"CONOCIÉNDONOS 2 PARTE"

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Sé que te estoy acribillando a preguntas pero, ¿qué estudias?

La joven tras ver que el camarero preparaba sus bebidas le miró y respondió con seguridad.

—Publicidad. Me gusta mucho ese mundillo.—Y dando un giro a la conversación preguntó—: ¿Y tú de qué lugar de España eres?

—Vivo en Madrid. Pero mi familia es de un pueblecito de Guadalajara llamado Sigüenza. Donde, por cierto, hay un maravilloso castillo que es una auténtica preciosidad.

—¿Un castillo? Adoro los castillos. —Sonrió encantada— En uno de los viajes que tengo planeado hacer a Europa quiero conocer muchos de ellos.

—España está lleno.

—Lo sé. Mi abuela siempre me habla de España, de sus castillos y de su historia.

Su gesto aniñado al escucharle, sus ojos azules y sus bonitos labios enamoraban a Sebastián, y pasándole la mano por el fino óvalo de su cara le susurró:

—Si alguna vez vienes a España, yo mismo te los enseñaré ¿de acuerdo canija?

—¡¿Canija?! —rió la joven con las pulsaciones a mil—. Así me llama mi abuela

Ambos rieron y se miraron a los ojos deseosos de intimidad. Pero los dos sabían que sería una locura. Por ello, para romper ese momento mágico, Eiza preguntó:

—¿Estudias o trabajas?

Eiza sonrió. Ahora era ella la que preguntaba.

—Me estoy preparando para ser policía en mi país. Bueno, en realidad, Carlos y yo nos estamos preparando para ser policías.

Sorprendida por aquella contestación ella asintió y sin darle tiempo volvió a preguntar.

—¿Y qué hacen unos futuros policías españoles en Las Vegas?

Dando un trago a su cerveza, Sebastián se acercó un poco más a ella y, decidido a dejar de imaginar para pasar a la acción, le respondió con voz ronca:

—Divertirse. ¿Y vosotras?

Eiza al sentir su cercanía, olvidó sus precauciones y, acercando sus labios a los de él, susurró cautivada:

—Divertirnos.

Dejando su cerveza sobre la barra, Sebastián se acercó más a la muchacha para tomar con avidez aquellos labios tentadores. Ella era dulce, suave y olía a sensualidad, una sensualidad que a Sebastián le volvió loco. Tras ese beso cálido y sensual, llegaron muchos otros, regados con alcohol y diversión.  La noche enloqueció, llena de colores, música, risas, bebida y descontrol. Por primera vez en su vida, Sebastián, el muchacho que siempre controlaba sus actos, bebió tanto que llegó un momento en que perdió la razón y la noción del tiempo.

Sebastián despertó en una habitación que no era la suya. Miró a .su alrededor y no se sorprendió al ver a la joven que había conocido la noche anterior desnuda a su lado totalmente dormida.

Recordaba instantes con ella, pero poco más. ¿Qué hora era? Miró el reloj digital que estaba encima de la mesilla y leyó, las 21:14, catorce de junio. ¿Catorce de junio? Boquiabierto, se rascó la cabeza. Lo último que recordaba era la tarde del once de junio cuando llegaron a Las Vegas ¿Cómo podía ser día catorce? Con curiosidad, paseó la mirada por aquella lujosa suite y se sorprendió al ver un piano blanco en un lateral. Leyó su marca: Yamaha. Levantándose desnudo y con una resaca impresionante caminó hacia una puerta pintada de blanco. Aquello debía ser el baño. Pero se quedó sin habla al abrir y ver unas columnas acompañadas por unas esculturas italianas y en el centro una pequeña piscina de agua añil. ¿Pero dónde estoy? pensó mirando a su alrededor. Cerrando la puerta, se fijó en el enorme televisor junto a la bonita chimenea, los sillones de cuero blancos y la fuente.

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