CAPÍTULO 07

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Atila.

—Vamos, Atila, tienes que salir de la cueva —me dice Alan a través de la puerta del baño— Ven a la fiesta de Adrien, va a ser en la piscina y va a ir todo el mundo, no voy a permitir que te quedes.

No le contesto, lo dejo seguir con su discurso. Supongo que lo dice porque nada más me interceptó en el pasillo me encerré en el baño, pero lo que él no sabe es que yo ya sabía de la fiesta y que por una vez en mi vida, me he involucrado en organizarla.

«Adrien estaría muy orgulloso de mí.»

Ya cambiado, con mi bañador puesto abro la puerta del baño, dejando a mi gemelo boquiabierto, que seguro que no se esperaba que mi silencio involucrara que me estuviera cambiando para ir a la dichosa fiesta.

—Ah... ¿que te estabas cambiando?

—Sí, de hecho yo he organizado parte de la fiesta.

Alan abre más los ojos, dejando ver en su totalidad el gris brillante de su iris, igual al mío.

—¿Tienes fiebre o algo?

Niego con la cabeza, y esbozo una pequeña sonrisa divertida.

Oigo el sonido de vibración de mi teléfono,  lo miro para ver el nombre de Adrien reluciendo en la pantalla con los iconos de colgar o descolgar. Tomo el teléfono en mi mano y deslizo hacia arriba el icono verde.

—Dime, Adrien.

—¿Cómo vas, amore?

—Ya voy a salir de casa, voy con mi hermano y su novia.

—Vale, aquí te espero con ansias —dice con un falso tono coqueto que siempre usa conmigo como broma.

Río por lo bajo y cuelgo la llamada, mirando a Alan.

—Sal de tu estupor, Alan y dile a tu novia que nos vamos ya, sabes que soy incapaz de llegar tarde a ningún sitio.

—Pues vamos apañados... Porque Kenya padece el síndrome de tardía crónica, dígase, es incapaz de llegar puntual a ningún sitio.

—Tardía crónica los que tengo aquí colgados —señalo mi entrepierna— Dile que se de prisa o le voy a meter prisa yo.

—Vale, vale, ya voy —y lo veo desaparecer por el pasillo hacia su habitación, donde está su novia.

Yo por mi parte bajo a la cocina, para buscar la bolsa de comida que quedé en llevar a casa de Adrien. Guardo diferentes tuppers de varios tamaños con diferentes comidas, según las que hablé con Adrien que quería que llevara. Él pone la casa y la bebida y yo pongo la comida hecha por mí. Casi le exijo pago por la mano de obra, pero antes de que terminara la frase ya me estaba diciendo que mi pago iba a ser poder ver su preciosa cara.

Oigo pasos de dos personas bajando por las escaleras y ríendo por lo bajo, así que entiendo que son mi hermano y Kenya. Cuando los veo pisar el final de las escaleras tomo la bolsa, que sinceramente pesa lo suyo, porque Adrien se aprovechó de que estaba de buen humor y un sentimiento benévolo.

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Al llegar a la casa de Adrien —que más que de Adrien es de su hermana mayor Megan—ingreso a la cocina, descargando el peso del contenido de la bolsa, mientras veo de reojo lo que pasa fuera, en la piscina. En una de esas miradas veo algo que me genera interés, y mucho. Una espalda pequeñita, cubierta por una cortina de pelo negro y rizado, que acaba en un culo redondo y no muy cubierto por las bragas del bañador.

«La reconocería hasta de espaldas.»

Bajo la mirada antes de que Scarlett note que la estoy mirando, ya que no quiero quedar como un salido que no respeta la privacidad de las personas, pero este ha sido un pequeño descuido en el que me he permitido el lujo de ver a la chica que le da la espalda a la ventana de la cocina.

Suspiro pesadamente sin poder quitarme de la cabeza la imagen de la espalda de Scar.

«No sólo la imagen de su espalda.»

Salgo de la cocina una vez acabada mi tarea de descargar y ordenar los tuppers de comida de la bolsa que traje. Me encamino al jardín principal, donde se ubica la piscina, pero algo me lo impide, y es un objeto que se choca contra mi hombro. Aunque más bien que un objeto es una persona.

«Ya sé quién puede ser.»

—Me va a calir un sallo en la frente —dice la voz de Scarlett mientras se soba la frente.

—¿Qué has dicho?

Veo en sus ojos cómo repasa mentalmente lo que ha dicho antes y sonríe divertida, dejando escapar una pequeña risa de sus labios rositas.

—Que me va a salir un callo en la frente de tanto golpe contra tu hombro.

—¿Lo habías dicho al revés?

—Sí, suele pasarme demasiado a menudo.

No puedo contener la risa nasal que se me sale, la situación es demasiado divertida para mí.

—Si te consuela a mí se me olvidan palabras y cuando me olvido no sé decirlas ni en español ni en italiano.

—Uy sí qué consuelo saber que Míster Intelecto tiene un pequeño fallo.

—No soy nadie perfecto, igual que los demás. ¿Ibas a por algo a la cocina?

—Sí, me apetecía servirme un mojito.

—Ven, yo te lo sirvo —y me encamino hacia la cocina, seguido por la pequeña pelinegra, que clava su mirada en mi espalda desnuda.

Me paro frente a la encimera, cojo un vaso de plástico transparente y sirvo parte del contenido de la jarra fría que conserva el cóctel.

—Gracias —dice cuando recibe el vaso entre sus manos.— Oye, no sabía que tenías tatuada un águila sobre los hombros.

—No hace más de un año que lo tengo.

—¿Por qué te lo hiciste?

—Porque las águilas me parecen animales majestuosos, y me quería tatuar, así que fue la ocasión perfecta para hacerlo.

—Woooow, yo pensaba que iba a ser igual de profundo que tú.

—No todo es como parece —y me encojo de hombros, saliendo de la cocina.

Cuando llego a la piscina doy una mirada general a la piscina y me posiciono cerca del borde para ver todo mejor. 

Estoy distraído, con mis pensamientos y con lo que veo al rededor de todo el gran jardín de la casa que no noto como un par de pequeñas y frías manos me empujan con bastante fuerza, haciéndome tambalear y caer a la piscina. Mientras me caigo, giro la cabeza antes de que se sumerja en el agua y los ojos esmeralda de Scar me miran con un puro destello de diversión.


YOU ARE MY SUNSHINE (español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora