Capítulo 17. Saga

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Aquella mañana apenas comenzaba a sentirse calurosa y la gente de poco en poco iba llegando a la playa. Rhadamanthys hizo una lista con los hoteles de cinco estrellas en la zona y pudo contabilizar seis en total.

Estacionó su vehículo y dio inicio a su recorrido, mantuvo los ojos bien abiertos por si veía al gemelo de Kanon. Se sintió apenado al darse cuenta que tendría que preguntar por Saga sin llamar demasiado su atención, porque en realidad no quería hablar con él sino seguirlo a su nuevo departamento porque allí debería estar  a quien en realidad buscaba.

Entró a los primeros cuatro hoteles preguntando por Saga y mostrando una foto de Kanon en su celular. No tuvo suerte, y aquello le estaba pareciendo la idea más estúpida que había tenido últimamente, sin contar lo que le dijo al gemelo cuando se le declaró en el GGW. Se dirigía al quinto hotel en la lista cuando vio entrar en el mismo a un hombre igual de hermoso que Kanon, pero sin tatuajes ni perforaciones, sino con un aspecto pulcro y elegante. 

Pasó el resto del día esperando verlo salir, sintiéndose como un enfermo cuando lo siguió muy disimuladamente hasta su automóvil. Para su suerte había aparcado cerca del suyo y pudo dirigirse a él para ir tras el auto rojo del gemelo mayor.

Condujo muy de cerca al coche del griego y trató de grabarse en la mente el camino recorrido, notando que era una zona modesta y llena de pequeños negocios de comida y que, a primera vista, lucía como un barrio de extranjeros. Estaba reflexionando todo ello cuando el vehículo donde Saga viajaba se detuvo. Aparcó discretamente a una distancia considerable y aguardó hasta que el peliazul descendió de la unidad y saludó efusivamente con un ademán a alguien.

El interlocutor del griego resultó ser un rostro conocido, era Aiolos, aquel joven por el que tuvo un arrebato de celos cuando comenzó a pretender a Kanon, incidente que trajo como reconciliación el primer beso entre el gemelo y él. Observó a la pareja besarse y caminar de la mano hacia una pequeña casa de fachada blanca con un jardín bien cuidado.

Wyvern respiró hondo y se dio fuerzas a sí mismo: cualquiera que fuese el resultado, sabía que era el momento decisivo para recuperar o perder a Kanon, iba a jugarse todas las cartas. Bajó de su lujoso automóvil negro y caminó presuroso con dirección a la feliz pareja -¡Saga!- llamó con voz decidida. Los dos enamorados se separaron un poco desconcertados, pues la voz no les sonó familiar -¿Perdona? ¿Te conozco acaso?- cuestionó el gemelo, levantando una ceja y mirando fijamente al individuo que le había llamado por su nombre.

-Disculpa, necesito ver a Kanon. Mi nombre es Rhadamanthys- respondió mientras se terminaba de acercar, y su respuesta pareció perturbar a ambos, pero más al gemelo mayor -Oh, vaya. Eres el hijo de puta que le destrozó el corazón a mi hermano. ¿Crees que te voy a decir dónde está? Por supuesto que no. Vete de aquí, y será mejor que no vuelvas- con notable molestia espetó el peliazul; fue Aiolos con su carácter apacible quien le dio unas palmaditas para tranquilizarlo -Saga, amor, creo que si ya está aquí es porque ahora sabe dónde vivimos y puede volver cuando no estemos. Es mejor que de una vez zanjen sus diferencias y si pasa algo, aquí estaremos para proteger a Kanon- concilió -De acuerdo. Kanon no debe tardar en llegar, aguarda por él aquí- bufó el de los cabellos azúles, tras lo cual caminaron silenciosos y entraron al domicilio.

-Las ganas que tengo de destrozarle el rostro a ese idiota- gruñó el gemelo -Lo sé, Saga. Pero es Kanon quien debe decidir si va a darle otra oportunidad o va a despedirse de él sin salir huyendo. Es momento de que solucione sus problemas como un adulto, no puedes ir siempre hablando por él- con una sonrisa cálida argumentó el castaño, recibiendo como respuesta la caricia de la mano del gemelo en su mejilla.

Pasó media hora, aunque para el abogado pareció una década, cuando apareció un hombre de cabellos azúles.

-¡Kanon!-

Nolens volensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora