La fogata:

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—¿Y ahora que?—pregunta Azael, caminando entre los árboles. Aún no hemos llegado al campamento.

Lo miré extrañada y él nos señalo a ambos con el dedo. Asentí antes de hablar:

—No tengo la menor idea—sonreí nerviosa.

Azael me miró curioso antes de embolzar una sonrisa cálida. Tomo mi mano y la entrelazo con la suya y me miró a los ojos unos segundos.

—Podemos decir que estamos saliendo, o algo parecido—sugirió.

Lo observé unos segundos intentando procesarlo. ¿Estaba saliendo con Azael? ¿Con el odioso?

Sí.

—Se puede decir, pero...—él me miró extrañado—, ¿tenemos que hacerlo público o puede mantenerse en secreto?

La verdad, quería que fuera en secreto hasta que mis amigas lo supiera y mi familia. No quería que pensarán que lo les dije antes o esas cosas. Mi familia y mis amigas son como mi centro, en definitiva, son como mi zona de confort. Ellos son los que me ayudan a salir adelante en cada situación.

—Como tú quieras—me dijo y luego acarició mi mano.

—Quiero mantenerlo en secreto hasta que les diga a mi familia y a mis amigas, creo que después de ahí podemos hacerlo público—dije, mirando el suelo—, después de todo no es nada oficial, y somos como amigos con derechos o algo así ¿no?

Nos dimos cuenta de que ya habiamos llegado al campamento y que ya estaba atardeciendo. Azael me volteo a ver co compasión antes de asentir con una sonrisa.

—Sí, creo que me parece bien—aceptó con entusiasmo—. Ve a arreglarte para la fogata.

—Bien, nos vemos—suelto su mano, pero antes de dar un paso me hace dar una vuelta quedando frente a él.

—¿Te puedo besar?—eso me tomo por sorpresa y asentí.

Cerré mis ojos esperando al beso, pero lo que sentí fue el beso en mi frente. Abrí mis ojos y me quedé viendolo unos segundos. Haberme besado en la frente ha sido lo más rómantico que había sentido en mi vida. Sonreí como una idiota y bajé la mirada.

—Nos vemos en treinta, ¿de acuerdo?—preguntó y lo miré.

Lamí mis labios y asentí.

—De acuerdo.

Me giré para caminar hasta el local con una estúpida sonrisa en la cara. Esta vez, aunque estaba feliz y algo confundida, me sentía bien. Y eso que habia pasaso lo más loco en mi vida. Y también...lo más bonito. 

///

Buscando la palabra correcta para definir como me sentía, era neviosa. En estos momentos no sabia como actuar, como hablar o que hacer. Jamás pensé estar saliendo con Azael Dowland. Sí, ese mismo que dije que jamás me iba a encantar...pero también, me sentía pátectica. Supongo que es por las hormonas ¿no?

No todo era color de rosa, seguía sintiendo ese miedo, ese que aún con las palabras bonitas no se iba a ir. Seguía ahí. Aún así, intentaría dejar el pasado atrás, dejar de hacer que me duela. ¿Qué ilógico, no? Qué a quién más le debió doler fuera a mi mamá —cosa que no quisiera— y fue a mi quién me afecto. Estoy segura, o casi segura de que otras personas también han pasado por esto.

Me puse unos jeans negros cómodos y una sudadera. Unos tenis en forma de bota y el pelo recogido en una coleta. Estaba haciendo frío, por eso me abrigue. Addison estaba igual que yo. Ella estaba hablando por teléfono con su mamá y yo estaba leyendo algo en mi teléfono. Habia quedado en hablar con mamá también, cuando viniera de la fogata.

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