Capitulo 4

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Dalila se observó nuevamente al espejo, realmente se veía ridícula, demasiado para poderlo tolerar.

— No luces mal. — Mehmed sonrió, viéndola desde la cama.

— Luzco como un maldito pollo. — lo miró molesta.

— Las señoritas decentes no maldicen Dalila. — el principe sonrió divertido.

— Que bueno que no soy decente. — la joven guiñó un ojo hacia el, mientras el se levantaba de la cama.

— Aunque si te molesta mucho, siempre puedo quitartelo. — Mehmed susurró sobre su oído, dejando un beso en su cuello.

— ¿Desde cuando eres tan sinvergüenza? — Dalila lo miró divertida. — Cuando te conocí no podías ni decir dos palabras correctamente en mi presencia.

— Estos meses me han servido de ayuda. — sonrió, volviendo a la cama.

— No me gustan los vestidos y no me acostumbro a ellos, prefiero los pantalones. — ella se lanzó a la cama junto a el. — Aunque aun puedo derrotarte en combate con este ridículo vestido puesto.

— Solo me derrotaste una vez y fue porque tu belleza me distrajo. — le sonrió.

— He escuchado que cada perdedor encuentra el modo de consolarse. — Dalila mordió levemente su labio. — Tal vez pueda probarme otro vestido.

Y con la poca delicadeza y sensualidad que la caracterizaba, dejó caer su vestido, todo ante la atenta mirada del príncipe, quien la observaba fijamente, con la mandíbula desencajada.

— ¿Se ha quedado sin palabras nuevamente? — Dalila sonrió coqueta, tomando otro vestido.

— Soy un gran admirador del arte, no puedes culparme. — el príncipe se acomodó de mejor forma sobre la cama, observando a la joven vestirse nuevamente, ahora con un hermoso vestido color rojo.

— El rojo siempre me hace ver mas hermosa. — ella sonrió, observandose en el espejo.

— Diría que te ves mas hermosa de otra manera. — Mehmed sonrió.

— Su alteza. — un guardia tocó la puerta, mientras Mehmed asentía. — La señorita Clara desea verlo.

— Oh, llegó la esposa oficial. — susurró Dalila con burla. — ¿Debo escapar por la ventana?

— No es mi esposa, solo es la futura madre de mi hijo. — Mehmed la miró, intentando no reír. — ¿Estas celosa? Porque tu podrías ser mi esposa si así lo desearas.

— Que entre la señorita, no vaya a desesperarse ahí afuera. — Dalila sonrió de forma sarcástica, mientras el guardia asentía saliendo. — Por favor, ya desearías que yo estuviera celosa príncipe.

La joven soltó con desden haciendo reír a Mehmed.

— Me parece que ha olvidado que estoy aquí secuestrada, no por mi propia voluntad. — la rubia sonrió.

— No parecías muy obligada anoche en mi cama. — el príncipe le guiñó un ojo, cortando la conversación, justo cuando la mujer entraba.

— Su alteza. — susurró con la voz mas horriblemente dulce que Dalila había escuchado, haciendo que girara los ojos asqueada.

— Clara. — susurró el de forma cortes.

— Mi príncipe, no sabia que estuviese ocupado, lamento interrumpir. — ella sonrió dulcemente.

— Oh Allah, vomitaré en cualquier momento. — susurró Dalila para si misma, haciendo que una sonrisa divertida apareciera en el rostro de Mehmed.

— ¿Quien es ella su alteza? — preguntó Clara confundida, mirándola fijamente, pues no recordaba haberla visto antes en el harén.

La amante del príncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora