Capítulo 2

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Abrió los ojos lentamente y lo primero que notó fue la intensa claridad de las luces fluorescentes sobre ella. Una sensación de desorientación la invadió. Trató de incorporarse, pero una punzada de dolor en la cabeza la hizo retroceder. Tenía la garganta seca como un desierto y algo le apretaba el hombro y la espalda, acercó su mano para examinarse y descubrió una especie de vendaje en la zona.
Miró a su alrededor y la visión de una habitación de hospital la confundió aún más. No podía recordar cómo había llegado allí ni qué había sucedido. Su mente era como un lienzo en blanco, pero entre las brumas de la confusión, destellos oscuros emergían: un bosque cubierto de sombras, árboles altos y hojas crujientes bajo sus pies.

¿Qué significaba ese bosque? No podía conectar los puntos. De repente, un escalofrío recorrió su espalda al recordar algo más. La imagen mental de la sangre manchando el suelo la sorprendió. Un frío temor la envolvió y sintió un nudo en el estómago. ¿De quién era esa sangre? ¿Qué había sucedido?

Gritos lejanos resonaban en su memoria, como ecos distantes que intentaba comprender pero no podía descifrar sus orígenes o su significado. Los sonidos de angustia y desesperación solo la llenaban de más confusión y miedo.

Un hombre de mediana edad entró en la habitación y se acercó a ella, sonriente pero preocupado al ver que se había despertado. Sus ojos tenían pequeñas arrugas como las patas de las gallinas, su cabello con gel lo hacía ver limpio y sus anteojos se adaptaban muy bien a su rostro.

—Hola, soy el doctor Dotter, ¿puedes decirme tu nombre? —preguntó el hombre de bata blanca con amabilidad.

Luchó por encontrar las palabras adecuadas, pero solo pudo balbucear su nombre con torpeza. El médico asintió comprensivo.

—No te preocupes, es normal que estés confundida. Estás en el hospital, sana y salva. Todo estará bien. No hagas movimientos bruscos, por favor—añadió el médico.

Asintió, sin embargo, la sensación de desconcierto no se disipó. Trató de recordar cómo había llegado al hospital; sin embargo, solo lograba visualizar imágenes fragmentadas y sin sentido.

A pesar de que el médico continuaba hablando con ella, explicando lo que sabían hasta ese momento sobre su situación médica, apenas podía prestar atención, ya que sus pensamientos seguían siendo arrastrados hacia esa espeluznante escena del bosque.

Al percatarse de su desconexión con el presente, el doctor guardó silencio. Ella se incorporó con dificultad para ver qué llevaba puesto; solo encontró una simple sábana blanca y una manta azul marino que le provocaba mucho calor. Sin dudarlo, se quitó la manta, descubriendo su cuerpo. Sus piernas mostraban algunos moretones y pequeños golpes verdosos.

—Traeré a la enfermera y me comunicaré con su familia, señorita Evans. No se mueva—prometió el doctor antes de salir de la habitación.

La joven al notar esto trató de moverse un poco, al no sentir dolor intentó salir de la camilla pero su acción se vió interrumpida rápidamente.

—No, linda, vuelve a la cama, por favor—dijo una mujer de unos cincuenta años entrando a la habitación.

Al parecer la enfermera, castaña de tez blanca y sonrisa gentil aunque la miraba con extrañeza. La joven volvió a su posición anterior sin decir nada, la enfermera le hizo una pequeña revisión y al terminar le regaló una sonrisa.

—Parece que todo está bien—sonrió—; qué bueno que hayas despertado, tu familia está muy preocupada.

—Señora Ave... —leyó su nombre bordado en color blanco en la chaquetilla de enfermera, de un vibrante púrpura: Ave Lirsson—. ¿Qué día es hoy? ¿Qué hora es? preguntó, buscando su teléfono con la vista, pero no lo veía; tampoco encontraba el típico reloj en la pared.

Instinto Animal |Reescrita|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora