— ¿A donde vamos? — Mehmed preguntó con curiosidad, viendo al fin el mercado del pueblo.
— Va a conocer a las personas de su pueblo. — ella sonrió, acercándose a un pequeño puesto de telas. — Uh, estas son hermosas.
— Lo son mi señora, soy traídas de Damasco. — el vendedor respondió.
— Son divinas. — ella asintió.
— Si tanto te gustan, entonces comprémoslas. — Mehmed la miró, para después observar al vendedor. — Mándelas todas al palacio.
— Como usted diga mi señor. — el vendedor asintió sonriendo. — ¿Trabaja usted con el príncipe?
— Así es. — Dalila se apresuró a responder. — Es un guardia.
— Agradezca a nuestro príncipe por todo lo que ha hecho por nosotros, que Allah lo bendiga con una larga vida. — el vendedor sonrió. — Mis hijos tienen pan en su mesa gracias a el, ha sido una bendición desde que llegó a la provincia.
Mehmed no pudo evitar sentirse dichoso al escucharlo y mucho más fue su asombro al ver como todos los mercaderes lo tenían en tan buena estima, a pesar de no conocer su rostro, parecían estar contentos con él como su gobernante y eso era lo que más agradecía, pues siempre quiso ser un príncipe digno de la confianza del sultán, uno que estuviera a la altura de su grandeza.
— Solía venir aquí cuando era niña, me ayudaba a pensar, la calma de este lugar me ayudaba a saber quien era, la soledad de aquí era lo que más me gustaba, nadie se acerca aquí, todos temen hacerlo. — susurró Dalila cuando ambos llegaron hasta un lejano acantilado, sentándose sobre el borde de este. — Además, ¿no es la vista más hermosa que has visto?
— Sin duda lo es, la mas hermosa. — respondió él, mirándola fijamente, sentándose a su lado. — ¿Fue difícil?
Dalila lo miró sin entender a que se refería, mientras él se aclaraba la garganta nervioso.
— Me refiero a tener que estar sola desde pequeña. — aclaró.
— Fue complicado, mi padre abandonó a mi madre cuando nacieron mis hermanas, el solo quería tener hijos varones, dijo que las mujeres solían manchar el honor de los hombres, no quería pasar por eso. — ella giró los ojos. — Era un idiota. Por otro lado, mi madre trabajó por un par de años en el palacio, hasta que murió y tomé la responsabilidad de mis hermanas cuando tenía diez años, trabajé duro, aprendí todo lo que un hombre debería saber, quería hacerle ver a todos que las mujeres éramos fuertes, que yo no era débil o al menos eso intenté.
— ¿Por que dices que solo lo intentaste? Para mi, eras la mujer más increíblemente inteligente y hermosa que existe. — el sonrió.
— Confié en quien no debía, me enredé con las personas incorrectas y no pude salir de ahí. — ella soltó con melancolía, mirándolo a los ojos, quería confesarle todo, su corazón rogaba porque lo hiciera, pero no pudo, no cuando recordó que ella ya había perdido, ellos tenían a sus hermanas, su única familia, no podía perderlas y aunque se negara a admitirlo, tampoco quería perder lo que estaba construyendo con él, pues sabía que en cuanto se enterara de la verdad, sus ojos no volverían a verla de la misma manera, esta vez no tenía una ventana de escape, se había condenado a sí misma y ahora debía lidiar con las consecuencias, por muy dolorosas que estas llegaran a ser.
— Ya no debes preocuparte por eso Dalila, estoy aquí, te protegeré de todo el mundo si es necesario. — Mehmed acarició su rostro. — Voy a cuidarte.
La culpa revolvía el estómago de Dalila, los ojos puros y llenos de verdad de Mehmed la miraban con adoración, como nadie la había mirado nunca antes, él la hacía sentir segura, era su refugio en la tormenta, era todo lo que no sabía que necesitaba pero que ahora se daba cuenta que era lo que de cierto modo, siempre le faltaba.
— Te haré daño Mehmed, tarde o temprano voy a lastimarte y huir, estoy segura de que romperé tu corazón. — ella decidió al fin ser sincera. — Soy como la hiedra, hay veneno en mi, no quiero asfixiarte con el.
— Moriría por ti Dalila, no importa como termine esto, no importa si huyes, iré tras de ti, no te dejaré escapar. — la miró a los ojos, dándole una sonrisa. — Te amo, estoy tan estúpidamente enamorado de ti que no me importa nada mas, estoy dispuesto a morir, a dejar de ser yo, renunciaría hasta a mi nombre por ti, abandonaría todo si lo quisieras, porque no puedo y no quiero vivir si tu no estas junto a mi.
— No me conoces Mehmed, no sabes nada de mi, no te convengo, no soy lo que necesitas. — negó, acariciando su rostro. — Solo seré una viajera en tu vida, no me quedaré mucho tiempo, no puedes amarme, no porque no sabes lo que eso significa, no porque amarme te llevaría al infierno, amarme te castigaría de formas inimaginables, porque si me amas, tu perderías.
— Estoy dispuesto a correr el riesgo Dalila, no me importa nada mas. — fue entonces que el la besó, quería convencerla, quería lograr que ella lo amara, pero sobretodo, deseaba demostrarle que no era un error, que estaban destinados a estar juntos.
— Te vas a arrepentir de esto. — ella susurró entre sus besos.
— No lo haré, no podría arrepentirme de adorarte, no importa lo que pase. — siguió besándola. — Las estrellas serán mi testigo, porque hoy juro amarte siempre, sin condiciones, sin ataduras, puro y simple amor, para siempre.
— Dejemos entonces que ellas y la luna sean testigos. — Dalila asintió, dejándose consumir por la atmósfera del amor, volviendo a besarlo, mientras su vestido caía al suelo y el amor tocaba a su puerta, una que no estaba segura de abrir, una que había sellado para siempre.
¡Gracias por leer!❤
Me gustaría leer sus comentarios, teorías o lo que sea que crean que va a pasar :)
Dalila está en muchos problemas y poco a poco sabremos mas de ella, por lo pronto, ¿como creen que Atmaca, Mustafá y Mahidevran llegaron a su vida?
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La amante del príncipe
Fanfiction~ Dalila, una mujer musulmana libre. ~ Mehmed, un príncipe de la dinastía Osmanlí. "¿Como no iba a enamorarme de ti? Solo mírate, eres la razón por la que un ángel quisiera pecar y por la que un demonio quisiera redimirse." Saga "Principes de la di...