Capitulo 10

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Tayler sujeta el brazo izquierdo de Amber, ayudándola a ponerse de pie con cuidado. Con delicadeza, pero algo de torpeza, la guía fuera del café, en dirección a su auto mal aparcado, asegurándose de cerrar la puerta de la cafetería con seguridad. Una vez dentro del auto, Tayler abrocha el cinturón de seguridad de Amber y simplemente comienza a conducir en silencio, mientras el llanto apagado de su mejor amiga llena el ambiente durante un buen rato. No saben exactamente a dónde se dirigen, pero en ese momento no importa; solo conducir sin rumbo parece suficiente. Estar juntas ya es suficiente consuelo.

Mientras se acercan a la Plaza Rodfort, la castaña fija su vista en el camino notando un semáforo a pocos metros, perdiendo su mirada en La Plaza, mejor conocida como el Corazón de la Ciudad por la tumba de Rodfort Bhremmir, el primer hombre en liberar a los ciudadanos de los rebeldes del Norte. Mientras espera a que el semáforo cambie de color, observa la estatua agrietada y cubierta de moho verde se yergue en el centro del parque pensando en que es algo viejo y feo de ver, salvo por los veinte jacarandás que rodean la plaza, cuyas flores, bañadas por la luz cálida de las farolas coloniales, crean una vista mágica gracias a el color amarillo de sus flores. Los senderos de piedra blanca también brillan bajo las suaves luces, dando al lugar un aire casi irreal, como si estuviera suspendido en un sueño.

A medida que avanzan, las luces y colores de la plaza comienzan a desvanecerse para Amber. Su mente se aleja de la escena, atrapada en las preocupaciones que laten en su pecho. ¿Qué debería hacer? ¿Debería confesarle a Tayler lo que vio hace unas noches del otro lado del espejo? Esa imagen persiste en su mente, vívida y desconcertante: su mirada asustada, la sangre en la bañera, los dientes extraños y el eco de un susurro que parecía brotar de su interior. La sensación helada de estar atrapada en su propia piel le provoca un escalofrío.

Mientras Amber intenta alejar esos pensamientos con respiraciones profundas, el tiempo parece dejar atrás las fachadas de los edificios coloniales. El murmullo de la radio se mezcla con sus inquietantes preguntas, creando un ruido de fondo que apenas registra. Sin prestar atención al camino, saca su teléfono con dedos temblorosos y le escribe a su madre: "Estoy con Tay, vamos a comer al mismo lugar de siempre."

 La respuesta llega rápidamente: un simple emoji sonriente. Sin reproches ni preguntas incómodas, solo la tranquila aceptación de su madre, que le ofrece un breve respiro mental.

La joven a su izquierda sigue conduciendo, y sin darse cuenta, llegan a la entrada del lago Garphia. No hay guardias ni nadie que las detenga, solo unos barrotes de metal que brillan débilmente bajo la luz de la luna. Este lugar, conocido como el Lago de los Secretos, tiene una fama especial: la gente viene a confesar sus secretos lanzando monedas al agua. También lo llaman el Lago del Sello, un sitio romántico donde las parejas declaran su amor bajo la luna nueva, buscando un vínculo eterno.

Tayler estaciona el auto y al abrir la puerta, una brisa fresca del lago les da la bienvenida. Amber se asoma y queda fascinada por la vista: el agua tranquila refleja el cielo, mientras los edificios de la ciudad se asoman en el fondo, creando una mezcla perfecta entre lo urbano y lo natural. El canto de las aves y el suave murmullo del agua parecen invitarles a dejar atrás el ruido del mundo.

Aunque sus pensamientos siguen dándole vueltas, la belleza del lugar le ofrece un respiro. Amber observa el lago con una mezcla de sorpresa y alivio, agradecida por la decisión de su amiga. Tal vez, aquí, en este rincón escondido, podría encontrar un momento de paz, aunque solo fuera por un instante.

—Antes del alcoholismo, mi padre solía traerme aquí cuando era pequeña para que dejara de llorar —comenta Tayler con una sonrisa de lado.

—Funcionó —dice Amber con una débil sonrisa.

Instinto Animal |Reescrita|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora