"𝐔𝐧𝐚 𝐯𝐞𝐳 𝐦𝐚́𝐬"

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Nota: el capítulo anterior fue una completa decepción y de verdad lamento haberles entregado tan mal parte.

Era un hecho de que en aquellos tiempos, los vikingos, no fueran bastantes demostrativos con el amor, sin embargo, aún aunque estuviera supuestamente impuesto dentro de su sociedad no ser demasiado afectivos: cuando alguien realmente profesaba con...

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Era un hecho de que en aquellos tiempos, los vikingos, no fueran bastantes demostrativos con el amor, sin embargo, aún aunque estuviera supuestamente impuesto dentro de su sociedad no ser demasiado afectivos: cuando alguien realmente profesaba con honestidad aquella emoción, los instintos actuaban por sí solos.

Así que Ivar y Hvitserk no pudieron escapar de volverse los esclavos de sus instintos.

El menor inhaló con profundidad, espabilando lentamente y permitiendo que su mente adormilada recordara los sucesos de la noche anterior. Abrió los ojos con normalidad, encontrándose con el aún dormido Hvitserk y la necesidad de llevar su mano al contrario, le invadió como si fuese el odio mismo que surgió hacia bastantes años atrás. Pero era una emoción pura, diferente.

Ivar tembló cautelosamente y antes de siquiera tocar la piel de Hvitserk, se retractó e inmediatamente se sintió molesto por su propio temor.

El rubio se removió, atrayendo más el cuerpo esbelto del contrario hacia el suyo de manera inconsciente y posesiva. Era como si todo él supiera que aún estaba a un costado del castaño, como si presintiera que si no lo tomaba o reteñía de un modo u otro, Ivar se escaparía de él y su momento se esfumaría como humo al aire libre.

Ivar sintió la tibia respiración del mayor en su rostro e involuntariamente dibujó una sonrisa suave y divertida. Hvitserk tampoco pudo evitar recordar con quien pasó la noche a hurtadillas de todos, así que abrió los ojos con la misma calma que el menor, sonriendo victorioso y con total suficiencia.

Acarició el rostro del menor.

—"Ivar..." —Saluda con peculiaridad.

El castaño traga saliva con cautela, se arrastra un poco hacia delante y sin más miramientos, reflexiones o emociones encontradas: une sus labios con los del rubio, probando una vez más el fruto prohibido. Demostrándose a sí mismo que lo ocurrido no sólo fue parte de sus anhelos convertidos en sueños. Hvitserk automáticamente tomó el control por mero placer, atrajo lo último que se podía el cuerpo contrario hacia el suyo sin romper el beso y profundizando esta unión como si el mundo dependiera de ello.

Pronto ambos perdieron el control de su racionalidad una vez más, permitiendo que sus más profundos sentimientos viscerales se encargaran de la situación y cedieran ante los roces necesitados del contrario.

El castaño rompió el beso cuando su oxígeno escaseó, sosteniendo el rostro de su hermano con ambas manos y dedicándole una sonrisa peculiar. Era como si la inocencia y burla pura regresaran a él, era como si Ivar volviera a amarle y dejara de lado su odio por unos momentos. Hvitserk sintió el corazón latir con muchísima más fuerza y rapidez, percatándose de cómo la necesidad de protegerle, cuidarle y al mismo tiempo poseerlo con todo lo que tenía para darle sobresalía dentro de él, así que el rubio no cortó ni perezoso, tomó al menor de la cadera y lo giró con la ayuda de este, sobre la cama.

¡𝐍𝐨 𝐞𝐬 𝐦𝐢 𝐡𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧𝐨!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora