Capitulo 3

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Gabriel y Janeth llevan en silencio varios minutos. Ninguno de los dos ha podido decir algo al respecto después de escuchar semejante noticia.

La verdad es que Cristian y yo estamos igual o peor de impactados.

―Lo siento, lo siento mucho―Dice Janeth con los ojos llenos de lágrimas ―De verdad que fue mala idea y no puedo creer que nuestros padres quieran obligarnos a darles un nieto.

―No solo quieren obligarnos. Nos dieron 24 horas para empacar nuestras cosas―Dice Cristian.

―¿Qué?―

―Como oyeron, nuestros padres tienen personal de seguridad esperando detrás de esa puerta―Señaló la puerta de salida ―Nos van a dejar en Cabo Cristal y hasta que yo no esté embarazada no podremos salir de ella.

Los ojos de ambos se abren.

―¿Es una broma?― Pregunta Gabriel.

―Nop―Dice Cristian antes de levantarse y caminar hasta la puerta. La abre y varios hombres de trajes están bloqueando la entrada y la vuelve a cerrar.

Cualquiera diría que nuestra familia pertenece a la mafia y nuestros padres son los grandes padrinos.

―¿Entonces se van a la isla?― Pregunta Janeth.

Cabo Cristal es una hermosa isla de la que son dueños nuestros padres. Ambos la compraron cuando empezaron a ganar dinero y ese es el lugar donde pasamos siempre nuestras vacaciones. No voy a mentir, el lugar es un completo paraíso y hasta les han ofrecido mucho dinero a ambos por la compra y se han negado.

El lugar es increíble, arena blanca, mar azul y aguas cristalinas. La película La Laguna Azul le daría envidia de nuestra isla y ¿Qué mejor manera de presionarnos a estar juntos? Dejarnos abandonados en un paraíso tropical. Eso sí, cada quince días vienen a dejarnos comida y todo lo que necesitemos, empezando que debo hacerme una prueba de embarazo y enviar la imagen y hasta que no tenga dos líneas no mandaran por nosotros.

La casa es gigante, justo para albergar ambas familias. Tiene todas las comodidades de una mansión y se podría decir que cualquier estaría feliz de vivir en ese lugar. Pero no yo, cuando debo de estar con mi enemigo número uno.

Fue difícil despedirse de nuestros amigos, en especial en Janeth, quien es como mi hermana y no dejaba de llorar por sentirse culpable de haber sugerido esta idea. Nos pidió perdón, en especial a mí, ya que sabe que no va a ser fácil para mí.

En camino no hacía más que pensar en como escapar, pero a mi mente llegaba la última conversación con mi padre.

―Ten cuidado al pensar en escapar, sabes muy bien que te encontraría hasta en el fin del mundo.

―No puedes obligarme a hacer esto, padre―Le dije con mis ojos llenos de lágrimas.

―Este problema se lo metieron ustedes solitos ¿O acaso quieres ver a tu madre desilusionada? ―Niega con la cabeza ―Si es así, ve y dile que todo fue una farsa y una burla hacia nosotros.

―No fue una burla, papá―Me acerco tomando su mano ―Por favor, perdóname. Pero no me hagas esto.

―Lo siento cariño, no seré yo quien le rompa el corazón a tu madre.

Con esas últimas palabras, sabía que ya no podría hacer nada. Para nuestras familias, la de Janeth y la mía, nuestras madres son lo más importante. Nuestros padres siempre se han esmerado por darles todo a ellas, que no les falte nada y complacerla en todo lo que ellas quieran, ya que ellas son nuestra adoración.

En especial mi madre, quien se sacrificó por mí.

Llegamos a la isla. La única manera es por aire o agua. Mi estómago se contrae cuando bajamos y vemos al equipo bajar nuestro equipaje.

Me quedo mirando alrededor, este lugar es hermoso.

Observo a Cristian entrar a casa furioso, desde que salimos no nos hemos hablado. Ni siquiera una sola mirada ¿Cómo espera que tenga relaciones con este hombre si no nos toleramos respirar el mismo aire?

Suspiro e ingreso a mi habitación.

Todo está bien arreglado, parece que mandaron a alguien a limpiar antes de llegar. Escucho como el helicóptero se levanta y toma su vuelo desapareciendo en el horizonte.

Nos hemos quedado solos.

Me tiro sobre la cama y empiezo a llorar.

Todos los recuerdos vienen a mi mente, en especial el día que entregue mi corazón.

Nuestros padres siempre han soñado que Cristian y yo estemos juntos. Desde niños nos disfrazamos de novios y jugábamos a la boda. Llegaban hasta decorar el patio con sillas y flores y más de una vez mi padre caminaba conmigo y me entregaba al novio.

Crecí con esa ilusión, escucharlos a ambas familias que algún día nos casaríamos y tendríamos muchos hijos. Cristian y yo nacimos el mismo año, pero de diferentes fechas, así que compartimos todo juntos hasta que llegó Janeth y empecé a estar con ella.

Desde que tengo uso de razón hemos sido inseparables.

Al principio Cristian se molestó con su hermana, parecía que sufría celos de hermanos. Mi madre me dijo que era posible que sintiera celos por ya no ser hijo único. Aun así, seguíamos siempre juntos y llegué a sentir mucho por él. Para mí era como mi príncipe, el hombre de mis sueños, el que algún día sería mi esposo y padre de mis hijos.

Al crecer me dejé convencer de Janeth para declararle mi amor abiertamente a Cristian en plena secundaria, ya que sentía muchos celos, puesto que muchas chicas estaban detrás de él y quería que todos supieran que él era mío.

Hice una pancarta grandísima donde le decía que lo amaba y que algún día seríamos marido y mujer y claro, le preguntaba si quería ser mi novio. Recuerdo que ese día me sentía muy nerviosa, Janeth me acompañó a decorar la cafetería y todo estaba listo. El timbre sonó, mis manos sudaban y cuando empecé a ver a nuestros compañeros ingresar supe que había sido mala idea. Empecé a escuchar sus burlas, como me señalaban, y ahí de pie estaba Cristian con sus ojos abiertos. Tome el micrófono y le declare mi amor sin importar la risa de los estudiantes y él solo me miro y se dio la vuelta dejándome sola en medio de la cafetería.

Todos me llamaron perdedora, fue horrible al tal punto que tuve que abandonar la escuela y pasarme a otra. Janeth me acompañó, empezamos de nuevo, pero meses después se filtró un video de mi declaración convirtiendo me de nuevo en el hazmerreír.

Tuve que mantenerme fuerte, lloré muchas noches y ese amor que había sentido por Cristian se había convertido en odio.

Empezamos a discutir por todo o por nada. Nuestros padres trataron de que nos reconciliamos, pero fue imposible, nos habíamos declarado la guerra hasta el punto de que ya nos dábamos golpes.

Al crecer, cada uno se fue a una universidad diferente y decidimos irnos lo más lejos posible del uno del otro. Era difícil para nuestra familia, ya que se encontraba en el medio y llegó el momento que lo mejor era ignorarnos mientras estuviéramos cerca uno del otro hasta que pasó lo que pasó.


una gran ideaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora