cuatro.

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(editado)

Rubius descubrió que Staxx fue quien le robó el hormigón. No había hablado con Quackity desde entonces, y arrepentido de su acusación sin pruebas, decidió hacerle un regalo en señal de disculpa. No quería que Quackity dejará de confiar en él.

Llegó a la nueva casa de Quackity, que ahora estaba más avanzada pero continuaba con su feo techo. Sin importarle mucho eso, se acercó para ver si el menor estaba ahí, y al ver que sí se encontraba en su muy humilde casa, tocó.

— Ahora, ¿quién chingados es? ¡Cómo chingan aquí! —Gritó el menor acercándose hacia la puerta.

— ¡Hola, hombre! —saludó el mayor con una sonrisa, tratando de evitar la incomodidad, aunque estaba siendo muy difícil. La mirada de Quackity parecía que podía matarlo ahí mismo.

— ¿Qué vergas haces aquí? Todavía que me dices ladrón, vienes a mi casa. ¡Qué pinches huevos! — habló Quackity con una notable molestia.

— Quackity, perdón, de verdad. No fue mi intención culparte de tal manera, fue muy grosero de mi parte, y para demostrar mi arrepentimiento, te traje un regalo. — Mencionó Rubius, haciendo que Quackity mostrará interés en el regalo.

—A ver, pues, veamos si vale la pena perdonarte —dijo mientras intentaba ocultar su notable emoción. Vamos, cualquiera se emocionaría ante un gesto amable de Rubius.

—Pues mira, tengo para ti dos stacks de hierro, cinco diamantes y dos minas. Ahora, ¿podrías perdonarme, Quackity? —Parecia que intentaba hacer ojitos de cachorro abandonado, pero no se notaban tanto por la máscara que cubría casi todo su rostro.

—Híjole... — Hizo una pausa tratando de fingir que lo estaba pensando. —Pues va. Está bien, Rubius, te perdono, pero no me trates tan feo ya, que me pongo triste, Rubius —dijo Quackity sonriendo mientras lo abrazaba, no lo admitiría, pero la intención de Rubius le había derretido el corazón—. Pásale, Rubius, te voy a mostrar mi casita.

Estuvieron juntos un buen rato, platicando, bromeando, hasta coqueteando entre ellos. Ambos se extrañaban mucho, aunque ninguno lo diría en voz alta.

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Días pasaron y, junto a ellos, la amistad de Rubius y Quackity creció. Ahora Rubius no solo lo buscaba para pedirle favores o ayuda en cualquier cosa; ya no era así. Ahora ambos se buscaban porque disfrutaban su compañía. Exploraban minas juntos, construían juntos, pasaban prácticamente todo el día juntos. Bueno, casi todo el día, porque Rubius se iba antes, ya que debía ir a ver a su “Vegettita”. Y Quackity continuaba solo, nada nuevo.

Pero no era tan malo como parecía. Normalmente, Luzu iba con él unas horas después para que ambos se hicieran compañía. Juntos, el tiempo parecía que volaba. No moría la plática nunca; siempre tenían algo de qué hablar, por ejemplo:

— Luzu, ¿recuerdas el changote que vimos hace rato en la jungla? —preguntó Quackity mientras picaba hierro.

— Sí, Quackity, dime, ¿qué pasa con el gorila?

— ¿Tú me seguirías queriendo si yo fuera un changote así? Yo digo que no, estaba bien culero —mencionó Quackity mirándolo serio, esperando una respuesta.

— Pero claro que sí, Quackity, ven acá, niño —Luzu le abrió los brazos y Quackity fue a recibir ese abrazo.

— Pinche mentiroso, pero está bien, fingiré que te creo —dijo mientras se abrazaban—. Bueno, ya, mucho pinche abrazo, vamos a seguir, que si no nos vamos a quedar aquí toda la noche —dijo mientras se separaba del abrazo y sacaba su pico para continuar. Tenía fe en que ese día encontraría algún diamante.

—Joder, vaya cambio de humor, Quackity —habló Luzu riendo y continuando con su actividad.

Y así como esta plática, tenían miles iguales, pero diferentes a la vez. Nunca sabía qué esperar de Quackity; solo sabía que Luzu lo quería a pesar de todo.

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Unas semanas más tarde, Quackity había crafteado una guitarra y un barco. Le mostró su guitarra a Luzu y quedaron en hacer una banda. Aún estaban en busca de nombre, pero mientras pensaban en alguno que les gustara a ambos, fueron a la casa de Vegetta. Quackity quería cantarle una canción que había hecho para él. Llegaron y mientras Quackity cantaba, Luzu lo miraba con tanto cariño.

Después de eso, ambos pasearon por su barco, encontrándose a Rubius en el camino.

— ¡Ostia, qué barco, eh! —gritó Rubius mientras los miraba sorprendido.

— ¡Está bien chingón, sí o no, Rubius? ¡Ahuevo que sí! —se contestó a sí mismo y Rubius rió.

— Sí, Quackity, ¡está muy guay! Hay que montarnos en él —dijo mientras se comenzaba a subir y tanto Luzu como Quackity lo imitaron. Los tres estaban teniendo un buen momento juntos.

—Cuidado, Quackity, que vas muy rápido —habló Luzu mientras se tomaba de los lados para sujetarse.

—¡Qué va! Ve más rápido, Quackity —Rubius gritó exaltado por la emoción y comenzaba a levantar las manos.

Quackity, por la adrenalina del momento, comenzó a reír tanto que sus ojos comenzaron a lagrimear y su vista se nublaba.

—¡NO MAMES! ¡Atropellé a un pez! —gritó Quackity mientras se comenzaba a reír junto con Luzu y Rubius.

Vaya día, Quackity amaba tanto pasar días con ellos. Pero amaba más verlo a él.

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Nueva actualización! Espero les guste. ¡Recuerden que con un solo voto me motiva a seguir escribiendo, ya que me deja ver que les está gustando!

Por otro lado, ¡muchas gracias por las mil vistas! Todavía no puedo creerlo. Gracias por leer esta historia, de verdad me alegra ver eso.

¡Nos vemos en otra actualización, byeeeee!

829 palabras.
24/07/22.

¡CORREGIDO!
905 palabras.

together? →「rubckity」¡ 𝗖𝗢𝗥𝗥𝗜𝗚𝗜𝗘𝗡𝗗𝗢!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora