HS. Capítulo 1.

104 10 0
                                    

– - - - - Hace unos meses - - - - -

Fueron demasiadas emociones en una sola tarde. Todo comenzó cuando la joven Ayaka Kawata recién terminaba su entrenamiento y junto a su gran amigo Rayan Haitani pretendía regresar a su casa. No era lo común, pues solía regresar sola, pero en esa ocasión pretendía invitar al chico a cenar y tal vez hablar de los sentimientos que venía desarrollando hacia él desde hace algún tiempo. Rayan nunca antes había visitado la casa de su amiga y realmente se encontraba ansioso por conocer a sus padres.

Rayan y Ayaka eran amigos desde hace un par de años. Cuando la chica se inscribió en el mismo gimnasio que él, pronto empezó a recibir los mismos comentarios y burlas que el rubio había soportado por años en todos los lugares a los que iba y aunque en su caso personal, Rayan prefería ignorarlos y hacer como si nada, cuando escuchó que se los hacían a una recién llegada, se enojó sobremanera y decidió protegerla, rompiendo un par de narices en el camino.

Desde entonces habían empezado a entrenar a la misma hora y aunque no se veían en ningún otro lugar, siempre esperaban con alegría el momento de volver a verse. Fue así como Ayaka se fue enamorando poco a poco del lado dulce oculto que tenía el menor y si Rayan fuese un poco más atento, tal vez se habría dado cuenta de eso, pero ciertamente no lo era y para él su relación seguía siendo una fuerte amistad.

Al llegar a la casa de los Kawata, los gemelos aún no regresaban de sus trabajos, así que para evitar malentendidos los dos jóvenes se quedaron en una banquita que había en el antejardín, conversando como lo hacían comúnmente.

Cuando llegaron los dueños de casa Ayaka se levantó y fue a abrazar a su tío Nahoya, mientras su padre se quedaba mirando fijamente a Rayan cual si hubiera visto un fantasma.

— Buenas tardes, señores — dijo amablemente el pequeño rubio acercándose a ellos.

— Sal de mi casa ahora mismo — respondió Souta con una mirada aterradora en su rostro.

— Papá, tranquilo, es mi amigo, Rayan.

— ¡No me interesa su nombre! Tiene 15 segundos para abandonar mi casa.

Rayan empezó a caminar de espaldas hacia la puerta, pues el aura asesina del señor Kawata era bastante aterradora y definitivamente no quería iniciar una pelea en casa de su mejor amiga. Nahoya comprendió rápidamente la situación y le indicó a la chica que llevara a su padre adentro mientras él se encargaba de explicar todo a su amigo.

Cuando Souta hubo cruzado la puerta de entrada, su hermano dirigió la mirada al desconcertado chico que estaba en la acera.

— Lamento mucho eso. — su voz era amable y tenía su característica sonrisa que tranquilizaba al menor — ¿Haitani, verdad?

— ¿Eh? Sí, sí señor — miró confundido — ¿Cómo lo sabe?

— Cómo no saberlo, chico, eres la viva imagen de Ran, aunque pareces muchísimo más calmado.

— Bueno, la verdad no me gustan los problemas ¿está todo bien con su esposo?

— Oh sí, de verdad disculpalo por eso, supongo que tu cara le trae malos recuerdos de su adolescencia y él es un tipo bastante temperamental, le diré a Aya que te llame en un rato, por el momento lo mejor será que te vayas.

— Sí señor, disculpe por las molestias y extienda mis disculpas a Ayaka.

Rayan dejó la propiedad bastante confundido y en el fondo se encontraba herido, estaba acostumbrado a ser echado de algunos hogares, pero la razón por la que siempre lo echaban era justamente una que pensó que en esa familia no tenía lógica que sucediera.

Rayan Haitani: Un Adolescente en ApurosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora