Tras un largo y silencioso camino, llegamos al único lugar donde podíamos ir con la única persona en la que sabía que podía confiar: Tía Dalma.
El río se encontraba repleto de decenas de personas subidas en botes, de pie en el agua o sentados en los arboles. Cada uno portaba una vela blanca encendida, representando el duelo, mostrando respeto al que fue el Capitán Jack Sparrow.
Cada vez más sensaciones se acumulaban en mi pecho, más pensamientos inundaban mi mente.
Jack pudo ser muchas cosas, pero en ese momento, al ver a todas aquellas personas, comprendí que, después de todo, también fue admirado y respetado por muchos.
Lentamente bajamos del bote para subir las escaleras hacia la cabaña. Todos subieron hasta que finalmente quedábamos Elizabeth y yo por hacerlo. La retuve sosteniéndole del brazo firmemente:
-Se lo has hecho. Dije de forma fría y cortante. Tono mantuve durante toda la conversación.
La mirada de Elizabeth comenzó a reflejar temor y arrepentimiento. -¿A qué te refieres? Me preguntó nerviosa en el momento que solté mi agarre.
-No te atrevas a mentirme de nuevo. Contesté mirándola fijamente.
-Le has condenado a una muerte segura sin el derecho a elegirla por si mismo y sin ni siquiera saber toda la historia.
-Susan yo... Elizabeth intentó hablar, pero levanté mi mano para que parara que se cayara. No quería sus explicaciones.
-Ahora te sientes culpable, ¿cierto? Cuestioné al observar sus reacciones.
Una vez más, fue a decir algo y la interrumpí.
-Te agradecería que te ahorrarás tus escusas y que no me dirigieras la palabra por un tiempo. Porque te aseguro que no quieres que mi dolor y mi frustración caigan sobre ti.
Con aquellas palabras finalicé la conversación y subí las escaleras para después pasar por la puerta, encontrándome con Tía Dalma.
-Oh, querida, lo lamento tanto. Comentó con tristeza para luego abrazarme.
-¿Cómo estás? Me preguntó al separarnos.
-No lo sé. Respondí mientras me sentaba debido a que el dolor en mi pierna perduraba.
-Te traeré algo para esa herida. Dijo adentrándose en la parte de atrás de la cabaña.
Observé como Elizabeth ya había entrado y se había sentado al igual que el resto. Una atmósfera de tristeza y calma inundaba la habitación.
Minutos después, Tía Dalma salió con una bandeja repleta de tazas que fue repartiendo entre todos los presentes.
-Para el frío y la tristeza. Además, calmará tu dolor. Mencionó al ofrecerme una de las tazas, la cual, acepté y agradecí con una mínima sonrisa.
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Piratas del Caribe: El cofre del hombre muerto
FanfictionTres años han pasado desde que Jack y Susan se embarcaron junto a su tripulación en la perla negra para vivir una vida llena de aventuras juntos... Un trato forjado hace mucho tiempo les perseguirá, consiguiendo hacer volver el pasado de nuestros pr...