CAPÍTULO 13

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Atila.

—Que palabras tan bonitas, eres todo un romántico —dice Scar en respuesta a mi última frase.

Veo cómo la sonrisa de sus labios se agranda y un pequeño color rosado sube a sus mejillas, haciéndola lucir más bonita que de costumbre. Es lo que más me gusta, verla sonrojada, le da un aire tierno muy bonito.

—No es que esté siendo romántico, estoy siendo sincero. Alguien que te conociera y dejara morir una amistad contigo por un mugre piquito de princesa estaría loco.

—¿Piquito de princesa? —pregunta inclinando la cabeza a un lado.

—Por favor, fue un simple contacto de tus labios con los míos. Por no mencionar que duró como mucho dos segundos. A eso no se le puede llamar beso. No al menos en condiciones.

—¿Y cómo es un beso en condiciones, según tú?

Estoy por abrir la boca para decir algo, pero inmediatamente la cierro al ver que Adrien y compañía se acercan a la mesa. Paso de que nos oigan y Adrien tenga una razón por la que hacerme bullying durante tres meses seguidos, o hasta que se le olvide en su defecto.

Todos se sientan con nosotros, ocupando las bancas de la mesa al 100% de su capacidad. A pesar de que es de lejos la mesa más grande de todo el comedor, nosotros somos muchos y la ocupamos entera.

Revuelvo mi plato para integrar el arroz con la salsa de la carne. Si me voy a comer el arroz de aquí voy a hacer que al menos sepa bien. Una vez intenté comerlo con algo sin salsa y me fue imposible, sabía horrible y estaba todo pegado. Simplemente incomible.

Mi único sueño es acabar la carrera para poder salir de aquí y dejar de comer la comida de este comedor. No sé quién cocina, pero creo que nos odia, lo deduzco por cómo sabe la comida. No  me extrañaría que alguien vomitara o se intoxicara con esta comida, si es que podemos llamarla así.

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Por la tarde —más cerca de la noche que de la tarde en sí— me dirijo hacia el bar donde trabaja mi hermana Robin como bartender. Antes de salir he cogido mi chaqueta vaquera favorita, no quiero arriesgarme a resfriarme con el relente de las noches de verano. Saco las llaves de mi coche del colgador y se las ofrezco a Alan, la verdad es que no tengo ganas de conducir, no esta noche.

Conducimos por las calles iluminadas por las farolas que hay en el centro de la ciudad, que le dan un aspecto anaranjado a las aceras que delimitan el asfalto. Me dejo llevar por mis pensamientos mientras escucho la música de la radio que invade el coche. Lo único que viene a mi mente son mis mejores momentos y todos tienen una característica en común. Scarlett aparece en todos y cada uno de ellos. Repaso mentalmente todo, desde nuestro primer cruce hasta el momento en la mesa del comedor que hemos tenido hoy.

Más pronto que tarde el coche se detiene justo frente a un establecimiento, y no me hace falta mirar el cartel luminoso con el nombre para saber que es nuestro destino. Abro la puerta del coche y saco las piernas, haciendo que las suelas de mis zapatos choquen contra la acera que lleva a la puerta principal del pub.

El nombre Aelius brilla en el cartel, iluminando nuestros rostros. Me paro frente a la puerta dispuesto a entrar, pero Alan me detiene, haciendo que me gire a verlo.

—Eh... Debemos esperar antes de entar.

—¿Por qué?

—Porque Kenya me ha dicho que quería venir. Me había propuesto cenar con ella pero le he dicho que íbamos a venir aquí y no he podido decirle que no.

YOU ARE MY SUNSHINE (español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora