En el rincón más tranquilo del viejo centro, se escondía una pequeña biblioteca descolorida y silenciosa. La entrada, discreta, tenía un cartel de madera desgastada que rezaba "Biblioteca Wahnish". Al cruzar el umbral, el aire estaba impregnado de un sutil aroma a libros antiguos y aire acondicionado. Las paredes, cubiertas de estanterías de roble oscuro, albergaban miles de volúmenes que susurraban historias de tiempos lejanos y mundos desconocidos. Entre las estanterías, pequeños huecos servían de hogar a plantas de hojas verdes y frondosas, que aportan un toque de vida al ambiente.
En la recepción, sobresalía la figura de una joven de cabello oscuro y un flequillo ligeramente desordenado, parecía recién cortado. Su presencia se destaca por la manera nerviosa y casi errática en la que escribía en una pequeña laptop. Con inquietud, desabrochó un botón de su camisa que le apretaba incómodamente el cuello, mientras frotaba ligeramente su pantalón marrón claro.
De repente, empezó a escuchar pasos que se acercaban desde su derecha, acompañados del constante tarareo proveniente de su compañero de trabajo. Esa melodía repetitiva no contribuía a mejorar su estado de ánimo, que ya había empeorado tras salir de su casa y tropezar gracias al niño que repartía las cartas.
—Tayler, ¿puedes revisar el inventario de nuevo? —pidió un joven de piel trigueña con voz sumisa.
Tayler soltó un suspiro pesado, apenas disimulando su disgusto. Ya estaba lo suficientemente atareada como para agregar algo más a la lista, además, por alguna razón, los usuarios de la biblioteca le estaban causando problemas. Hace tan solo unas horas, una señora insistía en que el sistema no mostraba correctamente la disponibilidad de un libro, mientras que otro cliente se quejaba del tiempo de espera para obtener un ejemplar reservado. Tayler no tenía paciencia para nada de eso. Apenas podía soportar su propio mal humor, mucho menos el caos que lo rodeaba.
—Ya lo revisé dos veces, pero lo haré de nuevo, supongo —respondió de mala gana, resoplando sin molestarse en ocultar su impaciencia.
—Es que hay una clienta en espera y no encuentro su pedido—comentó el joven preocupado revisando algunos papeles sobre el mostrador.
—¿El libro del estante 3? ¿o te refieres a la saga de Clamsy?
—No, es la del libro de alquimia, aunque no sé dónde está.
—Estante 6, sección 12, color bordó, tiene una copa dorada en la portada, el autor se llama Vittorio Dennis—respondió mientras tecleaba un poco más despacio.
—Siempre excepcional, no puedo competir contra eso...—sonrió el muchacho sorprendido.
—De nada—contestó secamente.
—Oh, casi lo olvido, llegaron unas...
Ella lo interrumpió de inmediato sin mirarlo.
—Si, Nico, las donaciones...están en la bodega, lo revisaré, dame un segundo—respondió la joven suspirando al final.
El muchacho de cabello oscuro acarició su mentón, la miró con lástima y una media sonrisa. La conocía bien, desde hace dos años trabajaban juntos, y sabía que estaba estresada, por lo que no quería molestarla de ninguna manera.
—Te prepararé un café, ¿O prefieres un mate? —le preguntó con una sonrisa amigable.
—Un mate—contestó suavemente viéndolo a los ojos luego de unos segundos.
Nico es un chico bueno, de estatura baja, y su barba, siempre perfectamente arreglada, le añadía un aire de madurez que lo hacía parecer un poco más mayor aunque apenas estaba en sus 20 años.
Al captar la atención de Tayler, el joven le guiñó un ojo y mostró una mueca extraña, la que Tayler llamaba "payaso barbón", intentando hacerla reír. Tayler negó resignada ante el gesto que ambos reconocían como ridículo, pero no pudo evitar sonreír por primera vez en el día.
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Instinto Animal |Reescrita|
FantasyAmber Evans parece ser sólo una chica común, disfruta de la compañía de sus amigos, su trabajo de medio tiempo y el amor de su familia. Sin embargo, tras un oscuro encuentro en el bosque, despierta un legado oculto que la sumerge en un mundo de mist...