XXVI

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Entramos a la habitación, mientras le desabrocho la camisa y él tira al suelo mi suéter, al tiempo que me revuelve él cabello con deseo.

No sabía que tenía una habitación para solo tener sexo, pero me resulta fascinante y por desgracia no tengo tiempo de analizarla a detalle.

Todo es color gris, a diferencia de los artículos color negro, que cuelgan de las paredes o están en vitrinas pequeñas, está bastante ordenado y limpio y las luces son algo tenues.

Me lanza al suelo, caigo sin lastimarme aunque  no lo entiendo mucho, Intento levantarme pero su pie se pone sobre mi pecho y lo impide.

— No... Vas a quedarte ahí.

— Per-

— Dije que no. — me dice apretando contra mi pecho aún más.

Su pie comienza a bajar un poco, hasta mi sexo. Aprieta fuertemente y me hace jadear y gemir de dolor.

— Yoo... Señor, por favor no.

— Guarda silencio y solo relájate.

Susupiro e intentó hacerlo, él presiona más fuerte y me pierdo en mis pensamientos y las sensaciones.

Duele, pero por alguna extraña razón me gusta.

Presiona un poco más y yo comienzo a gemir en un tono más alto, mientras me remuevo recostado en el suelo.

— Basta... Por favor.

He perdido la cuenta de cuantas veces le he dicho por favor en toda la noche.

— Tu madre te dio él permiso de pasar la noche aquí, ¿Cierto?.

— No, le dije que dormiría en casa de Namjoon.

— Entonces tengo tiempo se sobra.

Su pie deja de torturarme y yo lo miro con atención, le sigo con la mirada mientras se pasea por la habitación con una lentitud que me pone nervioso.

Está bastante confiado de si mismo y se mueve sabiendo que el entorno le pertenece por completo.

— Quitate la ropa, y ponte de rodillas. — me ordena mientras parece buscar algo en un cajón.

Lo hago rápidamente sin dudarlo y se acerca a mi con lo que creo es un collar, tiene una pelota roja en el punto medio. Le frunzo el ceño y sus pies patean mis muslos mientras se guarda en los bolsillos del pantalón algo de cuerda roja.

— Ey!

— Cállate, abre las piernas. — me dice volviendo a patear con más fuerza.

Yo lo hago, y levantó el rostro, dándole acceso a mi cuello. Pero él solo me sonríe, casi burlándose y me toma por la barbilla para bajar mi rostro mientras se pone en cuclillas.

— No va ahí, no es un collar. — lo acerca más, y la pelota roza mis labios. — Va aquí, es una mordaza. Abre grande.

Confundido lo hago y la pelota entra en mi boca, se acerca un poco más para acomodar la correa y apretar bien.

Al principio es un poco incómodo, se mantiene mirándome a los ojos un segundo y después acaricia mi labio inferior, estira un poco y algo de saliva cae por mi barbilla.

— Tienes la mirada perdida, ¿Estás bien?. — me pregunta en un tono cálido.

Asiento ya que no puedo hablar y me acaricia la mejilla antes de ponerse de pie.

— Si algo va mal, solo tienes que chasquear los dedos. ¿Puedes hacerlo?.

Levanto una ceja y lo intento, y sale bien.

— Perfecto.

La mirada le brilla intensamente y me toma por el cabello con algo de fuerza, haciendo que me levante y camine a su lado.

Justo en medio de la habitación hay una mesa con una especie de rampa y un escalón a sus pues y es todo, no hay nada encima. Me hace detenerme frente a ella y me suelta una pequeño golpe en el trasero desnudo.

— Manos atrás.

Obedezco, en unos segundos está atandolas con la cuerda roja y aprieta lo suficiente como para que no puedan safarse los nudos.

— Sube ahí, quiero tu cuerpo quede recostado sobre la rampa. Esta parte alta, me dará mejor acceso a tu culo.

Me parece una idea demasiado rara pero no puedo cuestionarme mucho ya que recibo otro golpe pero ahora más fuerte.

— No tengo todo el día puta, sube ahora.

Tengo que admitir que la palabra «puta» despierta algo en mi, con verguenza intento ocultar de mi mente las ganas de pedirle que me insulte un poco más.

¿Qué está pasando conmigo últimamente?.

Subo con cuidado el escalón y él me ayuda un poco a recostarme y se asegura de que este cómodo.

— Abre más las piernas. — me ordena mientras aprieta mis muslos de manera suave.

Algo en mi me dice que está siendo demasiado gentil conmigo, vamos esto parece un maldito cuarto de tortura y solo me ha dado dos golpes ligeros.

— Si pudieras ver lo apetecible que se te ve el coño abierto de esta forma...

Su voz suena seductora y casi parece que susurra, ni siquiera noté que había tobilleras enganchadas a la mesa, de pronto tengo los tobillos atados a cada esquina pero puedo seguir de rodillas sin problemas, los pies me quedan fuera de la mesa y aunque no es la posición más comoda del mundo, me mantengo concentrado en sus movimientos.

Desaparece por un momento y puedo verlo ir al frente mío, se acerca a un estante y piensa un poco sobre lo que tomará.

Escoge una especie de vara de ratán, su mango está revestido en goma termo selladora de color negro, la toma y la dobla un poco formando una U con ella y yo solo puedo observarlo con los ojos bien abiertos.

Se acerca a mi en completo silencio y luego de ponerse por mi lado puedo sentir la vara tocar mi piel, apenas y tiene contacto pero la piel se me eriza al sentir como con la punta traza un camino por toda la espina dorsal hasta la nuca.

Y de pronto...

— ¡Mmgh!

Un golpe en el trasero me hace moverme maldiciendo las tobilleras, me ha dado en ambas nalgas con un solo golpe. La sensación al impactar es la de un golpe seco, rápido, ligero y... Extrañamente alegre.

Su picor puede llegar a resultar maravillosamente frustrante, su impacto sobre mi piel se mantiene durante varios segundos hasta que se suaviza paulatinamente.

Sin siquiera darme un momento para asimilarlo me suelta otro en la espalda y yo vuelvo a gemir y disfrutar del ardor mientras mis dientes se aferran un poco a la pelota.

— Relájate, no te pongas tan tenso. — me dice acariciando la parte donde la vara impactó.

Otro golpe más en los muslos traseros, otro en las plantas de los pies y después de unos seis más divididos entre el trasero y la espalda las lágrimas en mis ojos comienzan a amenazar con salir.

Es la primera vez que tengo esta experiencia y el calor que va desde mia mejillas hasta mi clavícula no me deja pensar bien y decidir si me gusta o lo detesto.

Por suerte dejo de sentir los golpes aunque el ardor no se va del todo. Cuando caigo en cuenta, Yoongi aparece a mi lado y deja una botella azul sobre la mesa, se coloca un par de guantes negros para después tomar algo del líquido de la botella y se encarga de que los guantes queden bien empapados de el.

Su pulgar comienza a moverse en círculos por mi entrada y presiona un poco, unos segundos y antes de que termine de asimilar las sensaciones pasadas una nueva aparece. Su dedo anular y medio entran juntos de golpe haciendome gemir de nuevo y mis piernas se arquean como respuesta a sus dedos y su jugueteo tan brusco.

— Creo que estás listo... Eso fue rápido, mírate te estás muriendo de placer y ni siquiera estoy dentro tuyo. Completamente a mi disposición, como una pequeña puta sin valor.

Sus palabras vuelven a encender esa parte de mi que no conozco, que me da miedo experimentar pero que se muere por salir solamente para ser destruida por él.

𝙳𝚒𝚊𝚛𝚒𝚘 𝙳𝚎 𝚄𝚗 𝚂𝚞𝚖𝚒𝚜𝚘 [Editando Ortografía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora