Capítulo 1 «La pequeña Sanders»

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Anne Sanders corría por la vida como si fuese un maratón, después de terminar el colegio con honores se postuló para una beca universitaria que ganó sin mucho esfuerzo porque reunía todos los requisitos básicos, era pobre, inteligente y de un lugar remoto.

Abandonó su pueblo natal esperanzada al ser la primera mujer de su familia en ir en busca de un título universitario, como tenía 2 hermanas menores esperaba que sus logros aseguraran el futuro de su familia. Ellas fueron abandonadas por su padre cuando la tercera hija estaba en camino, su madre trabajó duro para mantenerlas y ya era hora de que la pequeña Sanders creciera y ganara dinero para ayudarla. 

Había pensado que con la beca todo estaría arreglado, pero cuando llegó para inscribirse en la universidad se enteró de que la beca solo cubriría un 50% de los aranceles de las cuotas y no incluía materiales de estudio, vivienda o alimento para subsistir. Empezó a trabajar antes que terminara el dinero para el motel, y ni bien obtuvo el trabajo se mudó a vivir en una casa compartida, destinada a estudiantes cuyos hogares quedaban fuera de la ciudad.

Se dividían el pago del alquiler y las expensas de la casa con Beth, su compañera y amiga, de esta manera podía pagar las cuotas del préstamo estudiantil que fue obligada a solicitar en el banco para cubrir sus gastos del primer año en la universidad.

Después de 4 años ya se había adaptado a la locura citadina, viniendo de un pueblo tan pequeño, no estaba acostumbrada a la vida corrida de la ciudad, pero ahora ya se sentía cómoda allí. De vez en cuando despertaba temprano para ir a sus reuniones de tesis y por las tardes trabajaba en una cafetería en la zona más concurrida de la metrópoli.

No le pagaban mucho, pero siempre podía ganar buenas propinas cuando hacía uso de su amabilidad, no podía aspirar a más sin un título o experiencia previa. En el pasado no tuvo que trabajar porque se quedaba en casa cuidando a sus hermanas más pequeñas, así que ahora esperaba terminar su proceso de titulación y postularse para un trabajo real.

—¡Oye Anne!, ¿ya tienes el dinero para la renta?

—Lo siento Beth, me tienen que pagar en estos días, cuando lo tenga te lo paso.

—De acuerdo, pero no te olvides, debemos pagar máximo hasta el fin de semana, el mes pasado ya nos hemos atrasado por tu culpa.

—Lo siento, el señor Pitt siempre me paga el salario el 5 de cada mes, te prometo que para entonces ya lo tendré.

—Está bien, ah, ¿podrías sacar la basura antes de irte?, acabo de pintarme las uñas y no las quiero arruinar.

—De acuerdo... —bufó de mala gana, siempre terminaba haciendo todo porque la diva no podía arruinarse las uñas. 

Saliendo para el trabajo, revisó el buzón y se encontró con otra notificación de cuotas vencidas del banco, tenía que pagar su préstamo cuanto antes o le cobrarían más intereses por el retraso. Apenas le alcanzaba para pagar la cuota normal, no podía darse el lujo de que le aumentaran los pagos mensuales. Ya había comenzado el día con el pie izquierdo, esa mañana el chico que le gustaba se había declarado a una de sus compañeras de la universidad y ahora tenía que rogar para que le adelantaran el salario.

Llegó puntualmente como de costumbre para limpiar antes de ponerse el delantal y atender a los clientes.

—Anne... hoy deben llegar nuestros suministros, necesito que revises que estén todos los productos, iré al banco a hacer un depósito, trataré de volver en la brevedad posible.—Si señor, yo me encargo de todo mientras tanto.

—No te olvides de checar que el café sea realmente de origen colombiano, la última vez nos mandaron otro.

—Sí señor... Ah quería preguntarle sobre el pago, ¿esta vez podría pagarme antes del 5?, tengo que cubrir la cuota del préstamo estudiantil.

—Cuando termine tu turno ven a mi oficina y lo hablaremos.

—De acuerdo señor, me ocuparé de atender a los clientes mientras aguardo al repartidor.

—No te olvides, nada de café que no sea colombiano, si te traen otro tipo de café mándalos al infierno.

—Sí, señor —se rio, el señor Pitt era un hombre mandón y fácil de irritar, pero a veces su humor le agradaba.

La tarde estaba transcurriendo como de costumbre, sin mucho drama, hasta que ese hombre entró por la puerta. Cuando lo vio quedó estupefacta, como si estuviese viendo un espejismo, esos que ves cuando estás muriendo de sed en el desierto.

La garganta se le secó, de pronto sí se estaba muriendo de sed, el hombre caminaba en su dirección y estaba hablando con otro sin prestarle ninguna atención. Pasó por ella como si fuese invisible y se sentó en una de las mesas, cruzó las piernas, se sacó los lentes de sol y levantó una mano.

En ese momento, por alguna razón, Anne pensó que su día tan desastroso había cambiado, y tenía razón, lo que no sabía era que había cambiado para algo mucho peor.


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