿Y tú no hiciste nada?―Pregunta Janeth.

―¿Qué podía hacer? ―Digo ―Todos estaban atentos a nuestros movimientos.

―¿Y qué pasó?―

Me solté de Carlos y me acerqué a Cristian pasando mi mano por su cuello. En ese momento el idiota se quedó estático y aproveché para darle un pequeño beso en su mejilla y sin que nadie nos viera apreté su miembro con fuerza.

―¡¿Qué?!― Gritó Gabriel y Janeth.

―Maldita perra, esa me la pagas―Dice Cristian y pasa su mano por el pantalón como si acariciara su miembro.

Luego lo solté y me fui hacia su padre.

Don Carlos es un hombre grande e intimidante, pero para mí siempre lo he visto como un padre protector.

―¿Lo estás pasando bien?― Me pregunta después de unos segundo.

―Claro, tío-suegro― Le doy una pequeña palmada en su hombro en forma juguetona.

una gran ideaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora