La taza de té se enfriaba entre las manos de Amber mientras observaba una pequeña hormiga negra, perdida en la inmensidad de la mesa de café frente a ella. La luz tenue del televisor en estática era su única fuente de iluminación, ya que hacía unas horas había cerrado todas las ventanas y cortinas de la sala para apaciguar el ruido exterior, ya que el ambiente se había vuelto extraño, sobre todo por las mañanas, cuando escuchaba con claridad a los gorriones sobre el tejado, las voces de sus vecinos dentro de sus casas, las irritantes bocinas de los vehículos y las ventiscas nocturnas.
Pero a pesar de sus esfuerzos, aún podía oír alguna voz lejana proveniente de la calle.
Desde hacía casi cuatro días luego de la feria, Amber se sumergía en su propia mente. Pasaba horas frente a la pantalla de su celular, sus dedos volando sobre el teclado mientras navegaba incansablemente por más de 300 foros y artículos. Su mirada se perdía en los testimonios de personas que buscaban
respuestas, igual que ella. Cada clic abría una nueva ventana llena de desahogos personales o historias extrañas y poco creíbles sobre seres sobrenaturales, mientras su ceño se fruncía más con cada lectura infructuosa.
A veces, apartaba la vista de la pantalla para recordar momentos recientes, cerrando los ojos y presionando sus sienes, tratando de desenterrar cualquier pista que pudiera haber pasado por alto. Con la taza de té enfriándose en su mano se adentró en un diccionario de enfermedades en orden alfabético, susurrando los nombres en voz baja, esperando que alguno resonara con su situación pero a la vez deseaba no encontrar nada, muy en el fondo temía ponerle nombre a lo que vivió hace tan sólo algunas noches.
Amber suspiró profundamente, mientras la luz del televisor parpadea incansablemente en la penumbra de su sala.
—Buenas tardes, ¿Cómo están, mis queridos televidentes? Mi nombre es Jeny Gilmer y les traigo noticias de último momento.
La estática cambió al programa de noticias de las 5:00 pm. De fondo, una joven periodista informaba acerca del suicidio de un hombre de tan solo 46 años, Michelle Veuthey, propietario de una fábrica textil al sur de la metrópolis. Se había ahorcado unas horas atrás en su garaje, dejando una pequeña nota en su mesa de trabajo con sus últimas palabras. Su familia estaba destrozada, especialmente su hija Lu, ya que la nota no decía nada más que una corta despedida.
No era una novedad; ese tipo de noticias eran el pan de cada día en la localidad. Los robos que terminaban en tragedia, el vandalismo organizado en diferentes sectores, la corrupción dispersa, y los diversos homicidios, principalmente en los Barrios Bajos, o como los llamaban los habitantes de la periferia: Tierra de Nadie. Una zona marginal y peligrosa, repleta de pandillas, plenamente discriminada socialmente y olvidada por el gobierno. Entrar en Tierra de Nadie era aterradoramente simple; lo difícil era sobrevivir en ella y salir. Salir equivalía a traicionar a todos tus seres queridos. Era considerado traición hacia tu propia gente, o al menos eso se comentaba de boca en boca.
—¿Qué haces en la oscuridad? —preguntó una voz masculina, sonando intrigada.
—!Ah! —gritó la chica asustada, llevándose las manos a la boca.
De repente, la cortina detrás del televisor se abrió de par en par, iluminando gran parte de la sala.
—¡No, ciérrala! —exclamó molesta, cubriéndose los ojos con las manos.
Era su hermano, Jared, quien sujetaba la cortina con cuidado.
—¿Aún no estás lista? —preguntó Jared con una pizca de impaciencia en su voz—, tenemos que irnos, tengo clase de química inorgánica y mamá te está esperando. ¿Lo olvidaste?
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Instinto Animal |Reescrita|
FantasyAmber Evans parece ser sólo una chica común, disfruta de la compañía de sus amigos, su trabajo de medio tiempo y el amor de su familia. Sin embargo, tras un oscuro encuentro en el bosque, despierta un legado oculto que la sumerge en un mundo de mist...