Capítulo 7: Resentimiento

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Todos charlaban de forma animada alrededor de la mesa.

Todos menos ella.

Su hermano, Ethan, contaba una anécdota laboral; algo sobre unos movimientos erróneos que pusieron patas arriba el banco y concluyó con el despido de un muchacho. Su prometida y sus padres escuchaban con atención, pero Rachel divagaba a pesar de hacer esfuerzos por mantenerse anclada en el momento. De repente notó la vibración del teléfono bajo su muslo y lo asomó con disimulo. Era un mensaje de Ana.

«La lluvia me ha arruinado la cita.
:-( Seguro que Héctor la ha provocado para fastidiarme.
¿Os falta mucho? ¿Sobre qué hora llegarás?».

Miró a sus acompañantes. Nadie le prestaba atención, así que respondió rápidamente con las manos ocultas bajo la mesa.

«No lo sé. Aquí aún estamos terminando el primer plato.Ojalá lloviese dentro del restaurante».

Ana respondió en seguida.

«Si eso ocurriese tu madre te regañaría por haberte mojado».

Rachel no pudo evitar esbozar una sonrisa y de entre sus labios se escapó una pequeña carcajada ahogada. Normalmente no le prestaban atención cuando hablaba, pero bastaba que quisiese pasar desapercibida para que todas las miradas se posasen sobre ella.

—¿Qué pasa, Rachel? —preguntó Ethan, amable, aunque confuso. No le pareció haber dicho nada gracioso—. ¿Qué es tan divertido?

La muchacha volvió a esconder el teléfono bajo el muslo.

—Nada. Es que he recordado una cosa que pasó esta mañana en clase, eso es todo.

—Oh, ¿y qué ha sido? —preguntó curioso, inclinándose hacia ella. Nadie podía negar que eran hermanos, compartían los mismos ojos grandes y almendrados de su madre—. Venga, cuéntanoslo. Un poco de diversión no nos vendrá mal.

Rachel se dio cuenta de que todas las miradas estaban clavadas en ella: cuatro pares de ojos fijos sobre su persona esperando una anécdota de instituto que les hiciese reír.

No tenía nada. Pensó lo más rápido que pudo para inventarse algo creíble y que pudiera ser gracioso. Comenzó a hablar titubeante antes de que sospecharan.

—Pues... Resulta que durante el recreo una chica le ha dado una bofetada a Héctor —explicó—. Y es gracioso porque él no dejaba de alardear con que ella estaba coladita por él pero cuando hoy se acercó a hablar con ella no sé qué le dijo exactamente. Se fue muy enfadada y refunfuñó algo así como que era un pesado y que la dejara en paz. —Hizo una breve pausa. Nadie se rio. No los culpaba—. Tendríais que haber visto la cara de Héctor. Fue lo más gracioso de todo.

Hubo uno segundos de silencio e intercambio de miradas.

—Bueno... —Susan, la prometida de su hermano, rompió el silencio. Tenía la piel bronceada y su sonrisa impecable destacaba entre el labial rojo—. No conozco a ese tal Héctor, pero si iba contando mentiras por ahí y molestando a las chicas seguro que se lo merecía.

—Desde luego —asintió Rachel, agradecida por las palabras de la mujer. Después del saludo de Ethan fue lo más agradable que escuchó en toda la velada.

Un camarero se detuvo junto a la mesa e intercambió los platos vacíos por otros con comida ricamente ornamentada. Mientras tanto, la conversación volvió a centrarse en Ethan y su compromiso con Susan. Que dónde sería la ceremonia, cuándo, qué ideas tenía para el vestido, si ya habían pensado en el fotógrafo, el banquete, los invitados...

Rachel pasó el resto de la velada en silencio, mirando al plato y pensando en sus cosas, hasta que el camarero le entregó la carta de postres. Ella la cogió y le dio las gracias con una sonrisa cordial.

Portales en la nieblaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora