- Capítulo 9

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Me di una ducha y me sequé sin dejar de sonreír por lo que había pasado.

Cuando empezó a anochecer y después de haber hecho unas tareas me bebí la poción que provocaba la Shaod.

La había modificado levemente para que solo durase cinco minutos y no tuviese efecto sobre mi pelo (no quería que cayese).

Al cabo de una hora empezó a tener efecto y mi piel se puso grisácea con manchas oscuras. Observé que mi pelo tomaba una tonalidad blanca.

Sonreí satisfecha a pesar de mi horrible aspecto y, poco a poco, el efecto marchó.

Funcionaba.

Al día siguiente me levanté temprano. Ya no llovía.

Cogí la poción y mi mochila y me la llevé a la capilla.

Había sacerdotes y, por desgracia, también estaba Dilaf preparando un pequeño escenario en el exterior para dar algún discurso.

Me dirigí directamente a la habitación donde Hrathen trabajaba. Llamé a la puerta y no tardó en abrirme.

No le miré directamente a los ojos, no me atrevía después de lo sucedido.

- Hola -dije pasando y sentándome en mi silla.

- Buenos días -dijo él.

- Tengo la poción. -La saqué dejándola sobre la mesa. Hrathen la cogió.- Tarda aproximadamente una hora en hacer efecto. Debería durar un máximo de cinco días y los síntomas son exactamente loa mismos que la Shaod.

- Perfecto -dijo guardándola en una cajita.

- La he hecho sin pensar en qué vas a usarla -le miré a los ojos.- ¿La beberás tú?

Hrathen rompió el contacto visual.

- Aún no lo sé.

- Es segura... pero no sé que pasa por tu mente. Hacerse pasar por elantrino... está claro que está relacionado con todo lo que estáis diciendo de Elantris.

Hrathen asintió, levantándose y escondiendo la poción en un sitio secreto que ni yo sabía que existía.

- ¿Por qué no me ocultas nada?

- ¿Quién ha dicho que no lo haga? -volvió a su sitio.

Suspiré.

- No sé si el Wyrn aprobaría esto que está pasando... -dejé las palabras en el aire.

- El Wyrn no estipula en sus cartas que no pueda tener amigos o... amantes.

Bajé la mirada sintiendo un sonrojo en mi mejilla.

- Me gustó lo que hiciste ayer -dije casi en un susurro.

Hrathen sonrió levemente y cogió una de mis manos entre las suyas, sobre el escritorio.

- Temía hacerlo.

Sonreí quedándome en silencio.

Dilaf llamó a la puerta y entró. Solté las manos de Hrathen al instante.

- ¿Arteth? -le miró severo Hrathen.

- Sí, mi gyorn. Está todo listo.

- El discurso será esta tarde -dijo Hrathen, Dilaf asintió—. Retírate.

El hombre lo hizo, no sin antes lanzarme una mirada de odio.

- A veces me da miedo este hombre -susurré.- De verdad.

- Normal -dijo él. Se levantó y fue hasta detrás de mí.

Echó el pestillo en la puerta.

Sonreí viéndole.

Me levanté y caminé hasta él. Levanté la mirada para encontrarme con sus ojos. Puse mis manos sobre sus mejillas mientras él me observaba y las suyas reposaban sobre mi espalda.

Llevé mi rostro al suyo y lo besé. Fue suave. Muy suave.
Sus labios se sentían bien sobre los míos, suspiré sobre ellos mientras disfrutábamos del beso.

Hrathen me abrazó pegándome a él.

Cerré los ojos mientras sentía que mis pulsaciones se aceleraban.

Me soltó con cuidado cuando nos separamos para respirar. Apartó un mechón de pelo poniéndolo detrás de mi oreja.

Sonreí levemente sin tener muy claro qué decir.

Alguien llamó a la puerta.

Hrathen rodó los ojos soltando mis manos con delicadeza y abrió el pestillo.

— ¿Qué? —dijo. Más enfadado de lo que debería.

— Este fin de semana hay un baile. Seguramente acudirá el rey —dijo Dilaf.

— Recopila la información que tengas y traéme un informe —Hrathen habló fríamente.

Dilaf asintió y cerró la puerta con su mirada sobre la mía.

— Debería irme —anuncié.

El hombre se acercó a mí, dándome un corto beso en los labios.

— La lamento, pero sí.

Asentí devolviéndole otro beso.

— No voy a volver a la capilla —dije con la mano en el pomo de la puerta.

Suspiré.

— Será lo mejor —añadí—. Adiós.

No le di tiempo de reprenderme. Abrí la puerta y marché.

Empezaba a llover de nuevo cuando andaba por la calle. Por suerte las gotas de lluvia ocultaban mis lágrimas.

Ahora que lo tengo, le voy a dejar ir. No puedo hacerle esto... el Wyrn es muy peligroso. Si se enterase de que Hrathen se distare conmigo... seguramente eso explica el ataque de esa otra noche.

Y así fue, entre pensamientos, como volví a mi casa cautelosa y decidida a pasarme el resto del día atendiendo a mis clientes habituales. Pociones de curación, de ánimo, de energía... la monitonía de mi vida.

Suspiré. Ya no podía ir a la muralla; iba a encontrarlo a él.

Maldita sea.

Le amaba. Demasiado. Él también me amaba a mí y era imposible que estuviésemos juntos.

Lo que había empezado por simple atracción sexual se estaba convirtiendo en algo más que me asustaba. No quería enamorarme y, aún así, ya lo había hecho.

Eso no quitaba mis deseos. Y mis sueños.

Tomarme una poción adormecedora con la hierba que yo consideraba "especial" era lo único que me acercaba un poco a dormirme rápido.

Rápido pero ansiosa.

Despertaba en mitad de la noche después de haber tenido otro sueño inapropiado, más fuerte que el anterior.

No podía hacer más que darme un baño y satisfacer mis placeres. Pero... ¿de qué servía eso? Yo le quería a él.

Ojalá venga a verme.

Suspiré.

Mientras volvía a meterme en la cama casi reí por un recuerdo de meses atrás: mis padres querían que me casase con algún noble menor.

Es lo que tendría que hacer: buscar un marido adecuado.

La herencia de mis padres era toda mía. Pero de momento había mandado limpiar la casa solamente. No me atrevía a volver. Y aún menos a forzar un matrimonio en el que yo era la esposa.

Me dormí de nuevo. Esta vez plácidamente.

Mis pensamientos me abrumaban, pero él desvanecía esa sensación. Cuando él estaba a mi lado todo era diferente.

Poe un momento, deseé tenerlo allí conmigo. Habría vendido mi alma con tal de tenerlo allí mismo, tumbado a mi lado.

PECADO | Hrathen x TúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora