Capitulo 7

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— No voy a hacerlo Ekrem. — Dalila lo miró fijamente. — Voy a irme del palacio al anochecer.

— ¿Has enloquecido Dalila? — la miró preocupado. — Te mataran, mataran a tu familia, ¿no te importa nada ya acaso?

— No hay nadie que me importe mas que mi familia, pero no quiero hacerlo, no quiero matar a una persona inocente. — las lágrimas se acumularon en sus ojos. — Ya me equivoqué una vez Ekrem, no quiero repetir la historia, no quiero lastimarlo.

— Maldita sea Dalila, van a matarte, no puedo perderte. — el negó desesperado, acariciando su rostro. — Eres la persona que mas amo en el mundo, no quiero perderte.

— Ayúdame a escapar entonces. — ella lo miró de forma suplicante. — Ayúdame a huir de aqui, vamonos de este lugar, podemos construir una nueva vida Ekrem, podemos comenzar de nuevo.

— Bien, lo haré. — el asintió. — Tus hermanas están en Amasya, debemos ir por ellas primero.

— Vendré aquí a la media noche y nos iremos de aquí. — ella le sonrió, abrazándolo después de eso, regresando al palacio.

La joven entró de forma discreta hasta los aposentos de Mehmed, quien solo la miró interrogante, Ilyas le había informado de su encuentro con Ekrem y los celos estaban volviéndolo loco.

— ¿Donde estabas? — preguntó amargamente.

— ¿Por que finges no saberlo? — ella le devolvió la pregunta, mirandolo fijamente. — Se que no puedo dar un paso por este palacio sin que tu te enteres.

— No me gusta que hables con ese soldado. — soltó entonces, levantándose de su asiento para acercarse a ella.

— ¿Que le pasa alteza? ¿Es que acaso está celoso? — la rubia decidió provocarlo un poco, mordiendo su labio inferior.

— Me enloquece la simple idea de saber que alguien mas pueda mirarte siquiera Dalila. — Mehmed se sinceró, tomandola con rudeza de la cintura. — ¿Que hacías con el?

— Voy a irme su alteza. — ella sonrió. — Lo dije antes, yo solo soy una viajera, una que va a irse esta noche.

— ¿De que hablas mujer? — la miró confundido.

— No pretendo que lo entiendas Mehmed, pero es momento de que me vaya, yo tengo familia, tengo hermanas y me necesitan. — lo miró a los ojos. — Han sido buenos los días a tu lado, pero no puedo quedarme mas tiempo.

— Puedes traerlas aquí, pueden vivir en el palacio. — el tomó sus manos. — No es necesario que te vayas Dalila, no quiero que lo hagas, yo no estoy listo aun para dejarte ir.

— Usted siempre supo que yo era una mujer libre, siempre supo que no podría permanecer aquí, que solo estaba de paso en su vida. — ella acarició su rostro. — Si me voy es por tu bien Mehmed, no te conviene que me quede mas tiempo.

— Deja que sea yo quien decida eso. — tomó sus manos. — Te amo Dalila, te amo como nunca creí amar a nadie.

La rubia lo miró en shock, ¿que le pasaba? Debía decir algo, tal vez la verdad, tal vez aun estaba a tiempo.

— Mehmed yo...

— No digas nada Dalila. — sonrió. — Solo, quedate un poco mas, haré que me ames, te lo juro.

La rubia asintió, sin saber porque lo hacia, pero ahí estaba, dejando escapar otra oportunidad para decir la verdad finalmente.


•~•~


La noche había llegado y Dalila suspiró, era momento de irse, lo había meditado toda la tarde y eso era lo mejor.

— Es lo mejor para ti también Mehmed. — susurró, abandonando la habitación.

Recorrió los túneles, hasta llegar a las afueras del palacio, encontrándose con Ekrem ahí y pronto ambos tomaron camino.

— Tengo un viejo amigo en Amasya, el sacará a tus hermanas de ahí. — el joven sonrió. — Partiremos a Venecia, ahí veremos que hacer.

— Gracias por esto Ekrem. — sonrió ligeramente.

— No hay nada que no haría por ti. — el también sonrió.

Pronto el panorama cambió, soldados aparecieron frente a ellos, siendo liderados por Atmaca.

— Me causa curiosidad saber a donde vas a estas horas de la noche mi hermosa Dalila. — el soldado sonrió con ironía.

— ¿Tu que haces aquí? — preguntó la rubia.

— ¿Enserio creiste que podrías escapar tan fácil? ¿Creíste que podrías simplemente irte? — se burló. — Matenlo.

— No, no... — la rubia fue detenida por un par de hombres, quienes la obligaron a ver como asesinaban de forma cruel a Ekrem.

— Ay Dalila, tu me obligaste a hacer esto, no es mi culpa, sino la tuya. — sonrió con maldad. — No quería castigarte, no porque te amo, pero creo que aun no entiendes tu lugar aquí.

La rabia era visible en los ojos de la mujer, quien intentaba soltarse del agarre de ambos hombres.

— Traigan a nuestra invitada. — ordenó el soldado.

Los ojos de la rubia se llenaron de lágrimas y desesperación al ver como el soldado traía con el a una de sus hermanas.

— ¡No! No, por favor, te lo suplico Atmaca, haré lo que sea, lo que tu me pidas, lo prometo. — pidió entre lágrimas.

El soldado hincó a su hermana frente a ella, quitandole la tela que cubría sus ojos, dejando que se miraran al fin.

— ¿Que hiciste Dalila? — preguntó Belma, mirándola a los ojos. — ¿Que hiciste?

— Lo arreglaré, lo prometo, guarda la calma Belma. — pidió, regresando su mirada al hombre. — Hablemos Atmaca, te lo ruego.

— ¿Ahora me ruegas? — rio burlon. — Recuerdo que dijiste que no te humillabas ante nadie.

— Es inocente, Belma no hizo nada. — siguió llorando. — Ya entendí, lo prometo, no volveré a equivocarme, te juro que no lo haré de nuevo, volveré al palacio y mataré al principe, tal y como me lo ordenaron, solo, perdoname...

— Oh, mi querida Dalila, mi hermosa flor. — acarició su rostro. — Yo te perdono, no hay nada que puedas hacer que yo no pueda perdonarte.

— Lo arreglaré Atmaca, te lo juro. — lo miró agradecida.

— El problema es que la sultana no perdona estas osadías. — suspiró. — Lo siento querida, pero debes aprender la lección, debes comprender lo que pasa cuando traicionas al principe Mustafá.

— ¡No! ¡No, no, por favor! — gritó, observando a uno de los soldados acercarse con su espada en mano. — ¡Deten esto Atmaca! Entendí, comprendí la lección.

— Lo siento mi bella flor. — negó. — Matenla.

El tiempo se detuvo para Dalila, observando como el hombre llevaba la espada al cuello de su hermana y lo cortaba enseguida, sin titubear ni un poco.

— ¡No! — gritó. — ¡Asesino, malditos asesinos, los mataré a todos!

Atmaca tomó su mandíbula con fuerza, apretándola mas de lo debido, intentando tener su atención.

— Haz lo que se te ordenó. — la miró. — Recuerda que aun tenemos a Aybige.

— Te voy a matar. — murmuró, aun ida, mirando fijamente el cuerpo de su hermana. — Te voy a destrozar.

— Cumple con tu parte, Dalila. — la soltó. — O tendré que deshacerme de tu otra hermana...



¡Gracias por leer!♥

Los amo, besos ✨🏎

La amante del príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora