Capítulo 5. Hamburguesas y malteadas

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Al día siguiente, el inglés se sentó religiosamente a aguardar al peliazul en su descanso, pero jamás se abrió la puerta de la cafetería. Adentro la situación era similar, Kanon ya le había explicado a Milo sobre el desafortunado comentario que le hizo el abogado.

-Mmm.. ¿no fueron celos de Aiolos? Te dijo eso justamente después de que le confesaste que tu cuñado te gusta, pero ¿en serio te sigue gustando? No lo sé, viejo. Desde que el cejón llegó a tu vida, dejaste de contarme cosas de Aiolos. Pero no puedo meterme, ustedes dos arreglen sus problemas- le hizo reflexionar su buen amigo.

Milo había llegado mucho antes a Inglaterra que Kanon, y lo había conocido cuando su banda necesitaba un guitarrista y le dieron oportunidad de audicionar al último. Fue entonces que una gran amistad nació, y jamás hubo entre ellos alguna confusión de sentimientos, pues Milo ya estaba saliendo entonces con un migrante francés que conoció en la playa, Camus. Con tanta confianza que se profesaban, Milo había ayudado a Sea Dragon con las fotos de Just for your eyes donde necesitaba que pareciese que estaba teniendo sexo con alguien. La realidad es que Kanon estaba soltero desde que había terminado una relación abusiva con un joven empresario del puerto, Julián Solo, tras lo cual perdió su empleo y terminó trabajando en el café junto a su leal amigo. Y solo Milo sabía lo patético que era Kanon cuando se trataba de amor.

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Wyvern tuvo que regresar a su oficina después de esperar sin éxito al griego. Pero conocía sus horarios, así que al salir, fingió estar accidentalmente afuera de su carro justo en el camino diario  del peliazul rumbo a la playa. Pero cuando Kanon lo vio, se puso sus audífonos y se cruzó la calle. El corazón del abogado se estrujó al ver cómo le estaban negando la oportunidad de disculparse.

Durante los días siguientes, Milo había sido el encargado de llevarles sus bebidas a los abogados del GGW, y el inglés veía con desilusión cómo era él y no Sea Dragon quien cruzaba la calle. Había pasado ya una semana desde el exabrupto del abogado, y en su trabajo ya no lo soportaban  Minos, Aiakos y menos el pobre de Pharaoh.

-Diablos, amigo, ahora sí se enojó Kanon contigo. Te metiste con el tema prohibido- soltó el también griego cuando le entregaba su té al británico, quien lo miró intrigado -Te va a costar una buena propina, señor juguete ajeno- e hizo el ademán de dinero.

El abogado gruñó y sacó un par de billetes, mismos que Milo recibió y guardó en su delantal. -Bien, ya nos entendemos. Tocaste el tema de su hermano, ¿sabes que tiene un gemelo idéntico? Su hermano Saga es todo lo opuesto a Kanon: popular, profesionista, serio, con dinero. Toda la vida se le han acercado a Kanon  chicos y chicas que buscan estar con Saga, y al no lograrlo, buscan lo más parecido, ¿adivina quién es lo más parecido? Pero al final, siempre lo abandonan porque no es Saga. La única vez que Kanon estuvo con alguien que se fijó en él sin conocer a Saga, terminó en una relación de abuso. Mi amigo es sexy, pero todos esos tatuajes y perforaciones son un intento de verse diferente a su hermano. No lo arruines, viejo, podría ser que tú también le gustes- se despidió el barista después de tronar el paladar con la lengua y guiñarle un ojo.

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Después de beber su té, sin ningún mensaje lindo con marcador en el vaso, el abogado vio desde su ventana que esa mañana el peliazul sí estaba sentado fumando en la banca donde lo conoció -Maldita sea, tsch- blasfemó y tomó su abrigo.

El griego revisaba su teléfono, respondiendo algunos mensajes de sus seguidores de Just for your eyes con tanto detenimiento que no se dio cuenta de la presencia del abogado hasta que ya lo tenía frente a él. -Hola Kanon, ¿podemos hablar un segundo?- con nerviosismo abordó al otro, que guardó su teléfono en el bolsillo -Ya estás aquí, ¿qué quieres?- respondió sin mirarlo.

-Escucha, ¿puedo invitarte a cenar el día de hoy? Yo quisiera platicar contigo, lo de la última vez no fue mi intención, yo no sabía nada de tu hermano Saga...- No pudo terminar la frase cuando el gemelo se puso de pie furioso. Milo acababa de salir a llamar a  Kanon, pero al escuchar la imprudencia del abogado y sentir la mirada iracunda de su amigo, se metió rápidamente por donde había venido.

El rubio se golpeó la frente. Qué complicado era esto. Qué complicado era Kanon.

Al salir de su jornada, y después de reclamarle a Milo su indiscreción, el peliazul encendió un cigarrillo y caminó como todos los días con dirección a la playa, pero a unos locales de la cafetería estaba el inglés esperándolo.

-Kanon, ¿entonces, podemos?- lo abordó, tratando de ser cuidadoso con sus palabras.

-¿Por qué le pagaste a Milo para que te dijera lo de Saga? ¿Por qué querrías saberlo?- sin dejar de fumar le exigió saber.

-Porque me gusta... - se mordió la lengua por la mala elección de palabras al ver al gemelo sorprenderse – porque me gusta que seas tú quien me lleve mi té a la oficina- quiso arreglarlo, provocando que el otro rodara los ojos.

-Ah, entonces es eso – con decepción en su voz respondió -adiós, Wyvern- se despidió, reanudando la marcha.

-Y porque lo siento, Kanon. Solo quería decirte eso- complementó con cierta tristeza, para después abrir la puerta de su auto.

-Cejas, ¿sigue en pie la invitación? Conozco un buen sitio de hamburguesas, y podríamos ir después por una malteada, me apetece algo con muchos carbohidratos- volteó y le obsequió una sonrisa al abogado, que no pudo evitar sonreír también y hacerle la señal de que subiera al lujoso vehículo negro.

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Rhadamanthys había pensado en llevarlo a un caro restaurante de comida italiana, pero el cambio de planes no le había importado realmente en tanto que el griego estuviera con él. Fue así que se sentaron a pedir hamburguesas con patatas mientras platicaban de tantas cosas, que el inglés se olvidó de todo lo demás cuando el gemelo le estaba dando patatas fritas en la boca.

En el restaurante de comida rápida había una alberca de pelotas, y cuando pasaron hacia la  puerta de salida, el griego embistió al rubio, cayendo juntos en aquel juego infantil. No supieron en qué momento morían de risa al arrojarse pelotas, hasta que los empleados del local les pidieron salir porque aquello estaba reservado a niños de hasta 10 años.

El abogado estaba sumamente avergonzado, mientras el peliazul lloraba de risa -Cejitas, esto es lo más jodidamente divertido que he hecho en una primera cita- sin dejar de limpiarse los ojos caminó y le indicó al otro donde estaban las dichosas malteadas de las que le habló. ¿Había dicho "primera cita"?

Una vez que pasaron por la malteada, el rubio llevó a Sea Dragon hasta su departamento, pero el otro no lo invitó a pasar porque allí estarían Saga y Aiolos, por lo que solo lo acompañó hasta la puerta del edificio.

-Bueno, Rhada, la pasé increíble el día de hoy. Te veo mañana en el parque- se despidió con una sonrisa.

-Sí, claro. Que descanses- le devolvió el gesto, para después darse la vuelta y buscar en su bolsillo las llaves del automóvil.

-Cejas...-

Cuando giró, el griego lo tomó del rostro y le plantó un beso sabor a fresa en los labios, mismo que el otro respondió con una sonrisita triunfante.

-Ya me voy. Descansa- volvió a despedirse. Vaya que había valido la pena pagarle a ese embustero de Milo; había valido la pena dejar perder la reservación en el exclusivo restaurante de reputación internacional. Y sonrió al pensar y regodearse en la idea de que a ningún otro seguidor de Sea Dragon, este le había robado un beso.

Nolens volensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora