Ya habían transcurrido tres meses desde que el despacho GGW abrió sus puertas al público y los abogados se hicieron asiduos clientes del Café Soul of Gold. Durante todas esas semanas, Rhadamanthys se daba tiempo para salir sin falta a hacerle compañía al griego durante sus quince minutos de descanso, y esos pocos momentos se le hacían apenas segundos cuando se sentaba junto al impresionante Sea Dragon. Había memorizado los horarios de entrada y salida del peliazul, y aunque él salía también a las 6:00 de la tarde de su oficina, prefería no parecer acosador del otro y aguardaba un poco después de ver a Kanon salir en dirección a la playa todos los días.
Había activado las notificaciones para ver en tiempo real las nuevas fotos y videos de Sea Dragon K en la aplicación de Just for your eyes, y jamás quedaba decepcionado cuando en la pantalla de su teléfono aparecía aquella belleza griega de 28 años deleitando a sus seguidores con cada centímetro de piel bronceada. Por consecuencia, el rubio tuvo que ponerle contraseña a su galería de imágenes, pues sabía que Minos y Aiakos eran unos verdaderos entrometidos.
En algún momento de chacoteo, Aiakos se había atrevido a preguntarle el porqué no se animaba a invitar a salir al griego de una vez por todas. Pero la respuesta le pareció una verdadera ridiculez a Garuda -Es obvio, porque yo no hago esas cosas, a mi no me gustan los hombres, Aiakos- le explicó, aparentemente, ofendido el inglés.
Kanon era seductor por naturaleza, y por ello a veces hacía cosas que parecían abierto coqueteo pero no tenía dicha intención. En más de una ocasión le había dado galletas y cucharadas de postre en la boca a Wyvern, que se sorprendía pero no renegaba el dejarse tratar con tal atrevimiento. Ya había fantaseado con recibir un beso en los labios en vez de una galleta. Incluso se le había sentado en el regazo en su oficina mientras imitaba a la famosa niñera de una serie antigua de tv.
Lo cierto es que esto parecía un laberinto sin final, donde el abogado se sentía cada vez más y más atrapado en las redes del peliazul, pero se negaba a "ir contra la naturaleza" y contra las creencias de su familia. Lo peor es que no estaba seguro que del otro lado fuera igual, pues el griego se divertía tanto con él, que más bien parecía su mejor amigo.
Cada día recibía su té con mensajes en marcador como "Cejitas, ten un lindo día ♥️" o "Cejas, eres sexy cuando sonríes, hazlo hoy, ¿quieres?", provocando que Minos en más de una ocasión le hiciera saber la envidia que le tenía de que una estrella de Just for your eyes le prodigase tales atenciones.
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Aquella fría tarde, Kanon salió como todos los días a fumar, ansioso por ver a Cejitas después de una mañana de discusiones sin sentido con clientes. Llevaba una sudadera blanca por debajo de su famosa chamarra de cuero negra, guantes negros con los dedos descubiertos, unos jeans rasgados y botas militares. Su cabello iba en una cola de caballo alta. Todos los días dejaba sin palabras al rubio, sin duda.
-Cejitas, ¿cómo va tu día? Oye, ¿sabes? El sábado por la noche voy a tocar en el bar, recordé que jamás me has visto en el escenario y me preguntaba si quisieras ir, y después podríamos quedarnos allí por unos tragos- finalmente se atrevió a dar un paso adelante el griego, que no pudo evitar lucir adorable cuando extendía la invitación al abogado mientras jugueteaba con unas hojas secas bajo sus pies.
El rubio sonrió un poco nervioso y con un ligero rubor en sus mejillas. Pensó en lo diferentes que eran: él usaba un abrigo azul marino de lana, chaleco rojo, camiseta blanca con corbata azul oscuro. No tuvo tiempo de meditar más su respuesta, pues un atractivo hombre de cabello corto y castaño se detuvo al ver al peliazul.
-¡Kanon, qué bueno que te veo! ¿Puedes acompañarme al auto por algo? No sabía que estarías aquí afuera- le pidió, mientras veía su reloj.
-Uh, hola Aiolos, sí, por supuesto- respondió solícito el griego, haciéndole un ademán a Rhadamanthys para darle a entender que volvería. Tardó apenas unos minutos y regresó, aventando con desgano una caja de regalo a su lado, mientras se volvía a acomodar junto al inglés.
-Ese es Aiolos, el chico que me gusta. Pero ese regalo no es para mi, sino para mi idiota hermano mayor, que es quien le gusta a él, y es correspondido- explicó indiferente mientras daba una prolongada bocanada a su cigarro.
Wyvern se sintió como un idiota: nunca le había preguntado al peliazul si estaba interesado en alguien más, pero, ¿no era obvio que él había estado allí todo este tiempo? No, un segundo, él era un hombre heterosexual, ese simple barista podía revolcarse con quien quisiera, ¿no?
-Oh, ya entiendo, eres como un niño caprichoso que quiere el juguete de su hermano- finalmente articuló palabra el inglés.
Con incredulidad, Kanon volteó a mirarlo después de arrojar su cigarro al piso. – Eres un imbécil. Tú crees conocerme, Wyvern, no te permito que hables de lo que no entiendes- oh, sí, jamás había visto al griego así de molesto, al punto de hablarle por su apellido y no por algún cursi apodo -Además, yo jamás he tenido nada propio- con cierta amargura concluyó para meterse furioso a la puerta.
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-Hola Kanon, ¿podemos hablar?- le envió un mensaje cuando llegó a su departamento. Pero el griego jamás lo abrió, aunque sí se había conectado. Qué forma de cagar lo que iba tan bien.
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Nolens volens
RomanceTres jóvenes abogados abrirán su despacho en la zona gay de su nueva ciudad. Rhadamanthys, quien está férreamente convencido de su heterosexualidad, por accidente conoce al chico de la cafetería de enfrente, Kanon. ¿Qué podría salir mal? Todas las i...