La valiente casa Gryffindor

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Capítulo 7




La valiente casa Gryffindor






Dos días después, Severus, Ron y Draco acompañaron a Archie al callejón Diagon, no podían posponer más las compras pues las clases estaban por empezar. Severus creyó que no disfrutaría del paseo sin Harry pero su esposo tenía días encamado por una fuerte gripe.


— Papá... —le llamó mientras Draco hacía fila para comprar el tomo de Historia de la Magia y Ron buscaba los mejores ejemplares de las revistas de Quidditch—... no estés triste. Sé que querías que papi viniese con nosotros, y yo también, pero a él no le gustaría saber que has estado muy serio todo el tiempo.

— Tienes razón, bebé hermoso, siempre la tienes. —dijo esforzándose por sonreír—. Cada que salimos sin él lo extraño mucho, pero te prometo que no te echaré a perder tu gran momento, es hora de ir a comprar la varita.


Archie saltó emocionado, justo en esos momentos Ron y Draco se unieron a ellos y de inmediato el niño tomó al pelirrojo y a su padre de la mano para salir de esa tienda mientras atrás les seguía el rubio sosteniendo todas las compras.


Ollivander seguía siendo el mejor fabricante de varitas y recibió con gran honor al hijo de dos héroes de la guerra aunque sabía que uno de ellos no estaría presente.


— Harry Potter tampoco fue una tarea sencilla. —comentó cuando llevaban casi veinte minutos sin poder encontrar la varita adecuada.

— Debe ser porque dentro de mí está su magia. —sugirió sin preocuparse por la demora—. ¿No tiene una varita parecida a la suya? A él le encantará si regreso al castillo con esa sorpresa.

— ¡Esa es una buena idea! —exclamó Ron con emoción e impidiendo que Ollivander pudiera pretextar algo—. Por favor, busque una lo más parecida posible, si sus magias lo son, seguramente tiene que reaccionar a la misma varita.


El hombre asintió antes de regresar a la trastienda en busca de lo pedido.


— Gracias por apoyarme. —le sonrió Archie a su padrino.

— ¿Cómo no hacerlo si has tenido la mejor idea del mundo? A Harry le fascinará ver cuando empieces a hacer magia como la suya.

— ¿Verdad que sí? ¿Tú qué dices, papá?

— Que tienen mucha razón, tu papi se olvidará de su gripe cuando te vea llegar con tu varita.


Para buena suerte del niño, aunque no fue una varita idéntica, sí encontraron una muy parecida, con pluma de fénix y confeccionada en acebo, pero lo mejor de todo es que de inmediato aceptó a Archie como su dueño.


Esa noche, a petición de Severus, Archie relató a Harry todo lo sucedido ese día, incluso actuó algunas partes. Harry no interrumpió y escuchó con una conmovida sonrisa cómo su hijo intentaba no pasarse ningún detalle para que lograra imaginar vívidamente aquel maravilloso día.


Le hubiera gustado estar a su lado pero el no haber podido hacerlo no lo entristecía en lo absoluto. A Harry le bastaba con presenciar la alegría del niño y sobre todo, del inmenso orgullo que irradiaban los emocionados ojos de Severus Snape.


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Por fin llegó el momento de empezar las clases y Ron insistió en que Archie tenía que llegar en el expreso de Hogwarts como todos sus compañeros, así que se encargó personalmente de ir por él y llevarlo a la estación de trenes. Severus no podía acompañarlos pues debía estar pendiente de la ceremonia de recibimiento, ahora era él quien se encargaba de colocar el sombrero seleccionador a los niños pues McGonagall ocupó el lugar del desaparecido Dumbledore. Harry decidió tampoco ir y nadie insistió más.


— Oh Dios, que bello es. —exclamó Archie al ver el Expreso, Draco, que también estaba presente, arqueó los ojos.

— Lo has visto mil veces.

— ¿Y? ¿Acaso por eso tengo que suprimir mi capacidad de asombro?

— Me caías mejor cuando tenías cinco años, mocoso.


Draco y Archie se mostraron infantilmente la lengua y ahora fue el turno de Ron de poner sus ojos en blanco. De cualquier forma ya no se preocupaba demasiado, por lo menos Archie ya hablaba con Draco, aunque se la pasara peleando con él.


— Diviértete mucho en el tren. —le deseó al momento de despedirse—. Yo conocí a tu padre en este lugar y presiento que también tú conocerás a quienes serán tus mejores amigos.

— Sueño con eso, aunque te recuerdo que tú siempre serás mi mejor amigo, Ron.

— Claro, confórmate con eso. —se burló Draco.


Archie le envió una mirada furiosa, de cualquier modo aceptó despedirse del rubio con un abrazo que abrevió lo más posible. Draco y Ron permanecieron en el andén hasta que el tren se perdiera en la distancia.


— ¿Porqué siempre los Potter tienen problemas conmigo? —se cuestionó Draco con una sonrisa.

— ¿Será que tú los provocas? Déjalo tranquilo.

— Claro, como tú no eres quien tiene un rival.

— ¡Tengo un montón! ¿O tengo que recordarte de Williams, Cooper y Jackson? ¡Tres, Malfoy, tres tipos te enviaron regalos y cartas en esta semana suplicándote que no te casaras conmigo!

— Bueno, pero no les hice caso ¿no?

— ¡Y te comiste los chocolates que te enviaron!

— Era una blasfemia tirarlos, estaban deliciosos. Y tú jamás me regalas chocolates.


Ron sujetó el rostro de su prometido con ambas manos para darle un intenso beso que dejó al rubio con la mirada embobada.


— ¿Prefieres chocolates o besos?

— Besos, pero sólo tuyos. Te amo, comadreja.

— Yo te amo más ¡mucho más!


Draco sonrió enamorado y aprovechando que el andén había terminado de vaciarse de los padres de familia, empujó a su novio hacia un rincón devorándolo a besos. Ron gimió placenteramente dejando que Draco se apoderara de su boca y de su voluntad, no podía hacer otra cosa, en los brazos del rubio todo a su alrededor carecía de sentido y lo único que le importaba era hacerlo feliz.


Juraste no dejarmeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora