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Tiempo después 

—¡Ahhh!

El sonido del cristal rompiéndose invadió la pequeña habitación, se sujeto con ambas manos sobre el frio lavabo mientras sentía como todo su cuerpo se tambaleaba, fijo la mirada hacia sus manos las cuales estaban pálidas y delgadas, respiro hondo mientras trataba de no caerse, cuando el mareo paso camino con lentitud hacia la silla de madre más cercana.

—Por favor dios no me abandones, dame fuerzas te lo imploro. -se estiro hasta alcanzar una bolsa de plástico, busco entre las cajitas de medicamentos, al verlas vacías sus ojos se nublaron de tristeza.

—Oh no, y ahora qué.-en ese instante alguien toco la puerta. —Voy. -se puso de pie con cuidado, tratando de disimular su malestar puso una sonrisa en su rostro.

—Buenos días señora.

—Hola Kiba, mi hija no ha llegado de la escuela.

—Hola Kiba, mi hija no ha llegado de la escuela

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—Lo sé, mire traigo esto, no es mucho.

—No debiste Kiba, no otra vez, tu padre se molestara.

—Por favor no lo rechace, lo hago con gusto y por mi padre no se preocupe, que para eso trabajo, hablando de trabajo debo irme, me saluda a Hinata, dígale que cuando pueda valla a visitarme al taller.

—Gracias, así lo hare. -aquel muchacho castaño se alejo con alegría, mientras ella lo veía partir una vecina suya quien tendía su ropa se acerco a ella.

—Tienes suerte de tener una hermosa hija, mira que recibir tantos regalos de sus pretendientes, ¿Qué es esta vez? -Hanna miro la bolsa mientras sacaba una lata de comida.

—Despensa.

—¿Despensa? Yo creí que algo más... ya sabes algo caro, joyas que se yo.

—Para como estamos es mejor que nada. -Hanna camino al interior de su vivienda.

—Deberías sacar a la chamaca del estudio, ya esta grande, debería ayudarte.

—Eso jamas, e-ella merece algo mejor.

—¿Mejor? Sabes perfectamente que tu Hinata no le pone empeño, nada más va a coquetear con los chiquillos que tienen las hormonas al tope.

—No es verdad, mira, este es uno de sus exámenes, los profesores me dijeron que es muy lista, e-es solo que le falta un poco de disciplina. -extendió una hoja de papel hacia su vecina.

—¿Disciplina?

—Por favor no digas nada más de mi Hina aaaah!!!

—¡Hanna!, ven siéntate. Ay mujer ya no debes seguir trabajando así, mírate, dónde estas tus pastillas.

—No, no, ya paso, ya paso -su voz salia apenas en un susurro.

—Ya se te acabaron ¿Verdad?

—Por favor no le digas nada, ya estoy bien.

Mi vehemencia -PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora