Juramento

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Capítulo 2




Juramento






No fue muy difícil que Ron y Draco notaran que algo andaba mal cuando Severus y Harry salieron del consultorio del medimago. No se dirigieron la palabra durante el trayecto que hicieron en el coche mágico de Draco y que usaban para no fatigar a Archie, sin embargo, el joven de anteojos no dejaba de mirar a su pareja de una manera casi suplicante, esperando encontrar en su rostro una respuesta.


Pero Severus se mantenía inflexible mirando por la ventana como los edificios pasaban a toda velocidad hasta dejar la ciudad y adentrarse al campo rumbo a Hogwarts. Lucía bastante molesto e incluso Archie optó por la inteligente opción de no hacer ninguna pregunta y recostarse sobre el pecho de Ronald en el asiento delantero aunque de vez en cuando miraba por el retrovisor como sus padres continuaban en silencio.


Al llegar al castillo, Severus se dirigió de inmediato a su despacho sin siquiera despedirse de nadie. Entonces Harry se acercó a su pequeño niño que continuaba en brazos de Ronald.


— ¿Quieres jugar un rato con tu padrino? Enseguida vuelvo.


Archie asintió obediente, y después de agradecer a Ron y a Draco por su ayuda, Harry fue tras de su esposo. En cuanto entró al despacho le vio sirviéndose un vaso de whisky lleno casi hasta el tope. Sin pérdida de tiempo puso un hechizo de silencio y aceleró sus pasos consiguiendo alcanzarlo antes de que pudiera llevarlo a sus labios. Suavemente se lo quitó de las manos sin preocuparse de que eso pudiera molestar a Severus, sin embargo, el ojinegro no protestó, tan solo le dejó quedarse con la bebida y fue a sentarse en una butaca frente a la chimenea.


— No quiero hablar ahora, Harry. —le advirtió apesadumbrado.

— Pero, Sev... tú me lo habías prometido.

— ¡No es verdad! —gritó sin poder evitarlo.


Harry saltó en su lugar inconscientemente, los tiempos de peleas habían quedado en el pasado hacía bastante tiempo, todas sus energías ahora estaban enfrascadas en un solo objetivo: cuidar de Archibald, por eso el grito de Severus le trajo desagradables sensaciones, pero no podía detenerse por ello.


— Prometimos que haríamos todo por salvar a nuestro hijo. —respondió el joven padre con la voz quebrada de dolor, y ni eso conmovió a Severus quien tan solo le miró furioso.

— ¡No matarte! ¡Eso nunca!

— ¡Es la única opción! —exclamó tirándose de rodillas frente a Severus, ya sin poder contener el llanto de la desesperación—. ¡Por favor, solo tú puedes hacerlo!

— ¡No puedo, y odio que tengas el coraje para pedirme que haga algo así!

— ¡Pero, Severus, no te olvides ahora de tus promesas, por lo que más quieras!

— ¡Lo que más quiero es a mi familia! ¡Y tú me estás pidiendo que la destruya!... ¿Porqué has olvidado tú tus propias promesas? ¿Acaso no me acompañaste al altar y juraste amarme siempre, no juraste estar conmigo en las buenas y en las malas, no juraste no abandonarme nunca?... ¡Responde, Harry! ¡Tú juraste no dejarme!


Harry jadeó dolido por aquella franca recriminación, sin embargo, su cabeza continuaba enfrascada en la posibilidad de alargar la vida de un ser inocente al que amaba más allá de cualquier límite.


— No te dejaré... mi corazón seguirá latiendo en el cuerpo de nuestro hijo. —le susurró tomando las manos de su esposo y estrechándolas contra su pecho—. Míralo así, Sev, yo seré feliz de poder permanecer a tu lado mucho más tiempo, y además, ayudar a que Archie sobreviva.

— No. —negó nuevamente aunque su voz ahora era débil y sombría, Harry le miró a la cara y notó el llanto bañando las mejillas de su esposo.

— Te lo imploro. —insistió con dolor—. Tú eres el único que puede conseguirlo.

— N-no es cierto... yo no sé cómo hacerlo.


Los labios de Harry se curvaron en una triste sonrisa, sin embargo, no se desanimó, llevó sus dedos al rostro de Severus limpiándole la humedad con inmenso cariño.


— Dulce mentiroso... tus lágrimas brotan porque sabes que puedes hacerlo.


Severus se dejó caer al suelo sobre sus rodillas estrechando a Harry con fuerza, en su cuello ahogó un alarido de horror sin dejar de llorar desesperado. Harry sentía dolor por el ímpetu con que era abrazado pero no se quejó, permitió que Severus se aferrara a él como quisiera. Era inmensa su tristeza al escuchar el llanto de su pareja, la forma en que casi hacía crujir sus huesos como si temiera que se le desapareciera de entre las manos.


— ¡No! —gruñó Severus como un animal herido—. ¡Eres mi Harry, mi alma entera, mi niño de ojos hermosos que me enseñó que la vida no es una mierda, que logró hacer que mis labios sonrieran! ¡Eres mi Harry, eres mi vida, no me quites lo que me has dado, no me quites luz, no me devuelvas a esa oscuridad que había antes en mi alma, no podría soportar regresar a no tenerte conmigo!


Durante varios minutos continuaron en la misma posición. Harry dejó que Severus se desahogara el tiempo necesario, él solo le acariciaba la espalda intentando consolarle en silencio. Poco a poco la respiración del ojinegro fue normalizándose, entonces Harry buscó su rostro que continuaba derramando lágrimas en contraste con los suyos que lucían una mirada serena y cariñosa.


— Te amo. —le dijo acariciando el largo cabello de su esposo.


Severus no respondió, tan solo se desplazó recostándose sobre la alfombra y con la cabeza apoyada en el regazo de Harry, parecía un niño indefenso muriendo de miedo y eso desafió la entereza en el alma de Harry, pero a pesar de todo, logró permanecer sin quebrarse aunque por dentro estuviera muriendo muy lentamente.


Juraste no dejarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora