Epílogo

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La mañana era particularmente calurosa. Por ello pensó en preparar una ensalada muy fresca, y se entretuvo cortando los cubitos de frutas para tal razón. -¿Qué estás haciendo? ¿Es para ti o es para Wyvern?- la voz de Milo hizo que Kanon se sobresaltara un poco. -Sí, es para él. La nutrióloga dijo que debía comer más frutas, y ya sabes que está obsesionado con bajar los diez kilos que subió en estos dos años- una risilla asaltó a su interlocutor -Ah, la vida de casado. Yo por eso mejor no me caso aunque Camus haga sus escenas de berrinches. Pero dime, ¿cómo está Saga?- el gemelo estaba chupándose los dedos que había dejado impregnados de pulpa de fruta -En realidad, muy bien. Sigue en el hotel, y su vida con Aiolos va viento en popa. A veces salimos los cuatro, pero no me gusta presionar a Cejas para que conviva con mucha gente, ya sabes que no es el más hábil en su interacción social- y ambos rieron.

-Jefe, hay un cliente difícil allá afuera, ¿me ayuda?- una voz grave los interrumpió. -Enseguida voy, Aiolia- Milo respondió -Yo me encargo, amigo, ve a dejar la ensalada al GGW- y después de un choque afectuoso de hombros, salió a atender a aquel cliente. Y bueno, Kanon podía permitirse aquellos lujos porque ahora era dueño de la cafetería, después de que Rhadamanthys decidiera adquirir aquel negocio para regalárselo a su pareja en su primer aniversario.

El gemelo puso los alimentos en un contenedor que decoró con marcador "¿Te he dicho que nunca te sales de mi mente?" escribió con una sonrisa boba. Y se dirigió al despacho de su esposo. Saludó a Pharaoh, que ahora trabajaba mucho más relajado porque ya nadie le gritaba.

La puerta de la oficina de Wyvern estaba abierta, por lo que se asomó y vio al rubio hojeando unos documentos. No se explicaba porqué seguía pareciéndole tan atractivo cuando estaba allí, trabajando, aunque ya habían hecho el amor muchas veces en aquel escritorio después de que el rubio le confesara que había fantaseado con ello cuando lo conoció. -Oh, Kanon, estoy un poco ocupado ahora- se puso de pie y besó fugazmente sus labios. -Lo sé, vine a traer tu ensalada. Recuerda que tienes que comer frutas- le entregó la bolsa de papel con sus alimentos.

El abogado recibió el paquete y sonrió con ternura. -Gracias. Te veo en la comida, ¿verdad?- le cuestionó -Y en la cena y todos los días de mi vida- respondió y se dio la vuelta para salir de la oficina. Minos y Aiakos estaban revisando unos papeles y saludaron al griego en cuanto lo vieron salir del despacho de Rhadamanthys.

-Kanon- le llamó el abogado. El peliazul volteó y solo sintió que lo besaba de nuevo -tú tampoco sales de mi mente jamás- y se ruborizó cuando Minos y Aiakos hicieron un awwwww al unísono. En cuanto el gemelo se retiró, los dos no pudieron evitar ir a burlarse del inglés por su cursilería. -Ya, en serio, ¿cómo siguen tus padres? ¿Todavía están enojados contigo por lo de Kanon y tú?- preguntó el noruego. -Sí. Mamá a veces envía regalos para mi y para Kanon a escondidas de papá. Pero que se tomen todo el tiempo que quieran, porque no dejo de ser su hijo, porque así es como soy, lo quieran o no.

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Nolens volensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora