XVII

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Me sigue divertido, se acerca a una mesa y sin detenerse se roba una botella de whisky.

— Lo siento, puedes pedir lo que quieras. Corre por mi cuenta. — dice antes de que desaparezcamos.

Entramos al pasillo, que está iluminado por las mismas luces azules, me toma por la cintura, rodeandome con el brazo izquierdo, ya que en la mano lleva el trago y en la mano derecha la botella.

Aprieta fuertemente.

Caminamos a como podemos, yo lo voy guiando y él va dejando besos en mi cuello, que me hacen retorcerme ante la humedad de sus labios y jadear.

Cuando llegamos a los baños, entramos y cierro la puerta con seguro, me suelta un momento y se encarga de ver que no está alguien más adentro.

Por fortuna no, entonces me sonríe y me da un beso demasiado lento, tengo que ser yo el que imprima algo de presión, metiendo mi lengua en su boca.

En un par de segundos nuestras lenguas se unen en una sola batalla, deja el trago y la botella en el lavamanos de cuarzo y viene a mí para quitarme el saco, lo deja en el mismo lugar y luego comienza a desabrochar mi camisa mientras yo hago lo mismo con la suya.

Introduzco mis manos, una vez que lo logró, tocando descaradamente todo su torso, los pectorales, los pezones, los abdominales y esa... Esa pelvis perfectamente delineada, mi parte favorita.

Me pongo de rodillas separándome bruscamente del beso, dejando que un pequeño hilo de saliva escurra entre sus labios y los míos.

Colocó mis manos en su cintura y saco la lengua delineando su pelvis con ella. El bello púbico se asoma un poco y tiro de él con los dientes. Ahoga un gemido ronco y me posa la mano en el cabello, acariciándome.

Me levanto y vuelvo a besarlo, pero esta vez, desesperadamente, este hombre podría ser la definición perfecta de mi lugar favorito, mi sabor favorito. Todo en él me ha capturado de una forma única, una forma que no comprendo.

Me está arrastrando, como él dice, a su mundo oscuro y lleno de dolor. Pero yo estoy siguiéndolo complacido y disfruto de hacerlo, voy tras el cómo un perro fiel iría tras su dueño.

Le muerdo el labio y tira de mi cabello Con fuerza, haciéndome gemir.

— Yo sé que estás perdido Jimin... Estás avergonzado de que cada una de las cosas que viste ahí afuera te gusto... Y no vas a negármelo. Pedias casi a gritos montarme frente a Lilith y su sumiso, frente al cantinero. Tus ojos me rogaban porque te Jodiera frente a todo el mundo... Y ahora tu cuerpo está deseoso de mí. Solo de mí.

Sus palabras encienden esa chispa en mí que apenas hace muy poco conozco.

Me muerde la barbilla y luego baja a mi cuello, raspando con sus filosos dientes.

Me suelta y me empuja, azotándome en la puerta, gimoteo y cierro los ojos intentando relajarme.

— Jimin... Tienes que confiar en mí... Para que después pueda destruirte — me dice tomándome con fuerza el rostro con su mano derecha

Recarga su frente en la mía y vuelve besarme. Su erección y la mía chocan, es obvio que los dos tenemos un efecto especial en el otro.

Toma mis pezones con gentileza, los acaricia y yo me hago pequeño ante el placer.

La gentileza desaparece cuando comienza a pellizcarlos, haciéndome chillar.

— ¡Yoongi!

Los retuerce y los deja así por unos segundos, cuando estoy acostumbrándome a la sensación, retuerce un poco más y yo trato de callar mis chillidos.

𝙳𝚒𝚊𝚛𝚒𝚘 𝙳𝚎 𝚄𝚗 𝚂𝚞𝚖𝚒𝚜𝚘 [Editando Ortografía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora