Capitulo 2

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Dalila sonrió al llegar a su casa, trayendo con ella las compras del mercado, mientras en su mente se repetía la imagen de Mehmed, ese hombre era realmente apuesto, mucho mas que cualquier hombre que ella hubiese visto antes.

— ¿Como vas con el trabajo? — un hombre preguntó al verla sonreír, mientras ella se sobresaltaba un poco al verlo en una de sus sillas.

— No es tu asunto Atmaca. — ella negó molesta.

— Estas jugando con fuego Dalila, el príncipe Mustafá me envió aquí para vigilarte. — el la miró, tomando su cuello con fuerza. — Mas te vale que no hagas nada estúpido o sabes lo que pasará.

— Se bien cual es mi mision. — ella lo golpeó en la garganta, haciendo que su respiración se cortara. — No vuelvas a tocarme o te romperé las manos.

La mirada fría que le dedicó la mujer lo dejó helado, mientras trataba de volver a respirar con normalidad nuevamente.

— Dile al principe y a la sultana que cumpliré con mi parte, que espero lo mismo de ellos. — ella lo miró. — Ahora sal de mi casa antes de que te mate.

— Siempre es un placer hablar con usted señorita Dalila. — el sonrió con malicia, dando una reverencia de forma burlona mientras salia.

La joven entonces se recordó a si misma cual era su lugar, ahí no habia espacio para el amor, tenia un trabajo que cumplir.

Suspiró cansada, saliendo nuevamente de la casa, no podía permanecer en un lugar que le traía tantos recuerdos, no cuando ya nadie estaba en ella, solo la abrumadora soledad.

Tomó su caballo nuevamente, yendo directo al lago, necesitaba despejarse y la única forma de hacerlo era esa, tal vez así podría ordenar un poco sus ideas.

Sonrió al ver el lago completamente solo, atando su caballo para después quitar todas sus prendas, quedando solamente en ropa interior, realmente necesitaba refrescarse un poco.

Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando sus pies tocaron la fría agua del lago, sonriendo, adentrándose mas en ella.

Mehmed nuevamente habia salido de caza solo, todo ante la negativa y molestia de sus consejeros y algunos paşas, quienes decían que eso era contra las reglas, pues el príncipe de la corona no debia estar solo.

Suspiró cansado al no ver a la extraña pero hermosa mujer, esta vez ni siquiera había aparecido en el camino, simplemente no estaba por ningun lado.

Decidió entonces encaminarse hasta el lago, tal vez podría refrescarse un poco antes de volver, después de todo, ya era hora de hacerlo.

Una sonrisa apareció en su rostro al ver a la joven mujer dentro del lago, parecía estar disfrutando y no queria interrumpirla, pero su curiosidad fue mayor y caminó directamente hasta la orilla, sentándose sobre las rocas.

La joven se percató de el unos minutos después, sonriendo al verlo, mientras el parecía realmente avergonzado por haber sido atrapado mirándola.

— Comienzo a pensar que realmente estas siguiéndome. — ella sonrió divertida. — ¿Que haces aquí?

— Yo solo buscaba un lugar para refrescarme. — el sonrió. — Este es el mejor lugar.

— Debería darle vergüenza bey. — ella sonrió, fingiendo estar ofendida. — Espiar a jóvenes mientras se bañan no es correcto.

— Yo no... No te espiaba. — el negó apresuradamente. — Solo quería refrescarme un poco.

— Entonces ¿por que no entra? El agua está bastante fría hoy. — ella le sonrió de forma coqueta.

— No es apropiado que me bañe con una joven a solas. — el negó inmediatamente. — No quiero que piense que le falto el respeto de alguna manera.

Ella entonces sonrió aun mas, comenzando a nadar hacia afuera, mientras la atenta mirada del príncipe se enfocaba en ella fijamente.

— No lo pienso. — ella sonrió, comenzando a vestirse.

— Lo siento. — susurró el al darse cuenta que la estaba viendo fijamente mientras se vestía, para después girar rápidamente su cabeza hacia otro lado.

— ¿Por que lo siente? — ella sonrió divertida. — ¿Por espiarme mientras me bañaba o por verme sin ropa?

— Yo no la espiaba señorita Dalila. — el negó, regresando su vista a ella, observando que ya se había puesto los pantalones, pero que aun no se colocaba su camisa. — Lo siento nuevamente.

— ¿Por verme desnuda? — ella se burló. — ¿Eso es de lo que se arrepiente?

— No me arrepentiría jamas de eso. — susurró el hombre para si mismo, notando que al fin ella se había terminado de vestir. — Me arrepiento de haberla incomodado de alguna manera con mi presencia aquí.

— ¿Le parece que estoy incomoda? — ella sonrió, le estaba gustando confundir al hombre con sus preguntas.

— Señorita Dalila. — el susurró, observando como la joven sonreía coquetamente.

— Señorita Dalila suena demasiado formal. — lo miró. — Prefiero solo Dalila, me siento mas comoda así.

La joven era completamente seductora de pies a cabeza, su mirada profunda y su poco pudor y decencia para decir lo que pensaba era lo mas atractivo de ella segun Mehmed, no podía negar que ella realmente lo ponía en situaciones incomodas, demasiado para alguien que solo buscaba cumplir con su trabajo y no meterse en problemas.

Para su desgracia, esa joven gritaba problemas por todos lados, estaba seguro de ello, Dalila era sin duda un gran problema convertido en una hermosa mujer.

Ella tenia la apariencia de un angel, lucia como uno, incluso su voz se parecia a la de uno, pero tenia el demonio en sus ojos, ella era sin duda el mismo pecado convertido en gloria, era todo lo que el deseaba y todo lo que no podía tener, ella significaba completamente el anhelo, deseo y pasión.

— Dalila, lamento todo esto. — el susurró con la poca cordura que le quedaba, ella estaba muy cerca de el, mirándolo fijamente, como si lo invitara a pecar.

— No lo lamente. — ella susurró sobre sus labios, mordiendo ligeramente su labio inferior, haciendo que la poca cordura del hombre frente a ella se acabara, mientras la besaba ferozmente.


~~"Ella era un dulce pecado y el se había convertido en un pecador."~~


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La amante del príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora