Capítulo 6: Remolino de emociones

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Cuando el efecto de los calmantes cesó, sintió su espalda arder.

Recordó su traspiés en la batalla contra el lindworm, y también cómo Lin había intentado ayudarla.

—La feérica está bien —aseguró la directora, sentada en la butaca dispuesta al lado de la cama—. Está recuperándose en mi casa, solo se ha torcido un ala.

Respiró aliviada al escucharlo y asintió con la cabeza. De algún modo le tranquilizaba que la directora estuviera ahí. Tenía muchas preguntas que hacerle, entre ellas si Helena conocía la situación. Solo esperaba que su amiga no se estuviera comiendo mucho la cabeza.

—Gracias —dijo la muchacha—. No sé cómo lo ha hecho, pero de no ser por usted ahora mismo Lin y yo estaríamos muertas.

La directora esbozó una amable sonrisa.

—Tengo que velar por la seguridad de mis estudiantes; al fin y al cabo, soy responsable de todo lo que pasa en el Hipatia o en sus alrededores. —Hizo una pausa para humedecerse los labios, luego continuó—. Helena sabe que estás en el hospital, le he dicho que te caíste por la ladera del camino de la playa.

—No creo que a Helena le valga esa explicación.

—¿Sabe lo tuyo?

La joven asintió.

—Lo sabe todo.

Hubo un silencio prolongado. Ambas tenían muchas preguntas que hacerse, pero a ninguna de las dos les pareció el momento adecuado. Kinu lo agradeció, no le apetecía un interrogatorio con parte de la piel y músculos de la espalda recién cosidos; una operación que le dejaría cicatrices. Por otro lado, no estaba dispuesta a responder a nada hasta conseguir arrancarle más información a la directora.

El silencio se cortó de repente, al igual que el flujo de pensamientos de ambas mujeres, con el sonido del teléfono móvil que vibraba sobre la mesilla. Kinu lo cogió, lo descolgó y se lo llevó a la oreja.

—¿Hola?

La voz de Helena sonó al otro lado de la línea.

—¿Hola? ¿Es el hospital?

—¿Helena?

—Sí, ¿cómo lo sabe?

—Tonta, soy yo, Kinu. ¿No reconoces mi voz?

—¿Kinu? ¡Ay!, ¡qué alegría, estás bien! ¿De quién es este teléfono?

—Emm... mío, me temo. La directora me lo regaló, por extraño que suene.

—¿En serio? ¡Ah, Kinu, dime dónde estás! La habitación. Tengo que verte y hablar contigo cara a cara. ¿Estás con Lin? ¿Te ha dicho algo?

—No. Lin está bien, pero en otra parte, ya te lo explicaré.

La señorita N'Diaye le explicó cómo pasar ubicaciones, aparte de instalarle un par de aplicaciones básicas, y por supuesto la app del instituto. Los calmantes hicieron efecto de nuevo, así que la directora se retiró para dejar que la joven descansara.

Esa misma tarde, Helena llamó a la puerta de la habitación 707 y al entrar vio a su amiga en la cama, con un tubo unido al brazo.

—¿Cómo te encuentras?

—Bien. Hoy me han quitado el suero, al menos ya puedo comer. Aunque la comida de aquí es como el cartón. Y las raciones ridículas.

Helena se acercó a su amiga para darle un abrazo, pero esta negó con un gesto de mano.

—Dicen que me han hecho un mapa en la espalda —le explicó—. No me la he visto, pero duele.

—Vale, no te preocupes. Ahora debes descansar —dijo mientras se sentaba en la cama y tomaba la mano de Kinu entre las suyas. Estaban frías a pesar de que Helena acababa de llegar de la calle.

Portales en la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora